El silencio pre electoral tiene dos momentos. Uno comienza con la prohibición de publicar, a partir de hoy, encuestas de opinión, y el silencio de los candidatos pocas horas antes del domingo 11 de abril. En ambos casos, teóricamente, se produce un sosiego propicio para la reflexión de los electores. En ese ambiente silente quedan retumbando los ecos del ruido provocado por las encuestas que registran durante la campaña, no sin cierto morbo, la “carrera de caballos” que protagonizan ambos finalistas a la segunda vuelta. La competencia medida en intención de voto del elector, como en una fotografía instantánea al momento de aplicar la encuesta, es registrada en blanco y negro en la preferencia electoral.
No obstante, el interés del encuestador como lente avizor, ausculta y capta emociones no ideas, sensaciones no conocimientos, subjetividades no realidades acerca de los candidatos y sus promesas de campaña. En guerra estadística las encuestadoras disparan dardos como un deber ser proyectado, matemáticamente, hacia un hipotético escenario. Una vez más lo virtual sustituye lo real, simboliza a una estructura ausente en base a la opinión de un grupo de personas -que no excede, en el mejor de los casos, los 5 mil entrevistados- el cual se considera representativo de 17 millones de ecuatorianos.
Un análisis de la investigadora Atrevia señala que el debate pudo haber influido en la percepción que la gente se formó de los debatientes. Que los debates sirven para que la fotografía electoral sea lo más nítida posible en su registro de la realidad, es una aspiración que se cumple a condición de que la lectura de las encuestas no haya sido solo un relato previamente establecido, un discurso triunfalista a favor de uno u otro candidato concebido por los publicistas de campaña.
El estudio Atrevia establece que el debate tuvo aceptable acogida en el público (78,8%) aunque solo un 32,35% lo vio completo; en ese segmento el debate no fue visto como un espacio donde disipar dudas, porque no permitió el desarrollo de propuesta a los candidatos y el público escuchó una retórica de frases hechas que hicieron que perciba como ganador a Andrés Arauz en un 54,2%. Según el estudio, Lasso habría conseguido tras el debate llegar a un público joven, donde ahora tendría el mayor número de votos. De hecho, se produce un reparto de votos por edades poco común. Mientras Lasso gana entre el público joven (menor de 20 años) y entre el electorado más adulto (mayores de 50 años), Arauz obtiene la victoria entre las edades intermedias (de 21 a 50 años).
Respecto a los grandes electorados que se quedaron “fuera” de la segunda vuelta, el 1.798.057 votos de Yaku Pérez se habría ido en un 31,9% con Guillermo Lasso y en un 16,5% con Andrés Arauz; mientras que el 31,6% a blancos y nulos y el 20,1% seguiría indeciso.
En la actualidad, la gran mayoría de votos de ambos candidatos a la Presidencia del país sigue siendo los obtenidos en la primera vuelta, especialmente para Andrés Arauz, que en voto directo habría subido en 1,2 millones aproximadamente, en tanto que Lasso habría ascendido en 2,6 millones de votos de cara a la votación del próximo 11 de abril.
Intención de voto
En base de las percepciones ciudadanas obtenidas en el debate las encuestadoras investigaron la intención de voto en días posteriores al 24 de marzo. Las cifras son las siguientes: Clima Social: Arauz 56,7%, Lasso 44,3%. Santa Ma.: Arauz 36,0%, Lasso 28%. Perfiles de Opinión: Arauz 37,87%, Lasso 30,19%. Market: Arauz 42,0%, Lasso 41%. Cac Datos: Lasso 38,75%, Arauz 38,04%. Cedatos: Lasso 43,4%, Arauz 38,5%. Click Report: Lasso 51,49%, Arauz 48,51% y Comunicaliza: Lasso 50,9%, Arauz 49,1%. Las tres últimas encuestadoras ha tenido como cliente al candidato Lasso en algún momento de su trayectoria, de hecho Comunicaliza trabaja actualmente para su campaña. Según Cedatos, la última encuesta que esta empresa cerró ayer 31 de marzo, arrojó que el 52% de los votos válidos iría a favor de Lasso, mientras que el 48% apostaría por Arauz.
Más allá de la “guerra de las encuestas” y de “la carrera de caballos” de los candidatos, los ecuatorianos aspiramos a que ambos aspirantes muestren sensibilidad de cara a los grandes problemas nacionales en aspectos de economía, salud, educación, cultura y seguridad. Si bien es cierto que el voto es emocional, las elecciones ganan quienes exhiban capacidad de proponer y cumplir un plan de gobierno que dé respuesta concreta a las necesidades populares de trabajo digno y estable, acceso a la salud familiar, ingreso de la juventud a la educación en todos los niveles, respeto a los derechos étnicos, defensa de las reivindicaciones de género, fomento a la cultura, cuidado medioambiental, entre otras prioridades ciudadanas.
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