La lista de convidados especiales a la posesión de Guillermo Lasso es disímil. Existen algunos invitados de mármol y otros invitados de piedra, todos con sus nombres sobre el pergamino oficial del protocolo de una ceremonia que busca convertirse en símbolo regional.
En tiempos de la diplomacia directa, algunos mandatarios se tratan de “tu”, otros conservando la etiqueta ceremonial guardan distancia y lo hacen de “usted”. Ambos tratos dependen de la proximidad o afinidad existente ellos. Guillermo Lasso y su equipo protocolar segmentó la lista de invitados entre “aliados amigos” y “protocolares por diplomacia”. Los primeros como el mármol, lucen políticamente recristalizados, metamórficos, que han venido cambiando su composición original por acción de altas temperaturas o fuertes presiones. En la antigua Grecia como en el Imperio Romano, el mármol era símbolo de poder, durabilidad y dureza, que son precisamente cualidades anheladas por ciertos gobiernos neoliberales, aunque también ahora en la actualidad el mármol es un símbolo funerario.
Así el protocolo de la ceremonia de ascenso al poder de Guillermo Lasso exhibe nombres de los presidentes de Chile, Sebastián Piñera; Colombia, Iván Duque y Brasil, Jair Bolsonaro, mandatarios que responden a una línea de pensamiento político y económico identificada con la derecha, lo cual es oficioso en la medida en que el presidente electo pueda sacar conclusiones de las lecciones y experiencias de ellos en el ejercicio del poder.
Brasil de Bolsonaro, es un país que se encuentra en un momento de dialogar y construir consensos, porque lo que está en juego es la democracia y la vida de los brasileños. Con la pandemia, millones de brasileños han perdido sus empleos y viviendas. La ayuda estatal es insuficiente, por lo que cada vez más difícil para las familias llevar la comida a la mesa. Brasil ha superado las 216 mil muertes por coronavirus mientras que la economía, impactada por la crisis generada por la pandemia, cayó un 4,1% en 2020. Decenas de millones de brasileños enfrentan hambre o inseguridad alimentaria mientras la crisis de Covid-19 del país se prolonga y mata a miles diariamente.
En Colombia, organizaciones sociales de trabajadores, indígenas y estudiantes salieron a las calles a pesar de la crisis por el coronavirus, para protestar contra el proyecto llamado Ley Solidaridad Sostenible. Los manifestantes rechazan la subida de impuestos prevista por el proyecto del gobierno de Duque, porque dicen que recae fundamentalmente sobre las clases media y baja. Medida de la que se vio obligado a desistir, pero sin conseguir detener las protestas ciudadanas que ya han cobrado la vida a más de medio centenar de colombianos bajo la represión del régimen.
Chile, luego de 31 años del retorno de la democracia, se enfrenta con incertidumbre a un momento en el que el país se resquebraja y en el que no hay un consenso sobre el momento en el que comenzó a hacerse trizas. Sin control del Parlamento, el gobierno de Piñera no ha logrado salir de la crisis que estalló en octubre del 2019, cuando las revueltas sociales le pusieron contra las cuerdas. Algunos hablan de revueltas y otros de prerrevolución. Expresión política de la segregación de la educación, salud, o el sistema de transporte, que en Chile se pronuncia contra un proyecto producto de la colaboración entre una élite empresarial que llevaría al país al desarrollo y el resto de un país que debía esperar a que le llegara algo del éxito. Un truco deshonesto de políticos, empresarios y sacerdotes marcados por el signo de la corrupción y el abuso y de una clase alta en guerra civil.
La lista del protocolo oficial muestra otros nombres de concurrentes sin valor estratégico para el anfitrión, políticamente incómodos, marginados, fuera de lugar o sin voz en la fiesta: Por Bolivia, Rogelio Mayta; Nicaragua, Denis Moncada; Argentina, Felipe Carlos Solá y por México, el viceministro para América Latina y el Caribe, Maximiliano Reyes Zúñiga. Son los invitados de piedra que asisten por diplomacia, por si el río suena y piedras trae.
Ecuador, país anfitrión, hubiera preferido una nómina más sencilla, con seres de carne y hueso, perfectibles, que no representen sino a sus pueblos llanos, y aprender de ellos el don de la humanidad. Un valor que en la política está malhadadamente en extinción.