Extractos del libro de Kintto Lucas, publicado por la Campaña de Lectura Eugenio Espejo en 2012.
NELA Martínez, Quito (Ecuador), 1944
Todos los rincones de la ciudad parecen rendirse ante la llegada de los camiones y la victoria y la magia. Las calles se llenan de vidas, las vidas son una flor gloriosa, un mundo, una llama que se va prendiendo al pasar, una mujer… Nela… un rostro, una mirada que busca un horizonte que sobrepase el Pichincha, una historia. El fuego arde en el corazón de las personas, quema, la quema, el fuego con su pedacito de vida se desparrama, su corazón se desparrama y la pasión la abraza con imágenes que la tocan, y también la queman… Y las imágenes son memoria, y tal vez en ese mismo momento Nela recuerde a otra mujer que entregó su vida por el amor, otra geografía, otra pasión por el fuego: «Rosa la Roja era tierna y dulce y de un temple tal que asombró a sus verdugos. Forma los primeros soviets en Alemania y enfrenta con los ojos abiertos el pelotón de fusilamiento». En este mayo andino, Nela camina con la misma fuerza en la mirada, y la fuerza y la poesía de las imágenes que surgen. Con la insurrección en un costado de la vida y la vida a flor de piel, como almitas que surgen de la misma gente para acariciar la mañana… como un día de justicia.
Comanda la toma del Palacio de Gobierno y la nombran ministra hasta la llegada de Velasco Ibarra. Su primera acción como ministra es liberar los pájaros, y abre las jaulas para que se queden sin presos políticos…
El mismo día, otra mujer se entrega a la imaginación de crear la historia…y mientras Quito es la pasión de Nela, Guayaquil se enciende en Ana. Ana Moreno organiza la insurrección en el puerto, participa en la quema de un cuartel policial, derrota a los carabineros de Arroyo del Río. Guayaquil y Quito tienen alma de mujer.
Pero Nela no solo pelea, también organiza, también crea, y funda las primeras organizaciones de mujeres en el país. Y como eso era poco, también participa en la creación de un frente continental; y como eso era menos, también forja un frente internacional…
Pero Nela no es solo organización, también es poesía, letra que apresa la realidad y la entrega en versos, versos que juntan la vida y se entregan al mundo, mundos llenos de historias y de historia…«Manuelita Sáenz -dice- tiene su propio destino personal. Peleó en Ayacucho. Organizó el Hospital de Campaña para los heridos en la batalla del Pichincha. Sus órdenes salvaron a Bolívar de grandes errores. Es la derrotada eterna, incluso de la historia oficial».
Pero este 28 de mayo Manuelita camina por su mente, también caminan otras mujeres como Dolores, que tocan la piel y golpean en medio de la gloriosa-gloria de la victoria… Pero mayo pasa, el día de justicia se termina; y pasa la gloria y viene el 45 con su Constituyente, y ella está ahí; y viene la realidad que golpea mucho más, y los tiempos se vuelven nebulosos, y los sueños parecen desvanecerse entre los muros que caen… pero ella se niega, ella no acepta… «Todavía quedan los principios -dice-, queda la palabra clara de Mariátegui, quedan nuevos movimientos por construir, queda la utopía que está más allá de la historia, queda la vida. El sueño vive. Chiapas nos devuelve la posibilidad de un sueño maravilloso»…
Tal vez porque los sueños saben caminar por los pretiles de la realidad, saben transformarse en realidad, y saben volver a ser solo sueños cuando es necesario. Tal vez porque los muros que caen son de papel, tal vez porque vale la pena seguir…
Tal vez porque Nela, como Manuelita, como Ana, como Dolores, son parte del sueño… Tal vez porque «ahora la tarea es aún más bella», como dice…
VIOLETA Parra, San Carlos (Chile), 1917
Los árboles se quedaron sin hojas, los pájaros de mucho canto se marcharon, el sol entristeció de mil silencios y las lunas fueron hielo en madrugadas…El cielo se hizo agua, y el agua caminó por las miradas… Las noches fueron largas, fueron tristes y el invierno fue el dueño de los tiempos…
De pronto: los campos se pintaron de violetas, las parras uvas trilces cosecharon, y el vino se hizo música en guitarras… Violeta fue la flor del pentagrama…
Dicen los vecinos de San Carlos que ese año la primavera se equivocó y llegó en octubre… dicen que llegó con ansias de liberar pájaros y gentes, con vino dulce y amargo en las entrañas, con guitarras-palomas que volaban… que llegó con la magia de amores en la piel, con el fuego en el lecho y en la sed… dicen que llegó dando «gracias a la vida, que me ha dado tanto, me ha dado la risa y me ha dado el llanto. Así yo distingo risa de quebranto, los dos materiales que forman mi canto; y el canto de ustedes, que es el mismo canto. El Canto de todos, que es mi propio canto».
