El debate presidencial se ha convertido en debate, es decir, en una bizantina discusión entre analistas que auguran, recomiendan, prevalecen en su opinión acerca de posibles resultados. A pocas horas del debate opinadores anticipan lo que consideran vaticinios que no hacen más que reflejar su parcialidad por uno u otro candidato debatiente, Andrés Arauz y Guillermo Lasso.
Diversos opinadores han manifestado que en el debate presidencial se juega la credibilidad de los candidatos debatientes, pero no solo eso, y peor, se juega la credibilidad de los organizadores del debate, del Consejo Nacional Electoral, del periodismo nacional, entre otros. Los candidatos podrán “remontar” los resultados del evento en el transcurso de la corta campaña, pero los mentalizadores quedarán estigmatizados según hagan las cosas. Quien pierda el debate después del mismo “le irá peor”, han dicho los analistas, lo cierto es que le puede ir peor a los organizadores si dejan estela de dudas sobre su seriedad, imparcialidad y civismo ya venido a menos.
Un debate es una discusión en la que dos o más personas opinan acerca de uno o varios temas y en la que cada uno expone sus ideas y defiende sus opiniones e intereses, no obstante, asesores“recomiendan” anunciar en primer lugar cada contenido de respuesta, hacer una breve pausa, y responder con voz templada. Pero no descartan el ataque al contrincante y, en especial, lo recomiendan a Lasso quien debe ser un confrontador porque necesita remontar varios puntos de apoyo electoral. Tiene que desnudar en todo sentido al contrincante. No en vano el candidato banquero tiene la escuela prepotente de Leon Febres Cordero y del alcalde Nebot.
Lo cierto es que el candidato que pregunte y responda desde los intereses del pueblo, desde las expectativas de cada ecuatoriano, será quien se lleve los aplausos y la aceptación del televidente que se podría traducir en votos el 11 de abril. Y en esa línea de acción el ganador debe ser honesto, auténtico, convincente.
La guinda del debate
A pocas horas del debate, la guinda del pastel la puso la propia moderadora elegida, Andrea Bernal, periodista ecuatoriana y presentadora de televisión en Colombia, que declinó a conducir el evento programado por el CNE para este domingo 21 de marzo, a las 20h00. Bernal, luego de analizar el reglamento del encuentro periodístico colgó en su cuenta de Twitter un video en el que explica sus razones para no moderar el debate: “No comparto como moderadora, y más aun siendo periodista, que en el debate no exista un segmento de contra preguntas a los candidatos”. Y, más aun, no poder ser la voz de la ciudadanía que obviamente tiene interés en hacer llegar sus inquietudes a los candidatos participantes.
Se tiene previsto que en el debate de una hora y media de duración se abordarán cinco ejes temáticos: economía y empleo; salud, vacunación, seguridad social, desnutrición infantil; democracia e institucionalidad estatal, independencia de poderes, participación ciudadana y transparencia; educación, desarrollo humano y tecnología; relaciones internacionales, movilidad humana y desarrollo sostenible.
El Comité Nacional de Debates integrado por Andrés Checa; Caterina Costa; Valeria Coronel, María Paz Jervis y Paúl Palacios Martínez, manifestó a Bernal que de ellos “no depende la modificación del formato para que su requerimiento sobre las repreguntas a los candidatos pueda ser acogido”. ¿Entonces, de quién depende, quién definió las preguntas, quién está políticamente responsable del debate?
Estas son repreguntas que también quedan sin respuesta.