Sucedió lo que estaba previsto. Luego de un intenso cabildeo Pachakutik, en alianza con Izquierda Democrática, independientes y un sector mayoritario de CREO, consiguieron captar la dirección de la Asamblea Nacional y de las principales comisiones parlamentarias. Políticamente la fracción más dinámica de la derecha ecuatoriana, la financiera bancaria, prescindiendo de la fracción industrial comercial impone su iniciativa de proporcionar gobernabilidad al régimen de Guillermo Lasso, conformando una nueva mayoría oficialista en el parlamento. En términos prácticos, apeló a la felonía, la antropofagia política y a la cooptación para conseguir una correlación de fuerzas inédita con sectores del indigenismo ambientalista y la socialdemocracia criolla y sectores no partidistas. En otras palabras, CREO traicionó el acuerdo que había establecido con el PSC para convocar y aliarse con PK y la ID y captar de facto a independientes volátiles.
Se trata de una derecha económica a la ofensiva, que toma la iniciativa política por sobre los entendimientos de un sector tradicional de la derecha (PSC) que había establecido acuerdos con el progresismo (UNES) para dirigir la Asamblea Nacional. Lo hace en torno a una agenda en defensa prioritaria de intereses financieros y bancarios dejando en segundo plano los intereses industriales y comerciales de un empresariado que pasa a ser liderado por banqueros, en detrimento de los intereses populares y de sectores medios del país.
La izquierda -su expresión progresista- actuando en solitario, sin alianzas programáticas y con dificultades para conseguir la unidad no logra liderar, con iniciativa propia, un frente parlamentario de contrapeso al régimen entrante. La socialdemocracia apostando al mejor postor concurre a la cita con la derecha, en alianza con un sector del indigenismo amazónico que encuentra en ello una oportunidad de reivindicación étnica y ambiental. Así las fichas en el tablero político criollo, el gobierno entrante consigue construir una gobernabilidad transitoria, heterogénea y no menos frágil.
Bemoles de un encuentro
Se vienen días duros para el correismo. Se ha conformado un escenario legislativo con protagonismo de G. Llori, F. Villavicencio y S. Quishpe en el ejercicio de un poder no sin eventual venganza, advierten desde la Revolución Ciudadana. El voto de C. Rohón echó por tierra el acuerdo CREO-PSC con apoyo de UNES, las alianzas se deshacen así como se hacen. En la práctica, CREO y Guillermo Lasso se muestran dispuestos a utilizar a quien les sirva para gobernar; primero lo hicieron con los socialcristianos para ganar las elecciones, luego con sectores indígenas agrupados en el ala derechista de PK para consolidar en el parlamento su triunfo electoral obtenido en las urnas, y con la ID dispuesta siempre a sumarse a los ganadores de la derecha o de la izquierda. He ahí los componentes de la componenda que permite el retorno de una fracción de la derecha más dinámica al poder, mientras la vieja cepa de la derecha tradicional no logró controlar a su propia militancia para sumarse a una alianza que le permitiera liderar la coyuntura.
La alianza parlamentaria del régimen entrante con sectores políticos parlamentarios en una nueva mayoría transitoria en la Asamblea Nacional, expresa hasta dónde -y nada más hasta ahí-, llegó el “encuentro nacional” anunciado por Lasso. Ahora está por verse la sintonía con el pueblo, necesaria para mantenerse en el poder. Incluso la necesidad de sintonizar con los intereses de sus propios nuevos aliados portátiles que reclamarán lo suyo. El indigenismo pondrá por delante aspiraciones étnicas y ambientalistas, que podrían entrar en contradicción con las políticas públicas de un régimen neoliberal de banqueros dispuestos a privilegiar sus paticulares intereses que chocarían con la carta bajo la manga de PK, la movilización indígena territorial con eventuales propósitos desestabilizadores y/o golpistas.
Funcionales en la tramoya
El gobierno neoliberal tiene que agradecer a los adláteres funcionales desde la tramoya, financistas del proyecto conservador, apologistas de ese proyecto ubicado cada cual en su trinchera, estrategas electorales, periodistas a sueldo, analistas improvisados, encuestadores a contrato, organizadores y conductores de debates ad hoc, funcionarios de turno de organismos electorales y de control, administradores de justicia y amanuenses de cortes, fiscalías y comisarias que legitimaron con su actuación las acciones de los primeros. Son los funcionales entre bambalinas de una super producción en la que todos hemos participado como actores o espectadores pasivos.
