La campaña electoral en las dos últimas semanas se libra en un terreno de fuerte polarización entre los candidatos presidenciales, el economista del progresismo Andrés Arauz y el banquero de derechas, Guillermo Lasso. Se trata de una campaña sucia desarrollada en medios mercantiles y digitales que tiene al desprestigio y a la amenaza como principales argumentos. En esa campaña con característica de guerra sucia, no están exentos periodistas, analistas, opinadores y encuestadores que, cada cual desde su posición, difunden supuestos hechos que buscan desprestigiar con el fin de deslegitimar al oponente del candidato de su simpatía.
En las últimas horas, en el comando de campaña de Lasso, se generan ataques a su contendor acerca de supuestas ilegalidades durante su trayectoria como servidor público, cuando habría recibido remuneración y liquidación por su permanencia durante años como funcionario del Banco Central habiendo trabajado en comisión de servicio en otras instituciones del Estado. Esta “denuncia” se viene a sumar a otras anteriores, entre las que destaca una publicación de la revista colombiana Semana develando una supuesta financiación del ELN, guerrilla del Ejército de Liberación Nacional a la campaña presidencial de Unión por la Esperanza, UNES. En medios de prensa locales ha circulado a diario la “noticia” de que Andrés Arauz se opone a la dolarización “manejado por su padre político”, el ex presidente Rafael Correa, quien habría manifestado su intención de regresar al país a ejercer venganza en contra de sus juzgadores.
Mientras esto ocurre en los medios y diversas encuestas muestran al candidato Andrés Arauz liderando la intención de voto -Perfiles de Opinión, Omar Maluk, Celag, entre otras-, el presentador Carlos Vera enseña en TC Televisión una encuesta, supuestamente de la empresa Cedatos, realizada en Quito y Guayaquil el 27 y 28 de marzo, en la que Lasso superaría a Arauz por un punto en la intención de voto, mientras que hasta el día de ayer la ventaja del banquero habría subido a 3 puntos sobre el economista, 51,4 y 48,5 respectivamente.
Fuentes vinculadas al candidato progresista no descartan que el origen de la campaña sucia provenga del estilo de asesoría que brinda Jaime Durán Barba, ex secretario de la administración durante el gobierno de Yamil Mahuad, conocido asesor del ex alcalde Mauricio Rodas, del ex presidente argentino Mauricio Macri y políticos de la derecha en México. Y se conoció estos días, la supuesta asesoría de Durán Barba al partido Alternativa Liberal que llevó al parlamento colombiano al narcotraficante, jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria.
En las últimas horas ha circulado en redes sociales un video con la amenazante declaración de un individuo vestido de militar: “Compañeros del grupo, valientes patriotas que están viendo por el bien del país, miren yo soy muy radical en estas cosas. Me doy cuenta que un grupo de delincuentes, a la cabeza el enfermo desquiciado de Correa, al cual he desafiado de frente y dándole la cara a este malnacido, sinvergüenza y miserable, nos está poniendo nerviosos a todo el país, ¿qué está pasando? Yo creo que en caso de que lleguen hacer fraude y a querer coronarse en la presidencia, hay que declararles objetivos militares, eso es todo, punto se acabó. Porque el delincuente que no jode más, es el delincuente con un tiro en la cabeza, y se acabó. Y lo digo frontalmente porque ya es demasiado nerviosismo, demasiadas pendejadas. Ojalá de buena forma se pueda ya entrar a un consenso con todos los partidos políticos, con Pachakutik, etc. Pero de no ser así, preparémonos para darles la bienvenida a este grupo de delincuentes, miserables, mamarrachos, pero el país no se van a tomar, y lo he venido diciendo muy claramente. René Proaño les habla, un abrazo a todos.” Una audaz amenaza que se suma a la campaña mediática de desprestigio.
En el comando de campaña progresista afirman que en el estilo de campaña sucia de Lasso está la mano de Duran Barba, caracterizada por faltar a la verdad y estimular al enfrentamiento, recurriendo a deliberadas mentiras para generar una aureola negativa sobre la imagen de su contendor, que reste votos a la candidatura de Arauz. El candidato progresista ha respondido señalando hechos innegables, por todos conocidos, que forman parte del curriculum del candidato banquero. Ha dicho que Lasso hizo fortuna a su ingreso al Banco de Guayaquil promovido por su cuñado Danilo Carrera D., presidente del directorio de dicha entidad bancaria, casado con su hermana María Eugenia Lasso. Que una vez que capitalizó riqueza, depositó sus haberes en bancos de paraísos fiscales y sus empresas que mantienen recursos fuera del país, transfirió a nombre de su esposa e hijos. Ha agregado que en su condición de miembro del equipo económico de Mahuad, Lasso propició el feriado bancario de 1999 que llevó al éxodo a millones de ecuatorianos arruinados por el congelamiento o retención de sus depósitos en la banca local. Estas acciones, no desmentidas por Lasso, si no constituyen actos ileales, representan la vocación empresarial, ambición de riqueza e instinto de cautela familiar del candidato banquero. Es claro que si no son una transgresión a la ley, sí a la ética, según argumentos de la candidatura de Arauz. Si no representan hechos ilegales sí inmorales, a los que no hace falta sumarles una campaña de desprestigio porque hablan por sí mismos. Cuando un político pierde el sentido ético, se vuelve cínico, es la condición que proyecta Lasso, como una virtud.
La guerra sucia supone el uso de recursos de la comunicación política, distorsión de los hechos, rumor sin confirmación ni fuente verificada, exageración de la realidad, descontextualización de afirmaciones audaces, denuncias sin pruebas comprobables, saturación mediática, mentira disfrazada de noticia, etc. Todos recursos en campaña que funcionan en ambientes de desinformación, ausencia de liderazgo y funcionalización de los medios informativos tradicionales a una propaganda auspiciada con recursos financieros claramente identificados.
La guerra sucia socaba la confianza del país en sí mismo, desacredita desnaturalizando la política y resta credibilidad a la comunicación de los medios tradicionales, como prácticas innobles de perdedores que sitúan al país al borde del abismo de un enfrentamiento fraticida.
Fotografía Milenio