Al constatar las recientes declaraciones del nuevo ministro de Salud, Mauro Falconi, quien afirmó a la prensa: “No hemos encontrado un plan estructurado de vacunación, tampoco data que nos asegure mantener o continuar un plan”, el país ha sido sorprendido. El 20 de enero llegaron las primeras dosis de vacunas destinadas a inmunizar al personal médico y de seguridad en primera línea de contagio, y adultos mayores con mayor vulnerabilidad. Se supuso entonces que comenzaba oficialmente un plan de vacunación nacional en fases hasta alcanzar al 60% de la población en algunos meses del presente año. Pero no fue así.
A partir de entonces autoridades oficiales encabezadas por el ex ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, se sumieron en un inexplicable secretismo acerca del avance de un plan de vacunación que fue anunciado a la prensa. El escándalo estalló cuando denuncias confirmadas revelaron que el ministro había procedido a vacunarse y vacunar a su mamá y amigos de un centro geriátrico privado, propiedad de uno de los hospitales más exclusivos de la capital. El ministro indagado por la prensa mantuvo sepulcral silencio y se negó a asistir al juicio político instaurado en su contra en la Asamblea Nacional. Entre gallos y media noche, una madrugada el ministro Zevallos abordó un avión y huyó del país a Miami. En su reemplazo fue nombrado Rodolfo Farfán, quien duró 19 días en el cargo y, en complicidad con su antecesor, tampoco reveló detalles de ningún plan de vacunación ni listados de vacunados privilegiados que, poco a poco, fueron asomando ante el estupor nacional.
En tanto, en el país se incrementaba la cifra de contagiados y muertos por el coronavirus, y los hospitales permanecían colapsados con sus unidades de cuidados intensivos y hospitalización saturadas. Comenzaban a aparecer en las calles de las ciudades de Quito y Guayaquil vehículos particulares estacionados a las puertas de los hospitales, conteniendo ataúdes en espera del desenlace. En las afueras de los centros de salud podía verse a familiares de los enfermos haciendo vigilia al intemperie en espera de una información sobre la suerte de sus seres queridos, sin que nadie les diera una explicación.
El presidente Moreno frente a esta realidad se vio obligado a reconocer ante la prensa que solo “estaba en la cabeza de ministro el plan de vacunación”. Insólito reconocimiento, y el país se pregunta qué tenía el mandatario en su cabeza cuando el ministro Zevallos le mintió y mentía al país, descaradamente. ¿Qué clase de desvergonzados ha regentado todo este tiempo la nación? La respuesta pende de la indignación nacional, mientras tanto, como resultado de “un agendamiento confidencial y aleatorio” organizado en el Ministerio de Salud, que fue reconocido por el actual ministro Mauro Falconi, se procedió a elaborar una lista con vacunados VIP. Inmunizados en forma ilegal, la lista incluye a ex ministros y sus familiares, funcionarios, dirigentes deportivos y periodistas que hoy son llamados por la Fiscalía a rendir cuentas en una investigación por delito de tráfico de influencias.
El ex ministro de salud, Juan Carlos Zevallos, vacunó a su madre y amigos, y según versiones de prensa, se habría convocado a través del ministerio al ex alcalde Rodrigo Paz, Oswaldo Jarrín. ministro de Defensa, a los periodistas Gonzalo Rosero, Diego Oquendo, a la directora de comunicación de un hospital del IESS y a dos tiktokers costeños, entre otros afortunados, para ser vacunados en fase que no les correspondía. Mientras Lenin Moreno reconoce haberse vacunado él y su mujer y varios ministros, justificando el hecho de hacerlo en una lista “confidencial y aleatoria” por formar parte «del personal de una guerra contra el virus».
Evocando estos hechos pensamos en el texto del poeta y narrador francés Víctor Hugo, Los Miserables, novela que narra las desdichas de este mundo, pero a diferencia de esa obra que describe la miseria humana como carencia de riqueza material, hay otra miseria moral de los miserables de espíritu. Como escribió el autor francés, hay un punto en que los infames y los desafortunados se mezclan y se confunden en una sola palabra, palabra fatal, los miserables.
¿De quién es la culpa? De la indiferencia y de un sistema injusto y obsecuente que esconde nombres y apellidos de los perpetuadores de ese statu quo. El primer responsable es el actual presidente de la República y quienes lo secundan. Recientemente en el debate presidencial se hizo una denuncia que pasó inadvertida, allí se dijo en la cara a uno de los debatientes -el candidato banquero Guillermo Lasso-, «ustedes compraron a Moreno”. Según la denuncia, ¿se alude al cogobierno de Lasso y su presunto financiamiento a los planes oficiales del actual régimen, o se refiere a la compra de conciencia presidencial con dineros plutocráticos? Como haya sido la transacción no se puede uno imaginar un país gobernado por la plutocracia. Habría que revisar en la historia nacional cuando el Ecuador, durante la Revolución Juliana de 1925, se alzó en contra de la oligarquía bancaria guayaquileña que también había pretendido comprar todo un país antes de ser destruido por la plutocracia.
Esa plutocracia permanece intacta y aspira hoy al poder. El actual postulante plutócrata a la presidencia es un autocandidato que nadie propuso, candidato de su chequera, como recuerda un amigo historiador. Chequera que todo lo compra, incluidos presidentes, ministros, burócratas y vacunados VIP. Candidato de la riqueza obtenida gracias a que su hermana casó con quien le abrió el banco para hacer fortuna, según relata mi inquisidor amigo. No es fácil imaginar un país gobernado por un plutócrata fanático del Opus Dei. A penas si alcanzamos a intuir la nefasta amenaza para el país y para la mayoría de ciudadanos de a pie que no tenemos la esperanza de ser vacunados contra tanta ruindad de los miserables.