El mundo en sus movimientos rotatorios hace que la vida cambie y que ese cambio se perciba ostensiblemente. Del Ecuador polarizado de algunas semanas, nos convertimos en el país bipolar. Afección caracterizada por periodos de sentirse deprimido que pueden alternar con períodos de excitación. Algo parecido nos sucede que a ratos somos la nación sumida en la depresión y a ratos somos el Ecuador “del encuentro” con nuevo bríos. ¿Cuál es la realidad nacional?
Un estado doble, una ambigüedad política propiciada desde el propio Ejecutivo. No obstante, en política la ambigüedad adquiere otro nombre, es demagogia o simplemente populismo. La bipolaridad del país gobernado por un gobierno neopopulista siendo neoliberal, es singular. Y los rasgos saltan a la vista. Amerita reconocer que el actual régimen al inicio tenía dos alternativas: ser impopular o antipopular, pero adoptó la tercera vía: el neopopulismo que camufla al neoliberalismo. En otras palabras, hacer con la mano izquierda cosas distintas a las que hace la mano derecha y que la una no se entere lo que hace la otra.
Hace pocas horas, Guillermo Lasso el banquero de la derecha neoliberal llamado a convertirse en “verdugo” de su pueblo, según las predicciones ideológicas, ¡oh sorpresa! se vuelve defensor de la niñez ecuatoriana, enemigo de la desnutrición infantil y ofrece – con recursos donados por la empresa privada, Asociación de Ganaderos de Sierra y Oriente (ASOG) -, un millón de vasos de leche a 12.520 niños. El programa oficial denominado “Ecuador sin Hambre” se propone entregar esa cantidad de leche a menores de dos años de los 10 cantones más pobres del país en un plazo de cien días. “Es urgente enfrentar la desnutrición infantil (…) es una deuda social que podría empeñar el futuro del país si no hacemos los correctivos de inmediato”, declaró Lasso. ¿Será suficiente acción para que “todos los niños y niñas estén bien alimentados y bien nutridos”, como dijo el Presidente? “Hacemos un llamado para que nuevos pasajeros se sumen a este Ecuador del encuentro”, escribió Lasso en Twitter, que es su nuevo medio de comunicación que solo llega a los “privilegiados” de la red. Esquema clásico. Privilegiados que redimen su condición con actos de caridad, una palabra usada como estigma de fatalidad por el pueblo llano.
En contraste bipolar, el gobierno de Guillermo Lasso, ofrece reducir impuestos a esa misma empresa privada representada por poderosos grupos económicos nacionales. Inmediatamente despues asumir el poder, Lasso ofreció cambios tributarios entre los que destacan la “eliminación del 2 % a los empresarios, eliminación del impuesto a la salida de divisas (ISD) y bajar el impuesto al valor agregado (IVA) en feriados para reactivar el consumo. Promesas contempladas dentro del acuerdo con el FMI, organismo que hizo una proyección de incremento tributario en 2,6 puntos del producto interno bruto (PIB), unos 2.600 millones de dólares. Reforma tributaria que el propio FMI calificó en su momento de “ambiciosa, inteligente y progresiva”, y que debe incluir un incremento del IVA del 12 al 15 por ciento, (impuesto que equivale al 6% del PIB). La reforma tributaria contempla la eliminación, además, del crédito tributario para el pago de Impuesto a la Renta.
Bipolaridad pública del país no termina ahí. El gobierno central anunció también la eliminación por decreto de 1,7 millones de ecuatorianos de la “central de riesgos”. Son personas que mantienen deudas por menos de $ 1.000 dólares. La medida es bipolar en sí misma. Libera a los deudores de no ser sujetos de crédito, y al mismo tiempo, devuelve a las empresas prestamistas un mercado que estaba perdido.
Con simultánea coincidencia, Lasso deroga el Reglamento a la Ley de Comunicación aprobado en el 2014 y sus reformas posteriores “para que volvamos a vivir en plena libertad en Ecuador”, según dijo. Libertad para que las empresas mediáticas y sus informativos digan todo lo que tengan en mente, sin censura o responsabilidad previa ni ulterior y sin incurrir en delito de injurias o calumnias.
En contraste, el régimen anuncia una reforma laboral que denomina, mediáticamente, Ley de Oportunidades Laborales y que establece “nuevos mecanismos de contratación flexibles”. ¿Oportunidades para quién, será para el empresario que se libera de responder por derechos laborales adquiridos o para el trabajador que pierde esos derechos contemplados en la Constitución? Se agrega en el argumento que esta reforma generaría “un millón de empleos productivos”, vistos bajo una modalidad laboral para contratar mano de obra barata “que brinde flexibilidad a las mujeres, jóvenes y jefes de hogar a estar cerca de sus familias”.
En otra disonancia, el presidente Lasso sostiene un encuentro con 73 rectores de las universidades públicas y privadas del país y anticipa en esa reunión que se encuentra listo un borrador de una reforma a la Ley de Educación Superior que reemplaza los exámenes de ingreso a la universidad, basados en conocimientos por «pruebas de aptitudes», decisión cuestionada por los rectores universitarios por atentatoria a la calidad académica de los postulantes que genera nuevos problemas de deserción universitaria.
A todo lo anterior se suma “el plan de vacunación” oficial, cuyas falencias iniciales están siendo cubiertas con acciones de efectos mediáticos como ver vacunarse por primera vez al Presidente y su Vicepresidente, o recibir vacunas negociadas – en calidad de compra o préstamo – con EE.UU, China, Rusia y Chile, independientemente de la ideología de sus gobiernos. Plan que se propone vacunar a nueve millones de personas en cien días, porque “tenemos derecho a vivir con normalidad, salir de noche y disfrutar de la vida”, según afirmó Lasso. Ya que los primeros cien días de gobierno se han convertido en la gran promesa del discurso oficial – donde todo puede suceder, hasta cumplir las promesas electorales -, bien veríamos con buenos ojos que en caso de incumplimientos también el plazo de cien días rigiera para la renuncia de un presidente demagogo, incumplido, que habría engañado al país a cambio de votos.
Populismo en democracia
La bipolaridad del país se traduce en neopopulismo político impulsado por el régimen de Guillermo Lasso, un confeso político neoliberal que en su condición de candidato, se reunió en junio del 2017 en un foro sobre populismo en Madrid junto a Mario Vargas Llosa. En esa oportunidad el escritor peruano-español derechizado pronunció una sentencia que Lasso con seguridad debe haber olvidado: “El populismo es la enfermedad de la democracia”. No está por demás agregar que es también síndrome de la llamada “gobernabilidad”, tras la cual el régimen de Lasso captó 13 nuevos asambleístas – 4 con militancia en partidos orgánicos y otros tantos independientes -, que se suman a los 12 integrantes originales del movimiento CREO para conformar un bloque autodenominado BAN, Bancada del Acuerdo Nacional. ¿Late bajo este pacto bipolar, el populismo financiero que todo lo compra? O será que tras los acuerdos para impulsar la “gobernabilidad”, mejor llamada la bipolaridad de la política nacional, subyace una esquizofrenia que se caracteriza por pensamientos o experiencias que parecen estar desconectados de la realidad, o comportamientos desorganizados en las actividades cotidianas.
No deja de ser hilarante, y noble por lo demás, reconocer que nos equivocamos, que en medio de la aguda polarización del Ecuador había una tercera vía, la de la bipolaridad. Ese mal que nos hace pensar una cosa y hacer otra, o pensar y hacer dos cosas contradictorias al mismo tiempo.