El rol de los medios informativos tradicionales es diverso y oscila entre hacer una apología al modelo político imperante, incluido gobiernos neoliberales, postulados reaccionarios en boca de analistas y campañas políticas impopulares, entre otras causas ideológicas, hasta denostar abiertamente los sistemas políticos progresistas y socialistas. No se trata solamente de una cruzada espontánea por “la libertad y la democracia”, sino de una estrategia finamente concebida, planificada e implementada en los centros de poder políticos económicos y mediáticos auspiciado “por cierta embajada”, como insinúa el periodista Orlando Pérez. En la práctica cotidiana de los medios mercantilistas todo aquello se traduce en reportajes, informativos, foros y entrevistas que ponen al aire cada día con temas recurrentes y coincidentes entre sí.
Una reciente entrevista en el espacio informativo matinal de Ecuavisa a Oswaldo Hurtado, ex presidente democratacristiano, a propósito de la publicación de un libro suyo Dictaduras del siglo XXI, el citado personaje lejos de ser interrogado por el contenido de su libro, dedica los dieciocho minutos de entrevista a denostar todo aquello que no comparte, no entiende o no quiere entender, de la realidad política nacional e internacional.
Hurtado, comienza señalando que “la vieja política fueron gobiernos represivos de la democracia”, y que “el caldo de cultivo del socialismo del siglo XXI son regímenes opresivos que condenan a la muerte por hambruna”. En síntesis, continúa señalando ante preguntas que dejan abierta la repuesta, que “el socialismo está asociado a la pobreza extrema. Se vale de organizaciones democráticas para ejercer poder antidemocrático. Comienza por las asambleas constituyentes que dan poder absoluto al dictador. Cuba era un país adelantado hasta la mitad del siglo XX y hoy es una isla atrasada y pobre que está tratando de establecer un régimen liberal capitalista”.
Hurtado termina con perlas de singular brillo político: manifiesta su “admiración por la sabiduría del pueblo ecuatoriano de votar por Lasso”. Debido a que “votó por un programa que asegura progreso en todos los países del mundo”. Frente al desafío del nuevo gobierno, Hurtado manifiesta que “apostar al liberalismo es el mejor camino para sacar a la gente de la pobreza, y ese es el reto de Lasso.” Para comprender el ideario de Oswaldo Hurtado “resucitado” en la entrevista del panteón de la política de la partidocracia, es necesario remitirse al rol que la Democracia Cristiana que como organización partidista ha jugado en diferentes etapas de la vida social latinoamericana.
La DC en Latinoamérica
Los primeros grupos socialcristianos surgen a comienzos del siglo XX en los países más evolucionados de América Latina bajo la influencia de la encíclica Rerum Novarum y de las primeras manifestaciones de la lucha de clases en el subcontinente. En el seno o al lado de los viejos partidos conservadores, incorporan a su acervo ideológico las teorías desarrollistas que se originan alrededor de la CEPAL y se ligan así a la tecnocracia modernizante. Es el caso de Chile, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México, Perú y Venezuela que, no obstante, demuestran las profundas diferencias programáticas e ideológicas que exhiben las democracias cristianas latinoamericanas. Por una parte los partidos democratacristianos desarrollan estrategias en contextos autoritarios o en democracias frágiles. En contextos autoritarios predominan juegos políticos de transición democrática y de deslegitimación. En contextos democráticos frágiles, en cambio, desarrollan juegos de desplome o de conservación. En estos contextos, cabe destacar su relación con el Vaticano, en ese sentido la emergencia de la DC obedece a los esfuerzos de la Iglesia católica por diseminar su doctrina social. La DC muestra la heterogeneidad existente en sus posiciones programáticas y su ubicación en la escala izquierda-derecha. La realidad de la política continental a fines d elos años ochenta marcada por la injusticia social frente a la cual diversos gobiernos no tienen respuesta a las exigencia y protestas populares, muetra “un fuerte declive de la Democracia Cristiana como resultado de los profundos cambios políticos acontecidos tanto en Europa como en Latinoamérica”. Los partidos que lograron sobreponerse, -el alemán, costarricense y el chileno-, adoptan una postura reformista inspirados en la «economía social de mercado» y alejados del modelo alternativo de sociedad. En una realidad latinoamericana de dictaduras, los partidos DC mantuvieron posiciones subordinadas a los militares y fueron incapaces de echar raíces estables en la sociedad o de llevar adelante un programa político centrista. Esto explica las perspectivas poco favorables de la democracia cristiana en la región a la luz del colapso de sus partidos más relevantes.
La experienci ecuatoriana
Esta evolución no es ajena a la realidad de la democracia cristiana criolla. Basta recordar que Oswaldo Hurtado representa lo más nefasto del rol jugado por la DC en este país. En los años ochenta el gobierno de Hurtado planteó lo que se llamó “la sucretización de la deuda”, un proceso que implicó que el Estado ecuatoriano asuma la deuda externa privada con graves consecuencias para la sociedad y su economía, entre otras, hipotecar al país a las condiciones impuestas por los acreedores de una deuda externa impagable. La sucretización fue decidida por el expresidente Osvaldo Hurtado, el 23 de septiembre de 1983. En ese entonces, el Banco Central del Ecuador asumió la deuda externa privada -que representaba el 25% del total de los pasivos externos del país-, lo que generó perjuicios al Estado ecuatoriano por un monto acumulado de $ 4.462 millones, según estableció la Comisión para la Auditoría Integral del Crédito Público en 2008. A fines del siglo anterior, la democracia cristiana ecuatoriana, a través de uno de sus conspicuos representantes, Yamil Mahuad, -heredero político de Hurtado-, decretó el feriado bancario, tragedia para millones de ecuatorianos que costó al país 8 mil millones de dólares en salvataje a los bancos quebrados.
El rol zigzagueante de la DC en política nacional e internacional, creyéndose la tercera vía la ha llevado a chantajear tanto a la izquierda como a la derecha y coqueteado políticamente con el fascismo modernizado. El papel anticomunista de la DC, preconizado hoy por Oswaldo Hurtado, se inscribe en una forma maniqueísta de plantear el problema entre autoritarismo y totalitarismo, que no refleja la realidad, sino un deber ser de su posición. Hurtado parte de premisas falsas e incurre en el equívoco de no entender que el progresismo surge de la voluntad electoral, pronunciándose por Asambleas Constituyentes en repuesta de cambio a un sistema de injusticia social agotado. Las transformaciones políticas que ha impulsado el progresismo dentro de los organismos e instituciones vigentes, responden al juego democrático y, a la vez, a la contradicción de la democracia representativa burguesa. A todo eso la derecha democratacristiana hoy llama autoritarismo o totalitarismo, y se pregunta cómo desmontar todo aquello impidiendo el retorno del progresismo a como dé lugar.
La historia repetida como farsa, en el discurso trasnochado de uno de los exponentes más notables de la decadencia política del país.
Foto La Repuública