Dos hechos sin aparente relación ocurridos recientemente en los Estados Unidos confirman lo imprevisible que suele ser la vida. El desplome, sin causa evidente, de un edificio de apartamentos residenciales en Miami y el anuncio de un plan gubernamental para mejorar la infraestructura pública vial norteamericana que coparon el protagonismo mediático en las últimas horas dicen relación con la responsabilidad estatal en los acontecimientos.
Ambos hechos tienen lugar en un país que representa el esplendor arquitectónico con imponentes rascacielos y veloces highway, que simbolizan el progreso capitalista de los Estados Unidos. Las últimas noticias invitan a reflexionar sobre el estado de la infraestructura estadounidense y el rol que al Estado y la empresa privada les compete en su construcción, mantenimiento y regulación. Por una parte, el Estado reconoce la obsolescencia de una amplia gama de componentes de la infraestructura pública; y, por otra, un edificio de 12 pisos construido en 1981 por inversionistas privados se viene al suelo por aparentes fallas o fatigas estructurales. Ambos acontecimientos ponen en discusión la vigencia del esplendor en la obra pública y privada norteamericana.
El edificio ubicado en la localidad de Surfside, a una calle de Miami Beach (Florida) se vino al suelo, parcialmente, y deja un saldo de 55 departamentos destruidos, una persona fallecida y 99 desaparecidas pertenecientes a familias latinas y judías de clase media que habitaban el inmueble. Mientras aún no se removían los escombros bajo la lluvia del multifamiliar desplomado en Miami, el Presidente Joe Biden reconocía la obsolescencia de puentes y carreteras de los EE.UU y anunciaba un plan, pactado con los republicanos, para dotar de recursos a la construcción estatal de infraestructura vial del país.
Con una dotación de 1,2 billones de dólares en ocho años el plan se propone la reparación de puentes y autopistas, sustitución de vehículos a combustión por eléctricos y de cañerías contaminadas por plomo, mejora de la red eléctrica e impacto de catástrofes naturales.
Las mejoras anunciadas por Biden dejan al descubierto el descuido de anteriores administraciones al mantenimiento de la infraestructura pública, como el desplome del edificio echa por tierra la eficiencia y control a la construcción privada norteamericana. Ambas son responsabilidades del Estado en última instancia. ¿Cuánto tiempo tiene la infraestructura vial del país sin atención estatal y qué tipo de regulaciones existe para la industria constructora estadounidense? El porcentaje de inversiones públicas en infraestructuras ha caído desde los años sesenta del pasado siglo del 2,7% al 0,7% del PIB de los Estados Unidos, mientras China gasta tres veces más que Norteamérica. Todavía no hay una causa oficial del colapso parcial del edificio de Miami, autoridades locales informaron que en la investigación sobre el derrumbe -que puede tardar meses- participarán ingenieros estructurales y el departamento de bomberos.
Un edificio no se viene al suelo porque sí, sin que medie un fenómeno telúrico. Si los suelos de la Florida no son lo suficientemente aptos para construir estructuras arquitectónicas de gran envergadura alguien debió prever esa limitación, o si las fallas estructurales del edificio desplomado provocaron el derrumbe alguien tiene que responder por el descontrol.
Lo sucedido en los Estados Unidos puede suceder en cualquier país de la región, lo sorprendente es que suceda en ese país; y lo más probable, es que pueda suceder en nuestros países latinos donde el Estado soslaya su responsabilidad en la industria de la construcción y la empresa privada hace de la actividad un negocio lucrativo, garantizando la seguridad con su palabra.
El divorcio entre el Estado y sector privado en el continente americano, deja al descubierto el libre albedrío existente en una relacion que debió ser siempre complementaria frente a la responsabilidad social de garantizar la seguridad de las obras de infraestructura en nuestros países.