Por Pablo Salgado J.
Lo conocí en1998, en la recordada radio La Luna. Pablo Rodríguez era reportero del programa de rock Luna Negra y yo dirigía La noche boca arriba. En aquel momento, en La Luna se conjuntó un estupendo, nunca repetido, elenco de co-productores que renovaron la radiodifusión quiteña. Esa fue la escuela en la cual se inició en el quehacer periodístico. Nos conocimos y apenas conversamos. En verdad nos presentó Byron Acosta, el director de Luna Negra, quien hoy reside en Estados Unidos. Cuando el programá de rock terminó no lo volví a ver sino un par de años mas tarde, cuando coincidimos en la cobertura de algunos conciertos musicales.
El rock en aquellos años -fines de los noventa- en una ciudad curuchupa, clasista y llena de prejuicios era un tema complejo. En esos años estaba muy bien marcados el norte y el sur de la ciudad, así como la disputa entre el pop y el rock. Recuerdo que en esa época el escritor Huilo Ruales vivía en la Villa Flora y lo visitábamos con frecuencia. Ahí coincidimos con algunos gestores, por lo que la Concha Acústica no nos era ajena y asistimos a un par de conciertos. Por esta relación con los amigos del sur, sabíamos de las dificultades y falta de recursos para los conciertos. Pero esa escasez no importaba, con tenacidad y convicción lo lograban, pues así se hacía cultura en aquellos años. Recuerdo que organizaban rifas; vendían camisetas, con impresiones serigráfícas que elaboraba Diego Brito; o empeñaban lo poco que tenían, incluso los instrumentos. Y así sacaban adelante el Festival. No importaba quedar endeudados y cansados; la satisfacción de ver la Concha repleta y un simple gracias de las bandas y los rockeros, les bastaba.
Sin embargo, no sería sino años más tarde cuando volvimos a encontrarnos e iniciar una amistad marcada siempre por la gestión y la comunicación cultural. Fue en el 2008, Pablo Rodriguez como gestor del festival en la Concha Acústica de la Villa Flora y yo en el Ministerio de Cultura. Y nos hicimos buenos amigos junto a su inseparable Diego Brito. Y empezamos a llamarnos por el sobrenombre de Tocayos. Siempre teniamos tiempo para conversar, para sentarnos y discutir sobre la escena musical y otros temas de cultura. Siempre admiré la incondicionalidad que los dos tenían por ese Festival de la Concha que es parte ya de la historia del rock de la ciudad.
Fui testigo de su amor por la tarea periodística y su pasión por la radio y la fotografía. No se concibe al Tocayo sin una cámara de fotos y sin un micrófono. En varias ocasiones me relató su experiencia en Ultimas Noticias, en donde editó una sección dedicada al rock. Me comentaba las peripecias que debía realizar para las coberturas y su lucha permanente por contar con más espacio en el diario. “En temas de cultura, en todos los medios, sucede lo mismo,” le replicaba casi a manera de consuelo.
Un profundo dolor nos juntó con el Tocayo; el lamentable incendio en la Factory, en la cual murieron 19 rockeros. Iniciamos una campaña para que no se siga satanizando al rock y, sobre todo, para promover en la sociedad, en las autoridades nacionales y locales, en la propia policía, un conocimiento de la cultura del rock. Paralelamente a un concierto que se realizó desde el Ministerio de Cultura en el Coliseo Rumiñahui, se organizaron una serie de charlas en los regimientos de la policía nacional, en donde Pablo, Diego y otros integrantes de varios colectivos del sur, contaban a los policías lo que significaba en la cultura del rock el uso del pelo largo, la vestimenta negra, las cadenas o los tatuajes. Estas actividades nos permitió consolidar una amistad y compartir la pasión por la música y la cobertura cultural.
Con la llegada del gobierno de Rafael Correa y la creación del Ministerio de Cultura nacieron los fondos concursables, lo que permitió al colectivo “Al sur del cielo” contar, al fin, con financiamiento para la organización del Festival en la Concha Acústica y de la Semana del rock. Esto consolidó el trabajo del colectivo -que se transformó en Corporación- y, sobre todo, convirtió al Festival en una actividad emblemática no solo de Quito, sino del país. Esto les dio un respiro enorme frente a la precariedad y, además, motivó significativamente en su pasión por trabajar todo el año en la selección de las bandas, en la producción y en la promoción. Y no solo eso, sino trabajar en nuevos proyectos que a los integrantes de Al Sur del Cielo les entusiasmaba. En esos meses ahondamos en las converasciones, a las que se había sumado los amigos, sobre todo Antony Lozada, de Telón de Acero, quienes publicaban una revista y videos que documentaban el rock en la ciudad.
