Ecuador es un país joven y a pocos días de elegir su porvenir, bien cabe la pregunta: ¿qué rol juega la juventud ecuatoriana en la elección de ese futuro? Al reflexionar sobre un tema crucial en una nación con dos tercios de su población menor de 30 años, evocamos la sentencia de Montalvo que afirmó: “desgraciados los pueblos donde la juventud no se rebela contra el tirano y los estudiantes no hacen temblar la tierra”. La afirmación dejó la incógnita de qué juventud se rebelaría contra qué clase de tirano. Las generalizaciones no permiten responder la interrogante. La juventud no es una sola, existen diferencia socioeconómicas, culturales, étnicas y etarias entre quienes la componen; y, por otro lado, hay tiranías civiles y militares, en democracia o dictaduras.
En estos días de campaña electoral los candidatos finalistas aspirantes a la Presidencia de la República apelan a diversos recursos propagandísticos para llegar a la juventud y captar su adhesión y voto. Andrés Arauz lo ha hace desde su condición natural de joven, mientras que Guillermo Lasso ha hecho un esfuerzo de desdoblamiento desde su adultez mayor para asimilarse a las nuevas generaciones. Ambos apelaron a medios juveniles en redes sociales como Instagram, Tik Tok y mostraron videos con mensajes supuestamente juveniles. Lasso llegó a cambiar el vetusto look de banquero por una apariencia de joven millenials con ropa informal, vistosos zapatos rojos o zapatillas deportivas, sin calcetines. Habló de “encontrarse con los jóvenes millenials para escuchar sus demandas” generacionales, derechos de género, minorías sexuales, reclamos ambientalista; ofreció facilitarles el ingreso a la educación superior, otorgar créditos y crear fuentes de empleo a jóvenes de entre 21 y 35 años.
¿Qué particularidades tiene ese grupo etario que supuestamente debe oír y ser oído por un banquero de la tercera edad? El primer rasgo diferenciador es su linaje de clase, las contradicciones socioeconómicas existentes entre hombres y mujeres de segmentos juveniles, sectores de trabajadores asalariados, minorías indígenas y afrodescendientes con evidente denominador común de exclusión social y económica. Según informe de Indicadores Claves de la Década 2001 y proyecciones para el 2050, una mayoría de dos tercios de la juventud ecuatoriana presenta problemas de acceso a servicio sociales. Más de la mitad vive en la pobreza (3 de cada 10) y en la extrema pobreza, 2 de cada 10 jóvenes. La tasa de desempleo juvenil triplica a la de los adultos, 6 de cada 10 jóvenes tiene contratación informal, solo 1 de 4 dispone de seguridad social, y ganan en promedio un tercio menos de remuneración que los adultos. Un 15% de los jóvenes ecuatorianos no estudia ni trabaja.
Existe otra juventud que haciendo caso omiso a sus diferencias socioeconómicas, se dice homogénea agrupada en un grupo etario del nuevo milenio. A diferencia de la juventud social y económicamente excluida, los millenials creen tener “el mundo en sus manos”, porque suponen estar bien informados, y se informan rápido por la tecnología virtual en redes sociales, ventana a través de la cual miran el mundo. Esa conectividad e inmediatez les da supuestas ventajas sobre otras juventudes y grupos etarios. Se sienten mayoría al permear a grupos próximos de familiares y amigos con sus aspiraciones y demandas. Tienen percepción de exclusión generacional y culpan de los grandes males de la sociedad a generaciones anteriores ante las que no temen aparecer parricidas, aun cuando dicen no querer enfrentamientos en lugar de diálogo. Su sentido de la vida es económico y creen ser emprendedores. Defienden la sostenibilidad de la actividad económica, social y ambiental. Buscan emprendimientos para sobrevivir porque perciben que el Estado no les escucha ni fomenta sus iniciativas. Mantienen un marcado sentido consumista y exigen el derecho al acceso de bienes y excedentes de la sociedad. Esa es su nueva utopía, frente al mundo que creen tener en sus manos: mejorarlo para consumirlo mejor, en ningún caso cambiarlo.
