Quisiéramos referirnos a cosas gratificantes, sin embargo, poco o nada sucede en el país en tal sentido. Si. También como a miles de ecuatorianos nos indigna hacer un inventario del desastre presente frente a un futuro incierto. Nos entusiasma la idea de referirnos a temas estimulantes, pero ese entusiasmo de diluye frente a lo que somos testigos.
Algo huele mal en Dinamarca, dice el dicho inspirado en Hamlet. No sabemos exactamente qué, pero sí estamos seguros que la putrefacción ocurre aquí en Ecuador, en la descomposición social de un país en manos de políticos inescrupulosos que luego de repartirse hospitales, vender medicinas con sobreprecio, ser responsables de miles de muertos por mal manejo de la pandemia viral y otros tantos centenares por la inseguridad carcelaria, después de reprimir al pueblo en la protesta de octubre, endeudar y quebrar económicamente a la nación, abandonan el barco que se hunde y huyen a Miami, paraíso particular de corruptos y renegados.
Los que se van, lo hacen de manera indigna, en la impunidad, sin dar la cara al juicio del pueblo. Se farrean el Estado en privatizaciones del sector público, desmantelan ministerios y especulan con la vida de los ciudadanos. No obstante, todavía quedan ciertos voceros lambones, periodistas, analistas y opinadores que pretende justificar lo injustificable, que “dan la línea” e indican qué hacer en medio de la desbandada oficial coordinada, mientras otros ya apagaron micrófonos y cámaras y dejan sus puestos de “trabajo” como vocingleras en medio de la desvergüenza.
La otra alternativa es cerrar los ojos y la boca y no darnos por enterado que hace pocas horas presentó la renuncia al Ministerio de Gobierno el General de la Policía Nacional en servicio pasivo, Patricio Pazmiño, ex viceministro de María Paula Romo, responsable de la coordinación logística de la represión popular en octubre del 2019. Pazmiño argumenta positivo para covid 19 y deja el cargo que reconoce cuestionado, luego de la crisis carcelaria que provocó el asesinato de 81 reclusos en cuatro cárceles del país, cuya responsabilidad le compete como autoridad máxima de la seguridad interior del Estado.
La renuncia del funcionario policial, luego de tres meses en el cargo de ministro de la política, se suma a otros que abandonan el barco. La lista en fuga se vuelve grosa, según el modismo argentino, y no es casual que el destino de la huida sea Miami; al final del día, el gobierno norteamericano tiene que cumplir con la parte del trato a cambio del entreguismo fondomonetarista del gobierno de Moreno. Un asilo diplomático no le viene mal a nadie en circunstancias que el régimen del morenato tiene las horas contadas y ahora sálvese quien pueda.
Quien inauguró la lista de renunciantes fue Iván Granda, ex Ministro de Inclusión Económica y Social, el 4 de septiembre pasado. Le secundó Richard Martínez, que dejó vacante el Ministerio de Finanzas a cambio de aceptar un puesto en el BID. En seguida siguió el ejemplo María Paula Romo, cuyo paradero se desconoce desde que abandonó el cargo de Ministra de Gobierno destituida en la Asamblea Nacional por su comportamiento represivo durante la crisis de octubre. Engrosó la lista Juan Sebastián Roldán, ex Secretario General de Gabinete de la Presidencia de la República que dejó el cargo el 19 de febrero pasado. Lo hizo convencido de sus buenos servicios a la patria luego de su entreguismo político al Departamento de Estado y su desacierto económico con recortes presupuestarios a funciones claves del sector social. En seguida se suma a la lista Juan Carlos Zevallos, fungiendo de “buen hijo” queda como el peor ministro de Salud que vacuna a la mamá y a sus amigos con recursos de esa cartera de Estado, renuncia y se fuga a Miami cargando en la conciencia la estadística de miles de ecuatorianos muertos por covid 19.
Como para un concurso de adivinanzas, el país se pregunta: ¿Quién viene a continuación en la retahíla en fuga? ¿Será que abandona el barco el capitán que ya empezó a sentir “dolencias cardiacas” por tanto estrés de hundimiento y huida? ¿Será el ministro Jarrín antes de terminar de entregar Galápagos el “puerto natural” de los gringos, o tal vez Michelena, enredado en las concesiones de frecuencias y jugarretas digitales?
A última hora, antes de partir, hacen denodados esfuerzos por dejar aprobada la “ley de defensa de la dolarización” como eufemísticamente llaman a una ley que busca la privatización del Banco Central. Y el señor Carlos Vera, más papista que el Papa, se descompone de ánimo para increpar a las autoridades del BC que no “defienden la autonomía” de la entidad bancaria y en contra de parlamentarios que hacen cálculos para ver cómo votar la ley acorde con sus propios intereses. Vera escribe en Twiitter informándonos y glorificando los cambios de gabinete: «El ministro de Transporte, Gabriel Martinez, pasa a ser ministro de Gobierno y Jorge Wated deja el IESS para liderar la Secretaría de la Presidencia. Buenos cambios. Hay liderazgo, eficiencia y lealtad sin estridencia. Les toca la embalada final».
Es fácil hacer de la vista gorda, hacernos el gil como dice el pueblo, frente a la embalada final como que no pasa nada. Hubiéramos querido ser periodistas de farándula para inventarnos la realidad, lastimosamente ejercemos un periodismo que debe referirse a situaciones reales que afectan la vida ciudadana, sin fantasear ni volver la mirada a un costado cuando la cosa se pone hedionda.
El pueblo no tiene mala memoria ni mal olfato, otra cosa es la amnesia electoral o temporal. En abril con total lucidez deberá elegir a un gobierno que, en justicia, ajuste cuentas con aquellos que traicionan, defeccionan, fracasan y huyen. Solo entonces sabremos qué huele mal en Dinamarca.