A pocas horas de los comicios del próximo domingo, la televisión criolla muestra una variopinta presencia de opinadores que en una retahíla de afirmaciones dicen interpretar el momento político electoral. Interpretaciones que suelen ser antojadizas, con uno y otro interés de influir sobre nuestra voluntad de electores. La reiteración de frases como “elegimos un destino, no dejemos que otros decidan por nosotros”, se ha vuelto el estereotipo preferido con el cual se convoca a no anular el voto, y a votar por un candidato determinado. ¿Cuál es ese? Pues, el que representa sus intereses o, en su defecto, auspicia la opinión por encargo.
Abrumado por una alucinante propaganda maquillada de periodismo, el país se apresta a elegir nuevos gobernantes con limitaciones propias de una democracia formal. Una elección que deberá ser reflejo de madurez política, prueba de que instituciones situadas por sobre el bien y el mal como instancia confiable, le permiten dirimir las diferencias.
Nos quieren “dar pensando”. Insinúan que “votemos con responsabilidad”, como si los pueblos en uso de sus derechos no fueran responsables de sus propias decisiones. Imaginería desprovista de significado real, vacías muletillas verbales con las que pretenden decirnos qué hacer. Venden la idea de lo “políticamente correcto”, que para los opinadores significa elegir el entramado de un gobierno neoliberal, obsesionado por las privatizaciones y la hegemonía particular sobre los recursos públicos. Un régimen de explotación laboral, discriminación social, cultural y étnica en favor de una clase privilegiada y dominante que ha venido gobernando en detrimento de los derechos del resto de la población. Que hay que “votar responsablemente” – se nos inculca -, no permitir que “otros decidan por nosotros”, se nos reitera como una falacia tramposa.
Que “los pueblos se merecen el gobierno que tienen”, es otra falsedad. Que los pueblos tienen derechos conculcados por malos gobiernos, es cosa distinta. Ningún pueblo se merece un gobierno traicionero. Los regímenes antipopulares castigan a sus naciones, las condenan a padecer desgracias inmerecidas. Los malos gobiernos son elegidos por quienes creen tener razones políticas, son impuestos por la sinrazón o la fuerza. La madurez política hace posible la lucidez electoral para no elegir entre la injusticia o la felonía, la defección política nunca fue un desenlace meritorio.
Se recalca que esta vez “elegimos un destino”, que está en juego el “estado de derecho”, y con ello, “la salud, el empleo, la seguridad y los derechos de la mujer”, que “una dictadura de regreso por otra década en el poder”, no garantiza. Nos “dan pensando” con insolente arrogancia de clase, a través de la soberbia opinión de un periodismo prepago que actúa por encargo. No está en juego el “estado de derecho” entendido como statu quo de privilegios. Los derechos son prerrogativas inalienables que todo Estado debe cautelar con apego a ley, no por ser norma sino por justicia. La salud, no concebida como negocio privado sino un derecho público. El empleo, jamás la explotación de pocos sobre muchos sino fuente de toda riqueza y bienestar colectivo. La seguridad, nunca una imposición del orden establecido sino la certeza de vivir en un país sin riesgos sociales.
El pueblo tiene la opción de no permitir que los agoreros del desastre intimiden su voluntad con falsas expectativas. Con madurez política, este domingo, deberá concurrir a las urnas a decidir por sus derechos con lucidez propia, fruto de la experiencia social de haber vivido las injusticias. En uso de una prístina y soberana decisión.