Después de su paso por Ultimas Noticias, el Tocayo persistió en su tarea autoimpuesta de seguir ejerciendo el periodismo. No se cansó de tocar puertas y construir espacios ya sea para escribir en revistas y suplementos o para producir programas de radio e incluso uno de televisión. Colaboraba con algunas revistas -en esos años circulaban varias- con notas y entrevistas. No se perdía un concierto y siempre con una grabadora y una cámara lograba notas, por lo que se decidió a crear su propia revista, Rocker, que la editaba con el apoyo, una vez mas, de Diego, Danilo Vallejos, y otros colegas rockeros.
Pablo debía realizar los trámites de permisos y autorizaciones para los conciertos. Y se molestaba tremendamente el tener que explicar, una y otra vez, a cada empleado público que los conciertos de rock no son actos de “gran peligrosidad,” como los califcan las autoridades municipales y policiales. Y esta era una de sus luchas, lograr que el acceso al espacio público para la actividad cultural no sea un verdadero martirio. En los conciertos se involucraba al cien por ciento, y se ocupaba de todo lo que sea necesario para ayudar al éxito del evento, no solo a la cobertura y promoción. Y además, en estos últimos años, acudía ya con su hija Daniela, que lo acompañaba entusiasmada. El Tocayo orgulloso de su hija la involucraba en varias tareas y se convirtió en su compañera de aventuras rockeras. Estoy seguro que Daniela, seguirá transitando por el camino trasado por su padre.
El Tocayo tenía ademas el sano hábito de guardar todas sus colaboraciones y cuanto artículo aparecía en los medios, al igual que sus entrevistas grabadas en casettes, así como videos, periódicos y revistas. Qué bueno sería que todo este material, ordenado y catalogado, pueda estar en alguna biblioteca a disposición de los amantes del rock y de los investigadores musicales.
Posteriormente, ya por el 2011, al Tocayo lo animé a publicar su primer libro sobre la historia de la Concha acústica y lo apoyamos con su financiamiento. Es importante, le decía, testimoniar ese proceso en el Sur de la ciudad, y esto implica ir mas allá de un artículo suelto; hay que sistematizar toda la información a través de un libro. Así fue, y a finales del 2013 tenía listo el libro que, finalmente, lo imprimió en la Casa de la Cultura con el título de “Concha acústica, cuatro décadas de historia;” y el Tocayo tuvo la generosidad de incluirme en los agradecimientos.
Varias veces lo invité a La noche boca arriba que -desde el 2015 lo había retomado en Pichincha Universal- para reflexionar sobre la escena musical. Varias fueron las ocasiones en las cuales debatimos y conversamos junto a otros apasionados de la música como Hernán Guerrero y Javier López, o los mismos Ivis Flies, Igor Icaza o Alex Alvear. Luego empezó a coproducir el programa “Al sur del cielo radio,” en la misma emisora, en donde, cada viernes en la noche, junto a Diego Brito y Cristian Castro, con entusiasmo promovía al rock ecuatoriano. De este modo, siempre había espacio para encontrarnos, aunque sea en la puerta de la radio, y conversar largo sobre sus proyectos y las notas que escribía.
Fueron constantes también las llamadas para una pregunta, una duda, una inquietud, un consejo. Recuerdo, por ejemplo, que una tarde me llamó -creo que fue en el 2012 después de que presentamos el precioso proyecto “Taitas y Mamas,” producido con Ivis Flies y Mariana Pizarro- para decirme que estaba con el Chamo Guevara y quería conversar. Por supuesto, le dije, mañana mismo. Y así fue, nos reunimos en el Ministerio Coordinador de Patrimonio, y me presentaron una propuesta para publicar una recopilación de las canciones del querido Chamo. De una, le respondí, estoy de acuerdo en que el país necesita un CD antológico de la trayectoria del Chamo. No tardamos ni cinco minutos en ponernos de acuerdo. Sin embargo, a los dos días, Pablo me volvió a llamar y me dijo que el Chamo lo había pensado mejor, y que no quería que su CD se publique auspiciado por el gobierno. Si esa es su decición, la respeto profundamente; es más, me alegro, le dije, porque es un acto de coherencia con su anarquía de toda la vida. Y ahí quedó el proyecto. No sabíamos entonces que, como un hecho premonitorio, luego el Chamo tendría ese feo episodio con el presidente Correa, quien -de modo injustificado- lo ofendió incluso cuando le pidió disculpas públicas.
El Tocayo y los integrantes de Al Sur del Cielo siempre estaban con proyectos bajo el brazo. En buena hora, lograron luego concretar su viejo sueño de publicar un CD con la historia del rock. Y lo hicieron a través del Fondo Fonográfico, que había creado el Ministerio de Cultura, que publicó la Antología del rock ecuatoriano, una recopilacón de 16 bandas nacionales. Y luego, al fin, consiguieron concretar su propuesta de Rock sinfónico con la participación de la Orquesta Sinfónica Nacional. Felicidad total.
Pero volvían a la realidad y el Tocayo mordía polvo cuando el Ministerio de Cultura se demoraba en los pagos, y tenía que hacer trámites una y otra vez. Y no olcultaba su molestia con los funcionarios que en lugar de facilitar los desenbolsos mas bien los enredaban. “Todo nos descuadra,” repetía furioso. Quizá por ello, los gestores no ocultaron su molestia cuando el Ministerio publicó sus condolencias, y pidieron que se las guarden.
