Ante la detención de la ex dictadora boliviana Janine Añez se han prendido las alarmas en el sector neoliberal ecuatoriano, y han comenzado a posicionar una nueva ‘idea fuerza’ en los contenidos de sus medios, así como en los discursos de sus politiqueros: la venganza de Correa.
Dicen que si gana el progresismo se instalará con sed de venganza. Comienzan a predicar, tal cual clones del legendario Don Ramón de El chavo del ocho, eso de que “la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”. Fantasean con que vendrá Rafael Correa en la magnificencia de todo su influjo psíquico, sentado en una nube, y enviará al fuego eterno a todos los que pretendieron echar abajo los logros de la Revolución Ciudadana. Ellos, que tantos súper poderes le atribuyen, incluso han dicho que vendrá “a matar”. Y comienza la lluvia de tuits, de artículos de opinión que se pretenden presentar como hechos consumados, de entrevistas en donde tanto entrevistadores como entrevistados inician esta nueva cantaleta: “Correa viene a matar, la venganza nunca es buena, mata el alma, y la envenena”.
En las ciencias del comportamiento humano que estudian los mecanismos de defensa existe uno bien conocido que se llama proyección: una persona atribuye a otra un defecto del que se sabe poseedora. Acusa a otro individuo de lo que sabe y conoce que ella misma posee. La intención puede ser negarlo, pero con tal obsesión que no deja de verlo en todas partes y de atribuirlo a todos sus adversarios. O la intención puede ser también distraer de su propio defecto señalándolo en otras personas, con frecuencia sus adversarios y casi siempre quienes lo poseen en menor grado que quien blande el dedo acusador.
Porque… ¿qué es, si no, una enfermiza y patológica sed de venganza la persecución a todo lo que medio recuerde a los diez años de gobierno progresista? La saña con que humillan a Jorge Glas. El remordido odio emponzoñado con que unos y otros hablan de ‘correato’. La maledicencia en todas las suposiciones que plantean en relación con cualquier acción, sea de campaña electoral o de lo que sea, del movimiento UNES… Los inventos, a cuál más patético, de financiamientos narco-guerrilleros, desdolarización o ‘venuezuelización’ que se atribuyen al binomio Aráuz-Rabascall, a pesar de haberse demostrado hasta la saciedad su inexactitud.
Tan enfermiza y desesperada es su sed de venganza que no les importa el ridículo, y el absurdo se convierte en uno de tantos recursos narrativos que usan para posicionar su odio. Acuñan el caso ‘Bochornos’ que aparte de todo demuestra una patética escasez de inteligencia, pero no les importa. Si pudieran, como hace 109 años, entre medios de desinformación, banqueros, gente de ‘buena cuna’ y politiqueros del otro bando organizarían otra Alfarada con Hoguera Bárbara y todo para saciar su sed de lo mismo que le acusan a su oponente.
Pero la mayor venganza, ejercida con sadismo en este último año pandémico, ha sido contra el pueblo. Sí. Contra ese pueblo que se permitió escoger lo que ellos le han negado consuetudinariamente: su propio bienestar, su autoestima, aunque sea un asomo de equidad.
En venganza por no haber vuelto a caer en sus trampas, a ese pueblo le quitaron todo: educación, salud, trabajo, dignidad. Le robaron sus escuelas y hospitales, le cerraron los infocentros, dejaron destruir sus carreteras y obras públicas. Se burlaron sangrientamente de él con los cuentos de telemedicina y teleeducación. En venganza se rieron en su cara en el momento de permitirle el acceso a una vacuna y le regalaron ataúdes de cartón y el miserable spot publicitario de un cementerio para que se acostumbre a la idea de morir en el desamparo. En venganza, confesada como ‘odio a los que votaron por mí’, le trataron como todos los anteriores a Correa: robándole, despojándole, humillándole, regalando al mejor postor las obras que fueron para él, elevando el escarnio a límites de perversidad sin nombre. Sacándole los ojos, asesinándole y levantando falsos cuando fuera del caso. Llevando a persecución y cárcel a quienes ese pueblo eligió para continuar con la obra realizada durante diez años.
Así que, si es que tanto temen a la venganza, es porque hablan con conocimiento de causa. Ellos, que la han ejercido sin descanso durante cuatro años, saben muy bien de lo que se trata.