Cuando Cortázar escribió el cuento La casa tomada dejó constancia de una realidad que alude a la ocupación de una morada por fuerzas invasivas. Irrupción que va desalojando a propios por extraños. La historia de Irene y su hermano apunta a quienes habiendo heredado un lugar donde habitar sus pertenecías e incumbencias, lo pierden a merced de fantasmas metafísicos que aparecen en la casa y acechan a los protagonistas.
Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia, inicia así el relato Julio Cortázar. Continúa el texto describiendo cómo el protagonista y su hermana Irene van perdiendo, paulatinamente, lo que más aman de sus haberes. Mientras se habituaban a perderlo todo la resignación actúa sobre ellos, convencidos de que con menos parte de la casa todo sería más fácil. Se puede vivir sin pensar, insinúa el autor. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada, cierra el relato el autor.
La casa tomada, metáfora que percibe y describe visos de una situación construida en una mezcla de realidad y fantasía, permite representar aquello que ocurre en otra casa tomada, la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Institución autónoma de gestión cultural, la CCE funciona desde el año 1944 con el objeto de coadyuvar al desarrollo de los derechos culturales y principios programáticos, enmarcados en la política pública cultural del Estado ecuatoriano. Su fundador, Benjamin Carrión, creó la institución inspirado en la idea de que “si no podemos ser una potencia militar y económica, podemos ser, en cambio, una potencia cultural nutrida de nuestras más ricas tradiciones”. Bajo la égida de esa tradición, la CCE asumió las funciones de orientar el desarrollo de la cultura nacional y universal, estimular su conocimiento y difundir los valores de la cultura ecuatoriana; integrar a las diversas culturas del país; fortalecer, ampliar e impulsar el pensamiento, el arte y la investigación científica; rescatar y precautelar la identidad cultural ecuatoriana; defender y conformar el patrimonio histórico y cultural del Ecuador; promover eventos, organizar centros especializados de educación cultural, científica y artística, conformar corporaciones y fundaciones para el desarrollo de la cultura; estimular la creación de núcleos y extensiones culturales en el país, y auspiciar la formación y especialización académica de quienes se destacaren en el cultivo de las ciencias, las artes y la cultura en general.
Hoy, que la institución cultural ecuatoriana enfrenta un proceso eleccionario para renovar sus directivas que, por mandato de la Ley orgánica de cultura y patrimonio, debe hacerlo cada cuatro años, la Junta Plenaria aprobó el 6 de febrero el Reglamento que regirá el proceso, pero dicho reglamento “fue elaborado sin participación del sector cultural, no fue socializado, sino impuesto por el presidente nacional de la Junta Plenaria”, según diversos colectivos culturales agrupados en UNES. El reglamento contiene varios artículos ilegales e inconstitucionales, como señala el sentir de UNES, Cultura y Patrimonio. El artículo 29, literal C, establece que “los ciudadanos que constan en el RUAC deberán manifestar por escrito hasta 30 días de aprobado el presente Reglamento, su voluntad de participar en la Asamblea provincial de elección del directorio”. El artículo es considerado discriminatorio ya que a los miembros de la CCE “no se les exige ninguna carta, atenta contra los derechos constitucionales de igualdad”.
La leguleyada, como tantas a las que se apela cuando se envicia un proceso eleccionario, pretende controlar la voluntad de los participantes en las elecciones de la CCE. La maniobra se propone admitir como votantes y votados solo a quienes fueron aceptados en los núcleos de la cultura al cabo de un engorroso procedimiento de inscripción en el RUAC, que deja afuera a gestores y promotores culturales a cambio de los amigos de siempre y de nunca acabar.
El colectivo cultural rechaza el reglamento “por ilegal e inconstitucional y exige a la CCE dejar sin efecto los artículos atentatorios a los derechos culturales”. En la convicción de que “las elecciones de la CCE, la mayor institución cultural del país, deben realizarse con absoluta transparencia democracia y participación de todos los actores y gestores culturales inscritos en el RUAC y los miembros de la CCE, hace un llamado “a la unidad del sector cultural para juntos defender los derechos culturales de todos los ecuatorianos y ecuatorianas”.
¿Cómo ser una potencia cultural, y realizar el sueño de Carrión, cuando oscuras fuerzas desalojan a gestores de la cultura?
La Casa de la Cultura deberá irradiar luz propia, no el reflejo en sus espejos de fuerzas extrañas que enturbian una realidad en la opacidad de los hechos, la casa tomada.