Ecuador se apresta a depositar en nuevas manos los destinos del país y bien vale volver los ojos al campo para recordar nuestra vocación agraria. Sentimental y agraria dirán algunos, y evitar, precisamente, aquel romanticismo clasista que solo concibe una realidad del agro con gamonales paternalismos.
Volver los ojos al campo y tomar conciencia de los graves problemas que impidieron históricamente el desarrollo de la agricultura. Enemigos del progreso agrario, mercados poco auspiciosos, largas cadenas de intermediación, difícil acceso al crédito oportuno, engorrosos trámites y altas tasas de interés. Una realidad de enormes carencias, falta de asistencia técnica especializada, limitado acceso al riego, uso ineficiente del agua, deterioro acelerado de la fertilidad de los suelos, riesgos e incertidumbres frente a cambios climáticos cada vez más extremos.
Volver los ojos y las manos al campo para trasformar al Ecuador en el país con un sector agrícola competitivo, incluyente y sostenible, con productos de calidad y valor agregado, bien posicionados en los mercados. Un territorio generador de riqueza y empleo, que contribuya a la soberanía alimentaria y al desarrollo rural participativo. Ese país que se logra con financiamiento seguro y créditos oportunos, asistencia técnica por universalizar, insumos a bajos costos y de calidad, mercados sin la perjudicial intermediación. En definitiva, con acompañamiento estatal necesario que promueva la productividad del trabajo agrícola.
Volver al campo con políticas y planes productivos basados en ejes movilizadores para construir la ruralidad del futuro, desde los territorios y con los territorios. Ruralidad integral y territorial con servicios especializados, mecanización, poda, fumigación, viveros, etc. Concebir un futuro inspirador para jóvenes y mujeres, asegurándoles educación técnica, acceso preferencial a la tierra y al riego, tecnología virtual, agricultura de precisión, agroturismo, y así reducir de la migración campo ciudad. Agroecología con énfasis en agricultura orgánica, recuperación de suelos, mejorar la salud de los hombres y mujeres rurales con menor contaminación en los campos. Una agricultura de cooperativismo y asociatividad que fomente una cultura rural solidaria. Ese es el horizonte que aspiramos ver al regresar la mirada al campo.
Otros solo aspiran ver explotación del hombre por el hombre y exclusión de la mujer, latifundios privados donde reina la inseguridad y la violencia territorial, escenario de policías y bandidos rurales, negocio de chulqueros esquilmando a los campesinos. Ese es el país rural que concibe una burguesía agraria asociada a la banca del candidato que pretende la presidencia de Ecuador para perpetuar sus privilegios.
Superar el pasado heredado de esa burguesía agraria y financiera especulativa que nos condenó históricamente a una cadena de problemas no resueltos por el Estado. Tenencia concentrada de la tierra con vastos terrenos improductivos, incertidumbre económica, procesos laborales obsoletos con escasa mecanización y ausencia de innovación tecnológica, entre otras limitaciones sociales.
Ecuador requiere ver diferentes realidades al volver los ojos al campo. Un país agrario abonado con políticas que transformen la tenencia de la tierra y la entreguen a manos productivas de hombres y mujeres con acceso democrático a insumos agrícolas que les posibilite cultivar productos diversos con destino a mercados sostenibles.
Regresar la mirada al campo para atender las múltiples necesidades de la mujer, guardiana de la vida familiar en el agro, productora con importancia decisiva en las economías populares por su contribución sustancial a la obtención de los medios de subsistencia. A la mujer corresponde la elaboración de alimentos, suministro de atención médica y de vestido para los hijos. Ellas son las transmisoras de culturas tradicionales, música, celebraciones, artesanías, costumbres e idiomas. No obstante, la presencia rural de la mujer muchas veces es invisible en la realidad de un mundo donde el 40% de labores del campo son realizadas por mujeres.
En Ecuador, destaca la presencia de la mujer como fuerza laboral que representa el 36% de la población activa en áreas rurales. Sin embargo, existe un 70% de mano de obra femenina no remunerada y en la ruralidad solo el 25% de la tierra está en manos de mujeres, mientras que un 54% de indígenas son pobres. La mujer rural es fuerza, trabajo y lucha, pese a ello sufre muchas falencias, vulneración de derechos, discriminación, desempleo y falta de apoyo. Se requiere políticas públicas para transparentar el trabajo de la mujer rural y potenciar sus recursos y así lograr mejor calidad de vida. Falta asistencia legal contra la violencia de género, asegurar la salud reproductiva, educación básica y educación técnica de la mujer; una educación que le permita acceso a tecnologías agrícolas modernas. Las mujeres rurales necesitan acceder a maquinaria para trabajar con menos dureza la tierra, actualmente casi todo lo hacen a mano. La mujer deber tener acceso a la propiedad de la tierra que cultiva, apenas el 20% de las agricultoras son dueñas de su predio agrícola.
Volver los ojos al campo el instante de compartir los diarios alimentos en familia. Recordar que son el fruto del trabajo realizado por manos laboriosas en épocas de segar el trigo, amasar la harina, manos que hacen el pan nuestro de cada día y lo llevan al horno para leudado del habitual alimento. Al compartir el plato con arroz en la mesa familiar recordemos esas manos productivas que inundaron los terrenos de cultivo para germinar las semillas de la gramínea generosa. Manos trabajadoras de hombres y mujeres rurales que aseguran el cotidiano alimento a millones de ecuatorianos.
Volver los ojos al campo para transformar su realidad histórica y exigir del próximo gobierno la urgente satisfacción de los requerimientos sociales en un país con auténtica vocación agraria.