Los medios informativos anunciaron que Ecuador entra en fase cuatro de la pandemia de coronavirus. Esto significa, entre otras realidades, que los hospitales ya no podrán garantizar la atención colectiva a la población por tener sus instalaciones saturadas con enfermos de Covid 19, como ejemplo, se anuncia que el hospital del IESS Quito Sur mantiene ocupada en un 145% su infraestructura hospitalaria. Diversas son las causas. Si bien es cierto que ningún país del mundo estaba preparado para afrontar una pandemia de tal magnitud, que se recicla con nuevas cepas virales más contagiosas y mortales, no es menos cierto que en el fondo del problema subyace una realidad de índole político que alude a cómo cada nación maneja la crisis sanitaria.
Todos los países han sido afectados, unos en mayor o menor medida que otros. Expertos incluso señalan una quinta ola de la pandemia en alusión al incremento de contagios durante el mes de marzo, principalmente en Europa y América del Sur. Según estadísticas, la primera ola se dio en abril del año pasado en Europa, y en Ecuador, con la explosión de la pandemia en la ciudad de Guayaquil cuyas cifras de afectados se triplicó en el mes de julio. Una tercera ola tuvo lugar en noviembre con aumento en los Estados Unidos, y baja relativa de contagios en Rusia e India. Luego, como efecto de las fiestas de fin de año anterior, en enero de 2021 se produce el aumentó más alto en la cuarta ola de contagios. La quinta ola se desata en marzo, cuando se pensó que la pandemia cedía en febrero con aplicación de la vacuna, no obstante, la mutación del virus determinó la aparición de cepas virales con mayor transmisibilidad e impacto mortal. Hoy el mundo enfrenta una lucha entre el rebrote y la vacuna.
Si observamos las cifras de morbilidad y mortalidad de la pandemia en determinados países, vemos que éstas guardan directa relación con sus regímenes estatales. Existe dos tipos de naciones, aquellas que con un desarrollo socioeconómico mayor disponían de una mejor infraestructura de salud -pública y/o privada- al momento de desatarse la pandemia a inicios del año pasado, pero no mostraban similar desarrollo político y cultural para hacer frente a problemas colectivos de su población. Estas últimas naciones, gobernadas por presidentes soberbios y arrogantes que subestimaron el impacto de la pandemia en sus países y no adoptaron medidas preventivas y curativas a tiempo. Sus gobiernos desoyeron a los especialistas en salud y solo les interesó la economía azuzados por empresarios privados, grupos económicos de poder ansiosos por reactivar negocios productiva y comercialmente caídos por la crisis. Los casos más representativos los encontramos en los Estados Unidos y Brasil con mandatarios -Trump y Bolsonaro- cortados por similar tijera neoliberal. Ambas naciones americanas lideran hoy las cifras de enfermos y muertos por Covid-19 en el planeta, aun cuando tarde reaccionaron sus gobiernos en el manejo de la crisis.
Ecuador, el pecado de la miseria
Ecuador se encuentra entre las naciones que, además de ser un rico país de pobres, con insuficiente infraestructura sanitaria pública, ha sido gobernado por políticos incapaces que hicieron de la pandemia la ocasión de especular en el poder y mostrar evidente vocación para cometer actos de corrupción, beneficiándose del drama social en plena crisis. Allí está el desenlace, hoy el país se encuentra en la fase cuatro de la pandemia. A estas realidades se suma la falta de liderazgo político de autoridades que no logran movilizar, efectivamente, a importantes sectores de población que burlan diversas medidas de bioseguridad que pudieran haberse emitido desde los comités de emergencia de los gobiernos central y locales.
La fase cuatro de la pandemia se describe, dramáticamente, en los medios informativos con escenas de hospitales colapsados, desabastecidos de medicinas que se comercializan a través de redes sociales a precios exorbitantes, personal médico superado en su capacidad profesional por una creciente demanda de atención clínica.
Latinoamerica sin misericordia
Las escenas en torno a los hospitales públicos son patéticas, con cientos de personas arrodilladas implorando misericordia al cielo con brazos alzados, profiriendo peticiones a voz en cuello por la vida de familiares moribundos, entre ahogados llantos de súplica. Este es el caso de Brasil en el peor y caótico momento de la pandemia; al no haber implementado oportunas medidas de bioseguridad social, hoy contabiliza 3 mil muertos por día que incrementan la cifra global de 313 mil durante la pandemia. Le secunda Argentina, país que mantiene cerradas sus fronteras internacionales para evitar que siga aumentando la cifra de enfermos que ya supera varios millones de personas. Chile, pese a liderar la vacunación latinoamericana con 3.5 millones de personas que ya han recibido ambas dosis de la vacuna y 4 millones la primera, hoy se encuentra con el 80% de la población en confinamiento total, 7 mil nuevos casos de covid en las últimas horas y muertos que desbordan hospitales, morgues y cementerios nacionales. En las ciudades de Santiago y Valparaíso se debió habilitar camiones refrigerados en las calles para contener cadáveres. Este panorama apocalíptico confirma que la vacuna, siendo un paliativo de la pandemia, no garantiza una disminución de contagios masivos a corto plazo, ni peor representa una solución definitiva si no va acompañada de otras medidas sociales de bioseguridad y manejo de la crisis sanitaria. Razón tiene el presidente Biden de los Estados Unidos, cuando declara hace pocas horas en su despacho: “Estamos lejos de ganar la batalla al Covid-19”
¿Qué podemos esperar en Ecuador con el país en fase cuatro, cuando aún no comenzamos la inoculación masiva, con planes de vacunación solo en la cabeza de ministros inmorales e irresponsables que fugaron del país huyendo de la justicia? ¿Qué esperar en una capital, cuyo Alcalde engendró un hijo presuntamente dedicado a negocios ilícitos desde el despacho de su padre en insólita intromisión de funciones administrativas en el cabildo?
Próximos a conmemorar la muerte de Cristo, este año lo hacemos distantes del perdón en una fecha de dolor y desconsuelo social. Un mundo que equivocó los pasos hoy clama redención por el pecado social de la miseria, misericordia en medio de la injusticia colectiva, salvación ante una irredargüible condena.