La clásica arenga del sindicalismo mundial cobra hoy más vigencia que nunca este 1 de mayo. Día Internacional del Trabajo, efeméride que conmemora la lucha por el derecho de los trabajadores a una jornada de 8 horas laborables. Conmemoración de homenaje a los Mártires de Chicago, sindicalistas anarquistas ejecutados en Estados Unidos por participar en las jornadas de lucha que tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1 de mayo de 1886 y su punto álgido tres días más tarde, el 4 de mayo en la Revuelta de Maymarket.
El 1 de mayo es una jornada tradicionalmente dedicada a realizar diferentes reivindicaciones sociales y laborales a favor de las clases trabajadoras por parte, fundamentalmente, de los movimientos comunistas y socialistas, entre otros. Lucha contra un modelo de injusticia social, flexibilización y precarización del trabajo, privatización de derechos a la salud, educación, seguridad social y exclusión política.
El proletariado es el primer componente social interesado en realizar el cambio del modelo neoliberal, trasformaciones estructurales al sistema, y no solo reformas al Estado o contemplación pasiva frente a la arremetida ideológica conservadora.
Necesidad y compromiso que requiere hoy más que nunca de la unidad en la diversidad y en la lucha en procura de cambios revolucionarios que permitan dejar atrás al capitalismo salvaje. Unidad en la diversidad de un país inequitativo, junto a los más amplios sectores sociales, étnicos, de género y juveniles por reivindicaciones específicas y concretas.
En los siguientes cuatro años, los trabajadores irán al encuentro con el nuevo régimen neoliberal de Guillermo Lasso, representante de la derecha política y económica criolla que ahora gobernará abiertamente, y no desde la tramoya como lo ha venido haciendo en el morenato. Los trabajadores deberán asistir al encuentro con la historia en una hora crucial para la sobrevivencia nacional. Deberá primar en sus bases y dirigentes la reflexión crítica sobre sus derechos y el de las amplias mayorías ciudadanas, poniendo por delante los intereses de clase que haga posible inaugurar una sociedad de justicia social en un país plurinacional e intercultural gobernado por un Estado de derechos. El futuro está trazado por la existencia en democracia de un modelo neoliberal que tiene dos alternativas: ser un gobierno impopular o convertirse en un régimen antipopular, según se decida hacer uso de la fuerza represiva en contra de los trabajadores y del pueblo.
Trabajadores del mundo neoliberal unidos, bajo la convicción inclaudicable de que sin derechos no hay justicia, y sin justicia no habrá paz.