El mundo está en distintas manos, siempre lo estuvo, regentado por una generación hegemónica, cautelosa de privilegios, cuyo poder suele radicar en su edad y heredad que recicla y perpetúa de una generación a otra, liderada por los «ancianos de la tribu». Los millenials lo intuyen, y saben que si llegan a dominar el mundo lo harán no como una oleada joven, si no como adultos de una generación políticamente jurásica que reproduce el sistema conforme tradiciones conservadoras.
Los millenials detectan las injusticias de una democracia que permite el dominio de unos sobre otros. No creen en ideologías -niegan las izquierdas y derechas-, frente a problemas generacionales asumen “causas”, donde hay conflictos de clase. Sus causas como generación son los derechos de género, defensa ambiental, igualdades sexuales, acceso a la tecnología, entre otras. Conscientes de su exclusión económica por los adultos, deciden prescindir del Estado que no les brinda oportunidades laborales y eligen su propio emprendimiento como medio de subsistencia. Su poder generacional radica en el acceso y dominio de la tecnología que los mantiene interconectados y aparentemente unidos con una sensación gregaria de pertenencia e inclusión. Su marcado sentido consumista les hace exigir derecho al acceso de bienes y excedentes de la sociedad. Esas son sus utopías.
Al final del día, los millenials quieren perfeccionar el mundo para mejor consumirlo, no cambiarlo. En esa lucha generacional diferencian lo verdadero de lo falso y detectan al candidato banquero como un político inauténtico cuando se acerca a ellos para utilizarlos y utilizar su voto.
Una historia conocida
Pese a la diferencia etaria los jóvenes han oído su historia. Guillermo Lasso – dicen sus publicistas – trabajo desde su juventud, a los 16 años. Comenzó en la Bolsa de Valores de Guayaquil y a la edad de 22 años llegó a ser gerente de Procrédito, empresa que representaba en Ecuador a la financiera Fecrédito, fundada en Panamá por su cuñado Danilo Carrera. En 1984, con 24 años, fue presidente ejecutivo de Finansur y en 1989 asumió la Gerencia General del Banco de Guayaquil. Se convierte en próspero empresario empleando métodos hasta llegar a ser un multimillonario. El enriquecimiento de Guillermo Lasso se produce como propietario de la empresa Andean Investment, domiciliada en las Islas Caimán y relacionada con Multi BG, propietaria del Banco de Guayaquil. Esta entidad financiera aumentó sus recursos de un millón a 31 millones de dólares con la venta de CDR, certificados de depósitos que la banca entregó como comprobante de su dinero a millones de ecuatorianos a quienes retuvo sus ahorros durante el feriado bancario. La banca a la que pertenece Lasso compró CDR a los depositantes a un 40% de su valor real, que luego vendió al 100% a la Corporación Financiera Nacional (CFN), en salvataje bancario. Lasso pudo detectar ese lucrativo negocio porque disponía de información privilegiada, primero como Gobernador del Guayas, -sin dejar de pertenecer al BG-, y luego como superministro de Economía del gobierno de Yamil Mahuad que decretó el feriado bancario. El curriculum de Lasso incluye otros antecedentes. Su fortuna fue depositada en bancos de paraísos fiscales caribeños y fue declarada en subvaloración para eludir la contribución que por ley debió entregar a los damnificados de Manabí y Esmeraldas durante el terremoto del año 2016. Lasso elude el pago de 1.385.844 dólares en contribución por gestión de la entonces directora del SRI, Marisol Andrade, quien le habría aceptado declarar 174.212 dólares de un capital real de 24 millones 566 mil dólares. El gobierno devuelve a Lasso un millón y medio, quedando como aporte del banquero a los damnificados la cifra de 221.092 dólares. ¿Es ese el presidente que requiere Ecuador?
¿Qué juventud es la llamada a rebelarse contra el régimen del candidato banquero en caso de llegar a la Presidencia del país? Acaso la juventud excluida y con auténtica necesidad de cambiar el mundo o aquella juventud que supuestamente lo tiene en sus manos. Ha transcurrido poco más de siglo y medio y seguimos en espera de que la utopía de Montalvo se haga realidad.
Será posible cuando una sociedad que mitifica a la juventud, permita que asuma reales compromisos de transformación social, un paso adelante de su lucha generacional.