Se fue la luz, o mejor, suspendieron el servicio los empleados de la empresa eléctrica aun cuando no pueden hacerlo en épocas de pandemia, ni por reparaciones o falta de pago. Pero se fue la luz y el mundo vuelve a un estado análogo. Sin energía eléctrica no hay internet, ordenadores, teléfonos celulares, ni versión electrónica de ese mundo llamado virtual. Un reloj a cuerda sigue marcando su curso inexorable, y a esta hora de la tarde el hielo del congelador se hace agua. Así era el mundo análogo, manual, en cierto modo más humanizado.
El apagón digital nos devuelve viejos hábitos. Por ejemplo leer, ya no en la pantalla líquida de un computador sino más bien en un libro impreso en papel. Mientras enciendo una hornilla de la cocina y un par de velas, pienso cómo sería vivir sin energía eléctrica por siempre. A medida que la noche cae, una penumbra discreta se cierre sobre los elementos y el ambiente se vuelve más frío sin el calefactor encendido. Es un estado natural sin fluido eléctrico que me da la respuesta.
A ese estado que impera en el ambiente se suma el silencio, un receptor de radio apagado y el televisor sin imágenes ni sonidos. La lluvia golpetea con sus dedos de agua los vidrios de la ventana. Es la hora ideal para leer un buen libro, pienso. Es la hora vespertina que se rinde a la opacidad de la tarde. Un libro que encienda los ánimos con luz propia. Pienso en Roberto Bolaño y sus destellos literarios que lo han hecho un autor necesario. Voy por uno de sus libros, préstamo de mi hija Paula, previa recomendación de entusiasta fans literaria del autor chileno. La literatura nazi en América es un libro que destella en la opacidad intelectual del Chile neoliberal de Bolaño y de un continente que a menudo se vence a los cantos de sirena de un fascismo soterrado. Escrito con el oficio de un escritor que hace gala de erudición, audaz en el estilo, innovador en el asunto, seductor en la narración, como quisieran ser todos los escritores, excepcionales, según señala la reseña crítica de contraportada.
En las páginas abiertas del libro relampaguean historias de escritores y escritoras filonazis de la región, personajes protagónicos y el inventario de sus obras desde los años treinta hasta la actualidad. En tono experimental, Bolaño, ofrece una revisión crítica de los textos, poesía y prosa, de autores reales y ficticios en una amalgama de ambientes y conflictos donde se funde lo real con lo imaginario. La intensidad del texto va y viene, el oleadas, narrando la vida azarosa de hombres y mujeres dedicados a una creación literaria inspirada en Hitler y sus subalternos de camisas pardas. Un catastro de su producción en fluida descripción de poemas, novelas y cuentos que remata en penetrantes comentarios de Bolaño. Es la parte, acaso, árida del libro, los detalles biográficos son de una exquisitez cautivadora, con la complicidad que hace que uno lea con los ojos cerrados, quiero decir, cerrados para evocar cada párrafo leído en completa fruición de la lectura.
Cierro los ojos para cuando los abra, hágase la luz. Abro el libro en las primeras páginas y la luz se hace.