Con el cambio de gobierno y el ascenso de Lenín Moreno, las cosas empeoraron, a pesar de que un músico fue nombrado Ministro de Cultura. Quizá por ello, la decepción fue mayor. El Tocayo, sin embargo, se empeñó en publicar un nuevo libro con sus conversaciones con varios rockeros que, en estos años, han sido esenciales para el movimiento. El libro “Charlas de rock, volúmen 1” apareció en 2019, con financiamiento del Ministerio de Cultura y publicado por la Casa de la Cultura. En estas publicaciones su gran aliado era, además de Diego, el artista visual Ernesto Proaño. La intención del Tocayo era publicar un segundo volúmen ya que tenía material suficiente con charlas con otros referentes del rock. Este libro se encontraba prácticamente listo, por lo que es un deber y obligación de todos quienes lo conocimos, y del movimieno rockero, hacer todo lo necesario para publicarlo.
La pandemia, como sabemos, profundizó la gran precariedad en la que vivían un gran número de artistas y gestores culturales. La emergencia sanitaria dejó en el aire a un numeroso grupo de artistas, ya que se quedaron sin ingresos y eso lastimó a todo el sector. Pero adicionalmente la pandemia se llevó a una gran cantidad de artistas, entre ellos a Diego Brito, su entrañable e incondicional amigo y compañero. Este hecho le conmovió y afectó profundamente. Poco antes se había producido una serie de desacuertos y desencuentros al interior de la Corporación Al Sur del Cielo, lo que llevó a un rompimiento; Diego y Pablo decidieron separarse de esta corporación. Por ello, al morir Diego, el Tocayo contribuyó a la formación de la Fundación Diego Brito, con la cual tenía varios proyectos para desarrollar.
En “La noche boca arriba” realizé un programa de homenaje a Diego, y le pedí al Tocayo que me ayudara con los invitados, lo hizo encantado aunque estaba aún tocado y dolido por esta pérdida. También estaba dolido e indignado por la nula respuesta del gobierno y, particularmente, del Ministerio de Cultura frente a la crisis del sector. Pablo vivía en carne propia, junto a otros rockeros, la profunda precariedad y abandono. Por el confinamiento, no se realizó el concierto en el último 31 de diciembre. La Concha acústica, como no sucedía en los últimos 40 años, se quedó vacía y hueca. Y eso también le dolió mucho. El Tocayo palió esa tristeza con el estreno de un documental La última jornada, en homenaje a su “gordis,” como lo llamaba a Diego.
El 24 de mayo pasado, luego del informe a la Nación, le solicité una opinión de lo que ha sido la gestión cultural del gobierno de Lenín Moreno. El Tocayo me contestó, a través de un audio, de modo contundente: “Este gobierno tiene una enorme deuda con el sector cultural. Estamos dándonos tumbos sin poder respirar y sin ver ninguna mejoría.” Una respuesta que, entonces, no entendimos que presagiaba un doloroso destino.
Poco antes de la primera vuelta electoral, lo invité a una reunión, por zoom, para hablar sobre la situación del movimiento rockero, estructurar una propuesta para exigir un pronunciamiento del candidato progresista en torno a la precariedad de los artistas y gestores culturales. Esa fue la última vez que nos vimos, a través de unas ventanitas en la pantalla de una laptop.
Nos sorprendió su partida, prematura e inoportuna, como casi toda muerte. Confiábamos en que saldría pronto del hospital y lo volveríamos a ver con su camisa a cuadros. Con varios productores de radio se organizó una colecta para ayudar a su familia. Pero no, no pudo ser. Y la mañana del sábado 20 de marzo, muy temprano, recibí un mensaje: “Falleció Pablo.” Y me llené de rabia y dolor. Y luego otras llamadas: “Tenemos que ayudar porque la cremación es costosa.” Y más rabia, porque además no es el único caso, la mayoría de artistas y gestores de este país no tienen acceso a la seguridad social ni a ingresos estables. Es la triste y jodida realidad. Un Estado que nunca aprendió que es su deber cuidar y proteger a sus artistas y gestores. Y un gobierno de Moreno que poco o nada le importa; si en plena pandemia se repartieron los hospitales y ahora las vacunas.
Hoy me sigue doliendo, y mucho, la partida del Tocayo. Como le duele a su familia, a sus amigos, a quienes lo conocieron. Luchó hasta el final, nos dijo su hija Daniela.
Hay mucho que agradecerte, Tocayo. Lo mucho que hiciste por la promoción y difusión del rock ecuatoriano. Y, sobre todo, tu generosidad. Y tu bondad. No estarás solo, te reencontrarás con tu viejo y querido amigo. Nosotros, en cambio, nos quedamos más solos, con un dolor en el corazón, y con la penosa y dolorosa precariedad.
Hoy te abrazo, como siempre, querido Tocayo.