Silencio electoral. Tiempo de escuchar nuestra conciencia. Que el silencio permita pensar el futuro, instancia promisoria que no se elige, se construye. ¿Tenemos vocación como pueblo de construir ese futuro? El futuro es un asunto vocacional, de voluntad política para emprender la construcción de nuevos escenarios sociales. Como toda construcción, es un proyecto de hombres y mujeres con decisión de asumir el cambio con los materiales que disponga la historia.
Está en juego un modelo para armar y otro por desarmar, en eso consiste el cambio, la transformación social que da la perspectiva de transcurso histórico. La profunda crisis que atraviesa el país, la peor de su historia, convierte a la esperanza en un leiv motive y al futuro en opción de una nueva vida por construir.
Qué formidable desafío remontar el estado de postración actual desde la pandemia hacia un porvenir de mejores días. Construir el nuevo país desde los escombros de la descomposición social que provocó el agotamiento de un modelo de injusticias. Superar el Ecuador regentado por la felonía, en manos de un régimen que consolidó un proyecto empresarial con políticas neoliberales de explotación laboral, privatizaciones, negación de la salud y la educación, inseguridad social, inestabilidad laboral y corrupción. Que por lo mismo, termina con el record de un 96% de rechazo popular a su gestión en las encuestas.
El presente nefasto heredado de un pasado histórico de similares características, nos llama a desafiar el futuro y a cerrar el paso al continuismo. Un futuro que no es un estado por elegir, que se lo empieza a construir a partir de una voluntad de cambio. El futuro como progreso, transformación histórica posible y concreta. Construcción histórica que puede ser fruto de un proceso evolutivo, simplemente reformista o revolucionario.
Ecuador ha protagonizado diversos procesos de revolución e involución histórica. Ahí están los hechos en un extenso camino recorrido por la liberación y la justicia. Una conquista colonial monárquica y feudal que ideas libertarias de Eugenio Espejo sacudieron en afán de independencia. Durante la colonia, impuesta a sangre y fuego, rebeliones indígenas contra el mestizaje y la discriminación racista que convirtieron a líderes y lideresas indígenas como Fernando Daquilema, Dolores Cacuango, Jesús Gualavisi, Manuela Lonchango y Tránsito Amaguaña, en pilares del país plurinacional e intercultural luego de siglos de resistencia.
Una corriente republicana conservadora que llevó al poder a Gabriel García Moreno y tuvo la respuesta transformadora del liberalismo en el ideario de Montalvo y en la acción de Eloy Alfaro.
La Revolución Juliana de 1925 que cuestionó el poder económico de la plutocracia bancaria guayaquileña. Y la Gloriosa de 1944 proceso que llevó al pueblo llano a las puertas de la revolución social, traicionada en el tiempo.
Ideas progresistas y voluntad política popular contra un conservadurismo recalcitrante, los dos materiales que forman el cambio. Esta vez el pueblo ecuatoriano, con estos referentes históricos, enfrenta la inmejorable oportunidad de comenzar a construir un futuro con renovada esperanza. Un porvenir de justicia social y saldar una deuda histórica en nombre de un pueblo tantas veces castigado.
Que el silencio electoral sirva para escuchar la voz interior del pueblo. El clamor de la conciencia y la vocación popular por el cambio.