Y ese rincón de Chile se hizo canción, canto surgido del barro como almita nacida de mil pueblos, alma chiquita y grande venida de la raíz misma de esta parte de abajo o sur, o vida…Violeta-primavera de la América, que es mujer-sueño-esperanza… sueños, sueños, sueños…
«Cuando naciste fuiste bautizada como Violeta Parra —dijo Nicanor—. El sacerdote levantó las uvas sobre tu vida y dijo: “Parra eres y en vino triste te convertirás, en vino alegre, en pícara alegría, en barro popular, en canto llano”. Santa Violeta, tú te convertiste en guitarra con hojas que relucen, al brillo de la luna. En ciruela salvaje transformada. En pueblo verdadero, en paloma de campo…»
Primavera de madre sola y diez hermanos, de hogar humilde, de decires recogidos de la vida, de dolores-amores en la piel, de notas musicales y lienzos pintados, de rincones de amigos y poetas y locos que imaginan otro mundo, y rebeldes que hacen falta como hacen falta sueños. Y vivió por la gente entre la gente… preocupada siempre de los otros; dijo Nicanor: «Cuando no del sobrino, de la tía, cuándo vas a preocuparte de ti misma. Viola Piadosa. Tu dolor es un círculo infinito que no comienza no termina nunca pero tú te sobrepones a todo. Viola Admirable».
Y vivió para crear-cantar-mostrar la música de un continente que ardía. Y siendo primavera, no conoció la primavera popular y tampoco el invierno de fusiles y muertes. Un día de febrero de 1967 decidió matar los padeceres, decidió volar y se marchó. «Qué manera de caer hacia arriba —dijo Nicanor—. Y de ser sempiterna esta mujer. De cielo en cielo corre o nada o canta. La Violeta terrestre: la que fue, sigue siendo. Pero esta mujer sola en su ascensión no sube solitaria: la acompaña la luz del toronjil, del oro ensortijado de la cebolla frita, la acompañan los pájaros mejores. La acompaña Chillan en movimiento».
Y Violeta se fue, dando «gracias a la vida, que me ha dado tanto, me dio el corazón, que agita su marcha, cuando miro el fruto del cerebro humano, cuando miro al bueno, tan lejos del malo, cuando miro el fondo, de tus ojos claros»… Se fue con la vida en el corazón, con el amor perdido en la memoria, con el fuego en la piel, con la música en el aire, con el aire…se fue como vino… alegre y triste, añorando la mañana…
TRÁNSITO Amaguaña, Cayambe (Ecuador), 1994
El volcán abre su vida a la magia, abre sus entrañas… que son blancas, llenas de canas como la historia, caliente y fría como la vida, como la navidad que se acerca… La soledad también es parte de la vida, pero aquí no es tan sola, y el frío es parte de la llama que algún día fue. Aquí está ella como la soledad, como el propio fuego, frente a la navidad, frente a su vida, frente a su historia, que es como la historia de su gente. Aquí está la abuela Tránsito frente al Cayambe…
Aquí 85 años son como minutos en la inmortalidad, en la pelea por entibiar el frío y darle más frío al fuego; por juntar frío, fuego y vida para que caminen por todos los diciembres, por darle colores al amanecer, en el amanecer…
Hace varios tiempos, en los años de mucha pela, de conquistar los horizontes con mucho hacer, de hacer… supo del dolor del huasipungo y quiso terminar con él, supo de la necesidad de tierra para plantar y quiso conquistarla, supo que había que juntarse y surgieron los primeros sindicatos agrarios del Ecuador…
Y los indígenas comenzaron a recuperar la vida. Y en el 31, en Olmedo nació la huelga. Y allí está ella… y un aire distinto comienza a caminar la sierra, y ya la navidad no es tan triste, y ya no hay mundos para atar, hay que buscar el tiempo para cambiar, hay que desatar alambres y eliminar las cercas, para que todo el año sea navidad… Pero la autoridad-autora-autoritaria, actúa con lo que sabe, como lo que es, y los sables habitan la zona, y el Cayambe ruge mudo… Chozas y cosechas se destruyen, la vida va entre rejas, y la navidad anda como el tiempo del mundo, como camina el mundo, como el mundo, ¿cómo?…
Hasta que un día una partecita de los huasipungos son devueltos a sus dueños. Y a pesar de ser muy poco, los de mucho tener no lo aceptan, quieren todo para ellos, quieren ser dueños de la navidad. Y la pelea sigue, y la cárcel llega, y la realidad no pasa, y el tiempo recorre la cara de Tránsito, que hoy está junto al Cayambe, esperando otra navidad.
