Para la derecha ecuatoriana el correísmo es un fantasma, sin haber muerto. Deambula en sus pasillos, hace apariciones en momentos menos esperados y quitará los sueños a sus líderes, así en plural y en tiempo futuro. El temor que se apodera de sus voceros tiene que ver con la inseguridad que les inspira el flamante presidente Lasso que, en caso de no lograr una buena gobernabilidad, fracase en su gestión en los próximos cuatro años y así abra las puertas del país al regreso de la tendencia progresista en el 2025; o en su defecto, por lograr apoyo político para cumplir compromisos de campaña decida “aliarse con todos los sectores”, incluida la oposición correista. “Quienes forjaron la victoria la convierten en derrota si se alían con el enemigo”, advierten orondos.
El temor parece tener asidero en declaraciones de Andrés Arauz, luego de las elecciones: “Por allí hay gente que dice que la Revolución Ciudadana ha quedado sepultada. Aquí estamos más firmes que nunca… cuidado se confundan y hagan cálculos errados los que ahora tuvieron la victoria electoral”. La tendencia progresista consiguió 49 de 131 asambleístas constituyéndose en la primera fuerza política individual del país, como tal es considerada un peligro para la gobernabilidad del nuevo régimen. Debe ser eliminada porque es expresión política de “la banda delincuencial del correísmo” que actúa en la Asamblea Nacional, segun manifestó el constitucionalista Roberto López en un canal de televisión y propuso, “una Constituyente que acabe con la Constitución vigente o una consulta popular para poner en vigencia la Constitución del 98”. Tesis que no oculta un totalitarismo constitucional de nuevo cuño que busca impedir todo tipo de acercamiento con el progresismo, eliminándolo del juego democrático.
Luego del resultado de las elecciones del domingo 11 de abril, el ex presidente Rafael Correa tendió puentes y deseó el “mayor de los éxitos” al gobierno de Guillermo Lasso y ofreció respaldo desde la Asamblea Nacional para mantener la gobernabilidad. “Cuente en la Asamblea con nuestro bloque de 50 asambleístas para mantener la gobernabilidad y el apoyo en todo lo que sea beneficioso para el pueblo ecuatoriano”, señaló en un video que circuló en redes sociales. No falta quienes consideran que este comportamiento es expresión de un pacto establecido previo a las elecciones. ¿Qué saben al respecto los promotores de este tipo de debates?
La idea de un supuesto pacto, más cercana en el tiempo, acongoja a los analistas de la derecha que en las pantallas hacen piruetas por explicar lo inexplicable: el correismo es un fantasma que deambula, sin haber muerto. Los medios informativos no solo participan en la batalla ideológica asumiendo posiciones de actores políticos, sino además plantean la línea y sugieren alternativas, “dan pensando” a las élites posibles salidas de gobernabilidad: de estos cuatro años futuros depende que no regresen los pasados 14 años de correísmo al país. Lasso debe comportarse como Presidente, dejar posturas de candidato y gobernar para todos, y en esa gestión no debe permitir que en su gobierno entre gente de oposición, dicen sus “consejeros” analistas. Hay riesgo de un Ecuador con un Lasso que no cumpla, no tenga gobernabilidad y posibilite la victoria correista. “Moreno hizo un buen trabajo de descorreizar, Lasso tiene que seguir haciéndolo”, concluyen.
Esta visión, de alguna manera, apunta en la misma dirección que la opinión de Alejandro Moreano, cuando expresa: “Las bases sociales del progresismo de nueva izquierda han demostrado ser una categórica mayoría nacional, con capacidades de movilización y de resistencia a las embestidas del poder dominante”, y reconoce que, “pese a todo, se han creado condiciones para un gran frente antineoliberal, que reagrupe a las izquierdas”. A este eventual fenómeno político la derecha llama “efecto Macri”, según el cual, Lasso en Ecuador repetiría el guión del presidente argentino. “Lanzará de nuevo al progresismo, no podemos estar desprotegidos para que vuelva Correa”, manifiestan con temor sus vocerías mediáticas.
Del totalitarismo a la violencia
Las tesis de la derecha que oscilan entre proponer “una nueva Constituyente, o una Consulta Popular para que vuelva la Constitución del 98 y les tire abajo todo el garantismo”, denotan inseguridad política y desconfianza en sus propias fuerzas. Existe un detalle no debidamente considerado por sus voceros. No es posible que con una simple Consulta Popular se ponga en vigencia la Constitución del 98, y la propuesta de hacer una Constituyente requiere pasar por la valoración de la Corte Constitucional que ratifique la iniciativa.
Sin embargo, la exhortación puede convertirse en exaltación de intentos golpistas manifestados por algunos sectores activos de las FF.AA, como última alternativa de que hablen las armas. Si los aparatos persuasivos del Estado -legislativo, judicial, prensa, entre otros- ya no funcionan para detener al correismo habrá que echar mano a los aparatos represivos. ¿Qué diferencia hay con el pinochetismo chileno?
La derecha ecuatoriana enfrenta hoy la recurrente disyuntiva de la derecha latinoamericana: cómo lograr gobernabilidad sin que la política del poder en sus manos, se convierta en una dictadura violenta. Voceros de la tendencia acompañan a sus tesis totalizantes con expresiones de irracional odio político: “A Correa no lo detesto, lo desprecio”, dijo el constitucionalista Roberto López con sorprendente expresión de estulticia ideológica. Ante el fantasma del correismo que quita sueños a la derecha, la propuesta de vetusto totalitarismo constitucional, corre el riesgo de convertirse en sonada fascista de corte moderno.