Latinoamérica atraviesa una crisis sin precedentes, agudizada por la pandemia viral que ha dejado al descubierto la caducidad de un modelo de desarrollo que no ha dado respuesta a una integración sudamericana para la convergencia de los países de la región en la superación histórica de sus problemas comunes. La integración regional ha sido un intento muchas veces frustrado, en ocasiones muestra logros transitorios como fue el caso de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), hoy relegada a un estancamiento histórico.
Para reflexionar sobre los factores de la integración regional y sus expectativas futuras, el programa de radio La Oreja Libertaria del colectivo periodístico Espejo Libertario, transmitido por Radio Pichincha Universal, invitó al doctor Ernesto Samper, ex Secretario General de UNASUR, y ex Presidente de la República Colombia a un diálogo con los periodistas Luis Onofa y Leonardo Parrini. El doctor Samper aborda el tema desde la premisa de que la integración en un rescate de la identidad sudamericana, en un ejercicio de construcción regional que implica la defensa de derechos humanos y la consolidación da la democracia en la región. Sus reflexiones arrojan luces sobre el presente y futuro de la integración suramericana.
L. Onofa: ¿Cuál es el estado actual de la integración sudamericana, la crisis por la que atraviesa es transitoria o de mayor alcance?
-Nunca había sido tan necesaria la integración como en esta época, nunca habíamos estado tan desintegrados como estamos en este momento. Vivimos el virus de la polarización ideológica, que nos ha dividido en dos orillas aparentemente irreconciliables. El pecado que nunca habíamos cometido es ponerle ideología a la integración y hablar de una integración de derecha y de izquierda. La integración es un hecho político no ideológico. Unasur ha sido el experimento más exitoso, más integrante de integración regional en los últimos años.
L Parrini: En esta necesidad de integración política regional, cuáles son los temas que nos unen, en torno a qué debemos integrarnos como región?
-Debemos distinguir los tipos de integración. Hay dos concepciones distintas en la región. Una integración que cofunde la integración con los tratados de libre comercio, para la cual lo fundamental es la actividad económica y se traduce en un pacto de aranceles, garantías de comercio, temas de propiedad intelectual, etc. Y otra concepción, la de UNASUR, que es un proceso de construir región que pasa por desarrollar infraestructuras, conectividad, alianzas estrategias para el conocimiento de la ciencia y la tecnología y la movilidad de las personas, entendida como el desarrollo de la ciudadanía regional y con la posibilidad de los 400 millones de latinoamericano de transitar libremente por la región, de estudiar, de trabajar, vivir y morir como si fuera uno de sus países. Regresamos a la integración como archipiélago de libre comercio, especialmente con los EEUU. Tenemos que volver a la integración como creación de un espacio común. El patrimonio de identidad es el que nos permite en este momento hablar en la misma lengua, culturalmente hablando. El punto de partida es que tenemos que recuperar el concepto de la región, construir sobre ese concepto es una nueva propuesta de movilidad de personas, no solo de mercancías.
L. Onofa: ¿Por qué la integración ha sido relegada, puesta en confinamiento, qué tipo de intereses están en juego?
-Son intereses de carácter ideológicos, un grupo de países ha resuelto conformar una nueva alianza de integración ProSur -pero que es en realidad ProNorte-, porque es una alineación directa con la agenda exterior de los EEUU. Tenemos que distinguir entre ideología y política porque la integración es eminentemente política, pero no ideológica. La sede de UNASUR es el edificio más moderno de integración de todo el mundo. Siempre encontramos allí integración en temas que nos unían políticamente: mantenimiento de Sudamérica como zona de paz, vigencia de derechos humanos, sociales y políticos, preservación de la democracia, entre otros. Había un segundo nivel como la integración sectorial, alrededor de un abanico de temas que tenían que ver con educación, salud, antidrogas, defensa hemisférica, en grupos de trabajo o comités sectoriales. Era un ejercicio de construcción de región.
L. Parrini: ¿Hasta dónde es posible la integración política en la región con escenarios diversos como Ecuador, Chile, Colombia y Perú. ¿Ecuador podría liderar un proceso de integración como sede regional?
