Desde hace mucho tiempo, y en muchos contextos, existen chistes del tipo:
Hombre 1: – Yo siempre en mi casa tengo la última palabra.
Hombre 2: – ¿Ah sí? ¿Y cómo haces?
Hombre 1: – Digo: “lo que tú digas, mi amor”.
O la otra, que ahora circula en redes, como pregunta ‘inocente’: “¿Puede un hombre tener la razón?”
Acabo de ver una caricatura sobre el día de la mujer en donde aparece un hombre entrando a su sala, convertida en un ring de boxeo y en la otra esquina lo espera su mujer bien provista de unos guantes de box.
Y así pululan una serie de bromas y chascarrillos en los cuales las mujeres quedan como las agresivas, las que gritan, las que tienen peor carácter, las que son insoportables cuando están ‘en sus días’, las que ‘matan’ al que no llega a tiempo a la casa, al que se olvida el aniversario o simplemente al que discrepa.
Y claro, como todo chiste, divierten bastante, pero en este caso pueden ser también el reverso de una realidad muy diferente y mucho más cruel y dolorosa.
Según el portal digital France 24, por ejemplo, por tomar un medio al azar en el buscador digital Google, y con datos de 2018, cada dos horas y media una mujer Latinoamericana es asesinada. Otras escalofriantes cifras del mismo portal, al respecto, y solo por citar:
- 137 mujeres en el mundo son asesinadas por un miembro de su propia familia.
- 58 de cada cien femicidios son perpetrados por la pareja de la mujer asesinada.
- Después de África, América ocupa el segundo lugar en cantidad de femicidios en todo el mundo.
- Una de cada tres mujeres en América Latina sufren violencia física o sexual.
- En la región, el 80% de la violencia física es contra las mujeres.
No parecen estos datos estar muy desencaminados de la realidad. Si bien un solo caso de cualquiera de los sucesos citados sería demasiado, las cifras se vuelven escandalosas. Más aún cuando pensamos en que muchas de esas mujeres violentadas, golpeadas, atacadas sexualmente y por último asesinadas o dejadas morir son menores de edad. Más aún cuando quienes atacan a las mujeres son miembros de su familia e incluso su propia pareja.
El humorismo es parte de la vida, necesario y refrescante, además. Pero a veces se convierte en un triste instrumento de diversos tipos de discriminación y exclusión. No queda a salvo del racismo, de la humillante ridiculización de condiciones físicas dolorosas… y por supuesto del machismo.
Por otro lado, es cierto que también existen (aunque, según las cifras, en porcentajes infinitamente inferiores) mujeres maltratadoras, sobre todo de niños y eventualmente también de su pareja.
Pero no se trata de quién maltrata más a quién. Se trata de observar una realidad deplorable, que merece ser transformada. No existe, por ejemplo, un término que defina el asesinato de un hombre perpetrado por una mujer por el mero hecho de ser hombre, y no existe porque no existe la circunstancia. En todo el mundo, la violencia machista es de esos sucesos que claman al cielo, a la justicia o a lo que sea.
Así que, señores y señoritos, antes de victimizarse entre chiste y chiste, revisen un poco la información disponible y tomen consciencia de la realidad del mundo en donde, respecto de equidad y de derechos, todavía queda bastante por hacer.