Ayer me correspondía recibir la segunda dosis de la vacuna Pfizer de manos de los enfermeros del IESS en el Centro de Especialidades de la Magdalena en el sur de la ciudad, en consecuencia que vivo en el norte. Como tantos “adultos mayores con enfermedades catastróficas” recibí la frustración bajo la lluvia. No fui vacunado y el guardia interpuso una explicación de última hora, que no hay vacunas, que no saben cuántas dejó el gobierno anterior al actual régimen y que regresemos la próxima semana. Horas más tarde en los noticieros escuché decir a Lasso que “se dictan políticas de vacunación pero no se entremezcla la política con la vacunación” ¿A quién se refiere, a su gobierno o al anterior, a quién quiere convencer? De la frustración pasé al sentimiento de iras, como tantos adultos de la tercera edad con enfermedades catastróficas burlados por los vocingleros de la inoculación convertida en botín político, en demagogia populista para convencer a incautos.
Por la noche los noticieros anunciaron en sus pantallas el “lanzamiento del plan de vacunación” del actual régimen. Una parafernalia mezcla de política y necesidades sanitarias no resueltas que mostraba al primer y segundo mandatarios y a la ministra de Salud en campaña mediática para convencernos de que los ecuatorianos no estamos desprotegidos, que hay un plan de inoculación en marcha y los hospitales están provistos de todo lo necesario para cuidarnos de la pandemia y otros males. En contraste, el discurso oficial se contradijo con la realidad de hospitales públicos desabastecidos de medicinas. En una escena surrealista se vio al vicepresidente Borrero recorrer las bodegas del Hospital Carlos Andrade Marín del seguro social en Quito. En un escenario calamitoso y estantes vacíos se pudo ver vestigios de lo que fueron quipos médicos destruidos ya en desuso. “He salido con el alma desgarrada al ver la realidad de este hospital, probablemente el más importante que tiene el país. No es justo que la gente salga a comprar medicamentos”, dijo Alfredo Borrero.
Se confirmaba así el robo de medicinas de las bodegas de la seguridad social que asciende a los cinco millones de dólares. Eso explica, en parte, la falta de fármacos desde un paracetamol hasta medicamentos para especialidades oncológica y de cardiología, como reactivos para quimioterapia, analgésicos, beta bloqueadores, reguladores cardíacos, hipotensores, anticoagulantes (Tamoxifen, Avastin, Enalapril, Carvedilol, Aspirina, Clopidogrel), etc.
Las declaraciones del vicepresidente fueron para un titular de prensa, cuidado sea solo demagogia y se quiera, además, “desprestigiar al IESS” para dar paso a la privatización de sus servicios médicos, sería perverso. Es el propio Estado el que debe poner fin a la corrupción existente en ministerios e instituciones públicas. El servicio estatal de seguridad social no es caridad, sino atención al cliente que paga en aportaciones durante toda una vida. Los afiliados tenemos todo el derecho a exigir un servicio integral y de calidad, otorgado bajo principios de universalidad, solidaridad y eficiencia.
No se puede hacer política con la salud del pueblo. Lasso que ofreció cárcel para los corruptos que trafican con la vida humana en ministerios, hospitales y empresas privadas, debe empezar por coordinar acciones tendientes a la extradición del ex ministro de Salud Juan Carlos Zevallos y ordenar a su bancada parlamentaria el inicio de un juicio al ex presidente Lenin Moreno por su responsabilidad política en la corrupción del sistema nacional de salud. Esa es la diferencia entre la demagogia cómplice y una verdadera lucha contra la delincuencia organizada en las instituciones del Estado.
El ex ministro Zevallos permitió corrupción en la compra de fundas para cadáveres covid con sobreprecio, entrega de falsos carnets de discapacidad, compras injustificadas de medicamentos, funcionarios del ministerio de Salud que luego de dejar el cargo se convirtieron en proveedores de esa cartera de Estado. Durante el gobierno de Moreno tuvo lugar el reparto de hospitales a mafias guayaquileñas vinculadas al PRE, a cambio de apoyo político en la Asamblea Nacional, por lo cual guardan prisión varios miembros del bucaramato, sus cómplices y encubridores. La Fiscalía dejó huir del país al ex ministro de Salud y la Asamblea Nacional lo “juzgó” en ausencia cuando ya la sentencia política no produce ningún efecto práctico. Lasso tiene, por acción u omisión, la inmejorable oportunidad de demostrar que está en verdad contra la corrupción.
Durante sus últimos días en el cargo de presidente, Moreno dejó de trabajar en su despacho para dedicarse a visitar lugares de vacunación y “supervisar el plan”. Si un político aparece junto al personal médico encargado de ejecutar dicho plan es porque quiere posar ante la cámara. Lasso comienza su mandato haciendo lo mismo en una actitud de figurar o hacer “política entremezclada con vacunación”.
La política y la vacunación son escenarios entremezclados perversamente, pero el virus que es mortal lo primero que ha exterminado es la credibilidad en el caso de presidentes como Trump, Bolsonaro, Piñera, y en nuestro país, a Moreno. El coronavirus no discrimina y la naturaleza es sabia, ataca primero a los que carecen de inmunidad ante una mísera conducta política.
En el pueblito de la mitad del mundo vivimos amenazados por la pandemia de la corrupción, divididos por una imaginaria línea entre malos políticos y tontos crédulos. Un país separado entre ricos y pobres, entre no vacunados y vacunados VIP, entre gobernantes inescrupulosos y gobernados ilusos. Somos los mendicantes de vacunas a las potencias capitalistas para que sus laboratorios mercantiles se acuerden de los más pobres, y en el Ecuador los empresarios ricachones donen vacunas para el pueblo, ¿y cuál fue la respuesta? El retraso internacional en la entrega del medicamento y la prioridad empresarial de vacunar primero a sus empleados para que sigan produciendo.
La resistencia física y espiritual tiene un límite y el pueblo está alcanzando ese límite. Ya es hora de rebelarse contra la perversa política mezclada con vacunación, único plan en la cabeza de los demagogos de la inoculación.