-Ecuador tiene unas circunstancias especiales, formalmente sigue siendo la sede política de UNASUR. Si el presidente Lasso quiere, puede reiniciar el UNASUR y solo debe solicitar la devolución a QUITO de su condición de capital de la integración sudamericana. El proceso de Ecuador es difícil, pero democrático. Podría reiniciar la integración con el debido respeto de las diferentes ideologías.
L. Onofa: ¿Existen posibilidades de que se retome el camino de UNASUR?
-Retomando la pregunta anterior. En Chile lo que hay es un movimiento contestatario, Chile y Colombia se parecen en ese sentido por un movimiento contestatario de una clase media que se siente amenazada. La clase media ha sido una insignia de los procesos latinoamericanos, esa clase media se ha sentido amenazada por la pandemia y por la falta de crecimiento y empobrecimiento de los latinoamericanos, y salió a protestar por las calles chilenas esencialmente una clase media que se siente insegura respecto de su futuro, trabajo, educación, pensiones, cambio climático. El tema del Perú tiene una versión más grave, que es el virus de la polarización ideológica; la gente no vota a favor o en contra de una alternativa democrática sino a favor o en contra de otras personas, la gente vota a favor de unos para sacar a otros movidos por el odio. En Chile como en Perú se propone una Asamblea Constituyente. Los temas son los mismos, cómo llegar a una Constitución garantista. Mientras exista identidad sudamericana, mientras haya identificación con lo nuestro la gente dice que quiere vivir en un país de América Latina, mientras sienta que esta es su casa siempre va a haber la posibilidad de reactivar un proceso de integración. En el continente soplan vientos progresistas sobre América Latina. López Obrador en México, Fernández en Argentina, se recuperó la democracia política, se estableció la constituyente en Chile, ganó una opción progresista en el Perú, en Ecuador se reafirmó la convicción sobre un proyecto político progresista, en Colombia tenemos la esperanza de que se pueda abrir el año entrante una opción progresista que tiene el compromiso de mantener los acuerdos de paz de La Habana y salir de este conflicto interno de 50 años. Incluso lo que pasa con Biden, son políticas eminentemente progresistas de protección de migrantes, compromiso con los acuerdos sobre el cambio climático, ayudar a la gente salir de la pandemia. En el continente hay seis o siete países que estarían dispuestos a volver y eso sería un hecho político muy importante.
L. Parrini: ¿Cuáles son las prioridades de la integración regional, quién podría liderar ese proceso?
-Hay tres desafíos fundamentales en un proceso de integración, el primero es el de la inclusión social, la pandemia nos enseñó a ver cuánto nos cuesta la desigualdad, se ha aumentado el número de pobres en más de cien millones de personas en la región. Ahora pronunciamos la palabra hambre cuando ya la habíamos olvidado, los niveles de desempleo son extraordinarios. El gran desafío de la región es reducir las brechas de desigualdad que nos están separando entre regiones, entre clases, entre géneros, El problema de la inclusión es dar un salto social definitivo para sacar a la región de esta condición. El tema del valor es muy preocupante, seguimos viviendo de un modelo extractivista vendiendo minerales, cereales, productos básicos y sometidos a los vaivenes de precios de esos productos, tenemos que agregarle valor a lo que tenemos, desarrollar cadenas productivas que pongan en contacto al productor campesino con los centros de distribución mayoristas. Tenemos que entender que las posibilidades de que la región progrese no depende de la China, EEUU ni de la Unión Europea. Sino de nosotros mismos, para eso tenemos que conectaros, construir vías, hacer alianzas estratégicas en torno al conocimiento tecnológico y tercero consolidar la democracia. Todo esto tiene que producirse en democracia no solo como un ejercicio electoral, sino como democracia participativa. La gente tiene derecho a participar en el gobierno, se gobierna por la gente y para la gente. Hasta qué punto es democrático un país en el cual el 60% de las personas no tienen las condiciones mínimas de vida.
L. Onofa: ¿En la actual situación de la geopolítica mundial cuál es el futuro de América Latina?
-Primero tenemos que descartar el tema de los bloques, no podemos salir de la hegemonía de los EEUU para caer en la hegemonía de China o Rusia. Tenemos que reforzar el multilateralismo, pero no como lo plantea la ONU en el que hay un subsistema social y un sistema económico que manejan los grandes países en donde está el FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, y hay un subsistema político endeble de una asamblea de la ONU que vota sobre cuestiones intrascendentes y un Consejo de Seguridad que toma decisiones sin estar presente todos. Tenemos que ir a un concepto más funcional de multilateralismo. Creo que no debe ser país por país, sino bloque por bloque, y que en la ONU estén representados los bloques. Que el multilateralismo sea el resultado inteligente de una suma de bloques cada cual luchando por sus intereses y nadie tenga el derecho de imponerle a nadie su política.