IDEA Vilariño, Montevideo, abril de 1995
A decir verdad, no sé muy bien adónde pertenece esta mujer. Algunos dicen que es del país uruguayo, pero cuando uno lee su obra, o sea su vida, ve que es del país de todas partes, ve fronteras allanadas, fortificaciones desaparecidas, y ve que uno es tanto de ese lugar como todos los habitantes del planeta. Porque el planeta es el lugar clave donde crece y se desarrolla su poesía. Donde las palabras pueden ser las imágenes que más cautivan.
Ella cree que las palabras son como laberintos que hay que caminar para poder descubrir la verdadera imagen del universo.
Las palabras hacen su libertad, y sin embargo la apresan, la conmueven, la llevan por mundos de soledad.
Y si la dejan, ella puede reinventar todas las palabras del diccionario, puede hacer trizas el anochecer y ponerle la sensualidad de dos cuerpos volando-soñando-erotizando todos los sentidos. O agarrar el mar y pintarlo de nubes, que es como pintarlo de nostalgias con forma de mujer.
De sus encontronazos con la libertad, nacieron versos que, en el instante de su alumbramiento, quedaron en el centro palpitante de la historia, se hicieron síntesis de ideales y pasiones. En realidad ella es la palabra, y estará ahí siempre, con una tenacidad que los siglos se encargarán de confirmar.
Pero además su vida es una idea, su mundo, su nombre… Su amor, intenso en la raíz de la noche, siempre cerca, siempre lejos, siempre Juan Carlos en la imagen de la luna, siempre-nunca…
Cuando ella, junto a la generación del 45, irrumpió en la siesta uruguaya, la Asociación de Escritores se había convertido en un cenáculo quincenal donde se repartían sonetos y elogios, y se ensalzaba la decadencia modernista como uno de los mayores lujos estéticos de la época. Fue Giraudoux el que dijo «lo importante es el estilo, las ideas vendrán después». Y fue Sartre el que le contestó «pero las ideas no vinieron».
Lo mismo les pasó a los escritores uruguayos. No vinieron. Solo quedaba el estilo, la aburrida secuencia de los endecasílabos monocordes y absolutamente previsibles. Entonces, los jóvenes más rigurosos renunciaron a los premios nacionales y municipales que jurados complacientes repartían entre los cortesanos de siempre, sin pena ni gloria. Muchos de ellos sostuvieron el juramento durante unos cuantos años, pero —como diría Gonzalo—la única que resistió hasta hoy la ofrenda fue Idea.
Ahora, cuando sale un libro con toda su obra, uno lo mira y la mira, y es como si escuchara toda la poesía que falta escribir.
El libro de Kintto Lucas recoge, además de los aquí reproducidos, breves perfiles de: Delmira Agustini, Isadora Duncan, Teresa de la Parra, María Cano, María Déia Neném, Tina Modotti, Olga Benario, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Carmen Miranda, Frida Kahlo, Celia Sánchez, Adela Velarde, Domitila Chungara, Elena Poniatowska, Juana de Ibarbourou, Evita Duarte, Chabuca Granda, Alicia Moreau de Justo, Clarice Lispector, Elis Regina Carvalho, Marianela García, Hebe de Bonaifini, Ana Lis dos Guimaraes, María Almeida de Quinteros, María Isabel Mariani, Rigoberta Menchú, Silvia Margarita Duzán, Elsie Monge, Toni Morrison, Alicia Martínez de Alonso, Ramona Zapatista, María Luisa Bemberg, Claribel Alegría, Luz Elena Arismendi de Restrepo, Nélida Piñon, Débora Arango y Dolores Cacuango.
Fuente revista Rocinante 149, marzo 2021