Autocrítica necesaria
Un mensaje autocrítico en redes sociales, señala la necesidad de desenmascarar “los pactos por cumplir una agenda que defiende intereses de la banca”, en el entendido de que “siempre supimos que tendríamos a todos en contra”, y “no juzgar con ligereza nuestras estrategias”, para alcanzar una mayoría en la Asamblea Nacional. Ahora “la consigna es resistir, reinventarnos y llenarnos de humildad para seguir caminando junto al pueblo”, ese es “el reto de los que estamos del lado correcto de la historia” y “necesitamos unidad, más democracia interna y sintonizar con el pueblo”.
A esa visión realista hay que sumar los errores del pasado que pesan junto a las ausencias del presente. Ausencia de una orgánica partidista que asuma la conducción politica del proceso y realice la formación ideológica y capacitación política de la militancia. Carencia de una mayor formación y promoción de nuevos cuadros de relevo generacional. Ausencia de una política de alianzas con sectores del entorno político nacional -indígenas, sindicalistas, juventud, sectores de género-, que hiciera posible el establecimiento de políticas públicas desde los intereses concretos de esos sectores sociales. Confusión entre el frente partidista y el frente electoral, que hizo de la campaña mensajes para convencidos y se olvidó de captar a los no convencidos en el proyecto progresista. Pérdida de la iniciativa política en diversas coyunturas, lo que obligó a sumarse a causas ajenas. Excesivo legalismo en la práctica política concreta y exceso de confianza en la institucionalidad cooptada por la derecha. Poca vocación de cambio revolucionario que supere el reformismo político y la modernización de un sistema político obsoleto.
Es probable que el neoliberalismo que retorna al poder, lejos de encontrarse con el país, provoque un desencuentro mayor con el pueblo y su necesidad de políticas sociales, dando paso de un régimen impopular a un gobierno antipopular y represivo. Mientras la urgencia de la ciudadanía de acceder a salud (vacunación), trabajo (reactivación económica), seguridad social (vivienda, créditos, pensiones), cultura y esparcimiento, sea exigida en todos los tonos.
Ecuador está a las puertas de una involución social de grandes proporciones, sin vocación de futuro cierto, con una crisis descontrolada y necesidades sociales insatisfechas. La derecha bancaria en el poder podría conceder ciertas dádivas, luego de asegurar sus privilegios, con el paternalismo burgués acostumbrado para desfogar la presión social. Mendicidad de un Estado privatizado en sus servicios, debilitado en su responsabilidad social e hipotecado a la acción de la empresa privada que lo suplanta en su rol de gobernabilidad. El horizonte nacional del nuevo país no será inamovible, lo probable es que nuevas generaciones reaccionen en la expresión crítica de grupos étnicos, de género y minorías que entren en contradicción con el statu quo.
Hoy la derecha retorna al poder echando mano a las herramientas de la democracia formal, poder ejecutivo y legislativo. Ahora está por verse qué uso hará de ese poder. Por sus obras los conoceréis, dice el dicho. Su acción pondrá de manifiesto para qué le sirve la gobernabilidad adquirida. Ser o no ser, para consolidar privilegios clasistas o para gobernar en beneficio del resto del país. Un país llamado a reclamar derechos colectivos con sus intereses por delante. Una nación que está obligada a exigir justicia, la cual si no existe tampoco deja existir en libertad a la democracia y la paz. Solo la solidaridad y sensibilidad social permiten la convivencia armónica de los pueblos.
La necesidad de una profunda autocrítica coadyuvará a optimizar la práctica política para hacer que las cosas sucedan como la nación soberanamente decida que ocurran. El sentido crítico de la realidad debe también expresarse en una revisión de procedimientos, mecanismos y resultados. La política no puede ser sino expresión de la vida. Queda la opción de cambiar la vida y con ello a la política, y viceversa. Con un verso distinto, considerando la simbiosis dialéctica entre ambas, el ser humano no es lo que dice ser, sino aquello que es y decide hacer, con la política sucede de igual manera.
La vida continúa. Es cierto, pero igual lo hará bajo la contemplación pasiva de quienes dicen transformarla. La consigna es que continúe en su proceso de cambio. La realidad existe no solo para describirla, sino para cambiarla.