L. Parrini: Usted habló de una democracia participativa, en la que la soberanía regional está presente. ¿Considera usted que en la región tenemos instituciones capacitadas de garantizar esa democracia, la participación y la soberanía de cara al futuro?
-Eso nos lleva a contarle lo que fue el Concejo Sudamericano de Defensa. Se creó en Colombia en base a condiciones militares para enfrentar una guerra con Venezuela. En ese momento regía nuestro sistema de seguridad que era el Tratado Interamericano de Defensa y el Concejo de Defensa de las Américas, que era un sitio de adoctrinamiento de los altos mandos militares en torno a una hipótesis basada en qué pasaría si hay una guerra entre nosotros los latinoamericanos. No nos interesa una seguridad basada en defendernos de nosotros mismos sino en identificar nuestros enemigos comunes por fuera o por dentro de la región, el narcotráfico, la corrupción, el armamentismo, la expoliación de nuestros recursos naturales. Necesitamos la soberanía de una manera clara, no solo cuidando nuestras fronteras sino lo que tenemos como tesoro de nuestro desarrollo. Comenzamos a trabajar una hipótesis de confianza, cómo podemos sumarnos para establecer un sistema de soberanía no solo retórico, el problema es ejercer la soberanía. Por ejemplo, frente a desastres naturales que en ese momento se ponga en funcionamiento un mecanismo de solidaridad regional para enviar aviones con ayuda y sobrevivencia. Esa es la mejor integración, integrarnos hacia adentro no contra los de afuera, fortaleciéndonos.
L. Onofa: ¿Qué podemos decir de la integración latinoamericana tomando en cuenta que hay otros procesos de integración regionales como Celac, Alba?
-Antes de retirarme de UNASUR empezamos a trabajar un tema de la convergencia, tenemos que conseguir la convergencia de los mecanismos de integración regionales que hoy existen en América Latina, me refiero a la Comunidad Andina, Mercosur, Alba, Alianza del Pacífico, etc., todos esos mecanismos subregionales que pertenecen a la misma comunidad latinoamericana cuyo organismo cúpula de esa integración es la CELAC. La propuesta que hicimos es desarrollar un proceso de convergencia entre esos mecanismos subregionales identificando qué cosas se pueden sumar, y qué objetivos se pueden descartar porque se duplican. Hay campos de especialización en estos mecanismos subregionales que podrían aprovecharse en beneficio de estos 34 países, por ejemplo, un permiso de trabajo entre los países latinoamericanos que permita que cualquier habitante de un país pueda llegar a otro y trabajar con su cédula de identidad, sin otro requisito hasta por dos años. A partir de la convergencia, que los países se ponga de acuerdo para aprovechar al máximo el desarrollo sectorial, ese es el futuro inmediato y práctico de la integración.
L. Parrini: Entre otros modelos de integración esta la Unión Europea. ¿Qué nos enseña Europa en materia de integración, qué podemos aprender de su proceso integracionista que aparece como un paradigma?
-Digamos que la experiencia de la Unión Europea que podemos asimilar es la que tiene que ver con las agendas sectoriales de desarrollo; ellos han logrado crear un espacio sanitario, un espacio educativo, un espacio de seguridad común, es importante trabajar agendas sectoriales, de alguna manera la idea la tomamos de la Unión Europea. Lo que podemos enseñarle a Europa es que mientras ellos son 36 naciones tratando de ponerse de acuerdo en un proceso de integración, nosotos somos una sola nación buscando la integración. Es mucho más fácil con una raíz, identidades, lengua y propósitos comunes que se pueda conseguir remar en la misma dirección que es en eso lo que consiste un proceso de integración. Estamos viendo en la Unión Europea que funcionó perfectamente la integración económica hasta que tuvieron que integrarse políticamente y ahí aparecieron las 34 marcas. Nosotros tenemos esa posibilidad, ese patrimonio, si es que nos ponemos de acuerdo en remar para el mismo lado, y simplemente avanzar mucho más rápido en un proceso de integración.