Muchos viven convencidos de que en política todo puede suceder. Lo cierto es que en política ocurre lo que los políticos son capaces que suceda. La política es más incierta, mientras menos principios rijan sus fines. Solo existen dos formas de hacer que en política todo pueda suceder, de manera imprevisible, la ambición o la traición. Ambas cosas marcaron el rumbo de los hechos políticos esta mañana en la Asamblea Nacional cuando el movimiento oficialista CREO rompió el pacto con el Partido Socialcristiano (PSC) y se abstuvo de votar por Henry Kronfle, candidato a la Presidencia del legislativo por el PSC. Veinticuatro horas antes la ambición al interior de esa tienda política había motivado la desafiliación de uno de sus opciones a presidir la Asamblea Nacional, César Rohon, molesto por el cambio de candidato en su partido abandonó la tienda.
A la hora de la verdad, CREO se abstuvo de apoyar a su “aliado” en una clara defección que demuestra que en política la felonía es un mal contagioso.
Kronfle estuvo a un voto de obtener los 70 necesarios para encumbrarse a la presidencia del parlamento, lo habría logrado con el voto de Rohon en la primera votación aun con la traición de CREO, pero en política sucede aquello que la vigencia o la ausencia de principios permite. En este caso, la falta de valores ideológicos y éticos en la bancada de CREO, hizo que sucedan cosas imprevisibles.
Luego de un receso programado por bioseguridad y para el cabildeo de pasillos, la Asamblea Nacional suspendió la sesión durante varias horas. El corrillo de ofertas y demandas se puso a la orden del día y una vez más la fórmula “todos contra el correísmo” terminó imponiéndose en una nueva mayoría en formación, compuesta por Pachakutik, Izquierda Democrática e Independientes -eventualmente en entorno al asambleísta Salvador Quishpe de PK-, reordenamiento de fuerzas que tiene el común denominador de haberse inclinado a la derecha como nueva opcióm volátil y portátil, funcional a los intereses del movimiento del banquero que ha demostrado estar dispuesto a un “encuentro” con cualquiera en el camino al poder. Pero la nominación de Quishpe no alcanzó la votación necesaria para obtener la presidencia.
La nueva correlación de fuerzas refleja el espíritu mercantil de la banca, cuyos miembros habituados a toda transacción monetaria sin principios, es la deidad el dinero la que rige su conducta en el mercado de la política.
Guillermo Lasso había guardado sospechoso silencio durante la semana y estaba recibiendo fuertes presiones de los más recalcitrantes opositores de su entorno al pacto parlamentario con el correismo (UNES), incluida su familia. Simplemente cedió a las presiones y a su propia estirpe de mercader de las ideas.
No falta quienes hablan de un retroceso de la política criolla a tres décadas atrás, al tiempo de las componendas, del toma y daca, ya no importa porque te apoyo o te rechazo a condición de que lo haga para que en política sucedan cosas convenientes a mis intereses inmediatos. Esa es la fórmula sin tiempo, pero con mucho espacio en un país desprovisto de cultura política. De principios ideológicos valorables y valorados. Agrupaciones como la ID y PK que proclamaron defender fundamentos ambientalistas y socialdemócratas se les cayó la mascarilla en tiempo de pandemia y se contagiaron con el virus del oportunismo, cuyo síntoma más notable donde todo vale es poner en riesgo, incluso hasta la supervivencia política.
Mal comienza el gobierno de los banqueros, haciendo el peor negocio de la felonía, un mal contagioso y políticamente poco rentable, porque hasta para hacer negocios y deshacerlos entre gallos y media noche, hay que tener fundamentos. El gobierno de Guillermo Lasso acaba de hipotecar la gobernabilidad por consenso, -que le costó la alianza con el PSC- ahora le queda la gobernanza por disenso o la represión. Su palabra «no vale para nada». La arrogancia es un elemento que se mezcla bien con la felonía, una combinación espuria, pero al fin y al cabo efectiva en la política donde el fin justifica los medios.