En la diversidad de la literatura cabe dilucidar si existe como universo con delimitaciones propias una literatura femenina escrita por ellas, o solo hay temáticas relativas a la mujer tratadas por ambos géneros. La revista Rocinante en su número de marzo, dedicado al mes de la mujer, aborda el tema y señala que “no existe una llamada literatura femenina, en la medida en que no existen unas características esenciales en texto alguno a las que pudiéramos colocarles ese letrero.”
Si bien los linderos del universo femenino no están específicamente definidos en la literatura, no es menos cierto que hay una historia que narra las vicisitudes que encaran las mujeres en su lucha diaria por salir adelante en un entorno patriarcal, tradicionalmente dominado por hombres. Esa historia, sin duda, es el relato de la discriminación y marginalidad que impera bajo los preceptos impuestos por el machismo en cuanto al acceso y contenido de lecturas femeninas. Es evidente, se trata de una historia de silencios y sospechas. Silenciamiento de las voces de mujeres, autoras, poetas, mediadoras y lectoras que imprimen un sello personal y de género a los textos. Y recelo a todo lo que escriben los hombres sobre ellas, que resulta sospechoso, como sugiere Simone de Beauvoir. Es justo identificar en la escritora francesa una de las más lúcidas y valientes autoras de su tiempo que, junto con posicionar una literatura de género, democratizó los fundamentos del feminismo como verdades universales cuando puso sobre el tapete aspectos definitorios de la condición de la mujer en la sociedad.
Antes de abrir un libro es necesario abrir la mente para que ideas y sentimientos que palpitan en el texto escrito por mujeres advengan libre, fluyan y se fundan a nuestros propios sentimientos y convicciones masculinas. Solo entonces se cierra el círculo que empieza con la historia, independientemente del género, y termina con la fruición del lector o la lectora.
La escritora ecuatoriana, Lucrecia Maldonado, reflexiona en torno a la interrogante que motiva este artículo. ¿Existe una literatura femenina, tiene género la literatura?. La autora de la novela galardonada con el premio Aurelio Espinosa Polit, Salvo el calvario, señala que “la literatura es una, diferenciarle entre femenina y masculina es algo demasiado exagerado; hay mujeres escritoras buenas y mujeres escritoras no tan buenas, así como hay hombres que escriben bien, otros no tan bien. Sí puede haber en la literatura escrita por mujeres una visión desde lo que es ser mujer, pero creo que la literatura es una sola, no se si alguien me quiera crucificar por lo que digo, pero creo que es así”.
Simone de Beauvoir decía que todo lo que está escrito por un hombre sobre la mujer es sospechoso, “depende de con qué intención lo escribas -señala Maldonado-, siempre en algunas épocas ha habido una confrontación entre hombres y mujeres, otras veces esa confrontación no ha sido muy evidente en las épocas del patriarcado cuando la mujer ha sido más sumisa. Hay rechazo al feminismo en hombres jóvenes que se sienten amenazados de perder algo, o cuando los hombres escriben sobre la mujer con el afán de conquistarlas, no creo que pase más allá de eso”.
Sobre aquello qué hace que una mujer se identifique con lo que un hombre escriba sobre ellas, Maldonado considera que si la mujer es muy joven y el texto va dirigido a ella, a las cualidades que representa, puede haber una seducción, «a medida que las mujeres hacemos nuestro campo de intereses, seduce la inteligencia, y el reconocimiento al lugar que defendemos en el mundo, sobre todo a las mujeres que estamos por un feminismo no violento, pero sí reivindicativo de lo que somos y de los derechos que tenemos”.
Virginia Cosin, escritora argentina, aproxima en revista Rocinante criterios desde el feminismo literario que V. Woolf cuestiona en el texto Un cuarto propio: “¿Por qué los hombres bebían vino y las mujeres agua? ¿Por qué un sexo era tan adinerado y tan pobre el otro? ¿Qué influencia ejerce la pobreza en la literatura? ¿Qué condiciones requiere la creación de obras de arte?. La primera de todas sus conclusiones llega apenas comenzado el libro: «Para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio”. Mientras piensa, Virginia Woolf pasea por el jardín de la universidad, se sienta a disfrutar de una comida o en la biblioteca, comenta Cosin. Una vez ahí busca información en enciclopedias y manuales de historia. No opiniones, sino una descripción de las condiciones en las que vivían las mujeres en la Inglaterra isabelina: “Porque es un problema perenne que ninguna mujer escribiera una palabra de esa extraordinaria literatura, cuando casi todos los hombres, parece, eran capaces de una canción o un soneto” y, un poco más tarde, concluye que «hubiera sido imposible que una mujer compusiera las piezas de Shakespeare en el tiempo de Shakespeare. (…) Una mujer nacida con un gran talento en el siglo XVI se hubiera enloquecido, se hubiera tirado un balazo, o hubiera terminado sus días en una choza solitaria, fuera de la aldea, medio bruja, medio hechicera, burlada y temida”. Si bien no es tan genuino que exista una literatura femenina, “ciertos tópicos como los del amor, la familia y las emociones fueron asignados a la literatura escrita por mujeres, mientras que grandes temas como la guerra y la política serían tratados por hombres”, concluye Woolf.
No es extraño entonces que esto así suceda porque es en los albores de la modernidad, recién nacida la imprenta, que las mujeres empiezan a escribir y a publicar sus textos. No disponían como los hombres de estudios o cuartos propios donde hacerlo, los momentos de lectura y escritura eran robados a los de la cocina o la sala común.
Lo vital es que, como la vida misma, la literatura sea motivo de miradas de mujer.