El foro “Defensa de las democracias en las Américas”, organizado por el Interamerican Institute for Democracy, ubicado en Miami, fue un encuentro trascendental. Por vez primera en mucho tiempo se verificó la unidad de la derecha política regional, representada por ex presidentes, voceros y analistas de Latinoamérica. La unidad de fuerzas conservadoras continentales tiene lugar en un contexto regional de gran polarización que enfrenta a dos modelos de gobernanza: el neoliberalismo y el progresismo.
Ya en la práctica la región muestra países en los que se consolida el proyecto social,-Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Argentina, México-, en tanto que en otros se mantiene una generalizada protesta contra gobiernos neoliberales -Chile, Colombia-, y algunos esperan la opción de que regímenes progresistas retomen el poder, Perú, Brasil. Las excepciones las constituyen Ecuador, Paraguay y Uruguay, países que manifiestan tendencias conservadoras en las últimas decisiones electorales de sus pueblos.
La unidad de la derecha continental, sin duda, es un hito importante, luego de que ambiciones personales, rencillas sectoriales y conflictos de intereses económicos locales han impedido a la tendencia conformar frentes nacionales con opción de acceder al poder. El paso lo dio Ecuador en abril con favorables resultados electorales, y por tal razón, el país es considerado un ejemplo de lucha contra el progresismo. Esta coyuntura explica que el presidente saliente, Lenin Moreno, fuera invitado como orador y principal vocero de la tendencia en Miami.
Moreno en su alocución hizo gala de su alineamiento con las tesis neoliberales en la región, incluso con la geopolítica regional norteamericana. En su intervención justificó su defección a las tesis progresistas y contó cómo entregó el país a los designios del neoliberalismo. En momentos polémicos de su intervención dijo que habría preferido “tener un mejor pueblo” que gobernar. Es la segunda parte del concepto que guarda de su país, en el que terminó “odiando a los que le dieron su voto. Un mejor pueblo lo habría, sin duda, derrocado como se derroca a los traidores, pero este pueblo tuvo que sobrevivir a la pandemia y sobrevivir a su propio letargo político. Las frases de Moreno, prestablecidas en el guión, sonaron a una deliberada estrategia para denostar al progresismo con afirmaciones reñidas con la verdad y hasta solapadas amenazas porque “al socialismo del siglo XXI se lo puede derrotar y se lo debe derrocar”.
Lo más vergonzante es que mientras los “paladines” de la democracia continental reunidos en Miami intercambiaban lisonjas y hacían gárgaras con la palabra democracia, en las calles de las ciudades colombianas la convivencia democrática era ahogada con la sangre de hombres y mujeres que reclaman sus derechos para sobrevivir. Moreno, utilizado como vocinglero por los grupos de poder regional, leyó frases a ratos incoherentes citando autores sin haberlos leído por el solo hecho de aparentar una cultura que no se tomó tiempo de adquirir en la vida.
Durante su intervención no pronunció una sola palabra sobre derechos humanos, nada dijo de la justicia social que reclaman nuestros pueblos, no importan las víctimas de los crímenes del Estado colombiano, ni los derechos de la mujer, los jóvenes y las minorías étnicas. Moreno fue a Miami para asegurar un pasaporte a la impunidad cuando el 24 de mayo, por la noche, decida abandonar el país como su vergonzante y juzgado ex ministro de salud también huido a Miami.
Moreno pronunció en su acostumbrado rastrero estilo las arengas más radicales de la derecha latinoamericana. A coro con los corifeos del neoliberalismo regional mintió, se justificó y dejó la imagen de un repetidor de fórmulas manidas.
El foro de Miami deja algunas enseñanzas. Hoy la geopolítica es diplomática y se la diseña en escenarios internacionales, abiertamente, donde se busca alinear a los países de la región en una diplomacia directa, usando la connivencia e instrumentalizando en ello instituciones de la propia democracia formal como la OEA.
Una lección que la izquierda y el progresismo deben aprender de la derecha que ya aprendió en la senda de sus errores: la unidad es el único camino para hacer viable un programa de gobierno.
No es lo más importante el liderazgo del caudillo, sino el proyecto político impulsado por una estructura orgánica, una organización en capacidad de asumir responsabilidades colectivas presentes y renovarse ante el llamado futuro de la historia.
La derecha en Ecuador inaugura una nueva etapa, ahora gobernará de cara al pueblo, con Moreno lo vino haciendo desde la tramoya. La marioneta ya bailó a su mejor ritmo y cumplió los compases preestablecidos. Ahora Lasso no tendrá excusas, tendrá que gobernar con la tonada altisonante del neoliberalismo a todo volumen, ya no podrá ocultarse detrás de los zapatitos rojos.
Que la derecha asuma su responsabilidad histórica. Y la historia juzgará. El foro de Miami confirma que con el neoliberalismo no se dialoga, no hay posibilidades de una hoja de ruta común, no está en su agenda la realidad social de la región. Y si en su obcecado conservadurismo elitista sus gobernantes se sacan de la manga dictaduras antipopulares y el pueblo termina agobiado por sus políticas impopulares, no tiene otro camino que derrocarlas.