Esa es la pregunta que intentó responder un foro electoral organizado por la empresa Cedatos con participación de María Paz Jervis, socióloga; Arturo Moscoso, politólogo; Javier Rodríguez, sociólogo y Ramiro Rivera, analista. Después de analizar las cifras de los resultados electorales en la primera vuelta, los panelistas ensayaron diversas hipótesis acerca de lo que podría suceder en la segunda ronda eleccionaria. No sin antes adelantar un diagnóstico del país en el que hubo coincidencias en torno a la existencia de una crisis institucional del Ecuador.
En la sociedad ecuatoriana hay “una crisis de representación por la debilidad de los partidos políticos y de las instituciones” llamadas a preservar la democracia. Tenemos en el país un Estado con instituciones débiles. El Estado se constituyó para garantizar seguridad de los ciudadanos, pero vivimos la inseguridad de un Estado que ha perdido la capacidad de proveer seguridad, manifestó Jervis. A los partidos políticos les falta militancia fidelizada y carecen de valores institucionalizados. Lo que está en disputa en la sociedad son los valores progresistas. Está en disputa el autoritarismo y la independencia de las instituciones del Estado. Se trata de una disyuntiva entre «un autoritarismo moral y un autoritarismo institucionalizado». No obstante, el electorado no decide el futuro del país, concluyó la analista.
“La política no se agota en la retórica -manifestó Rivera- porque tiene que ver con las aspiraciones de la población”. Ecuador no es un escenario propicio para contar con instituciones constituidas ni reglas acatadas. No es un país para el desarrollo de un sistema político e ideologías, sus problemas son prácticos, nunca hubo un sistema de partidos organizados, solo tuvimos caudillismo y redes clientelares. No hay democracia plural republicana que funciones sin partidos, concluyó el parlamentario.
En el análisis los intervinientes dejaron entrever que en la primera vuelta el voto tuvo carácter “afectivo, sentimental”, en tanto, en la segunda vuelta será un voto “en contra de algo o de alguien”. En ese sentido está en juego -dijeron- un modelo correista y otro anticorreísta, disyuntiva en la que «el miedo y el temor juegan un rol importante». Sin embargo, concluyeron en que nadie es dueño de los votos y no hay transferencia automática de la votación de uno a otro candidato.
En cuanto a la composición del electorado -según encuestas- entre electores de 40 a 45 años un 18,7% es manifiesta ser de izquierda, el 19% de centro y un 18% de derecha, mientras que un 39% no sabe. En edades comprendidas entre 20 y 45 años el 22% es de izquierda, 19% derecha y 13% de centro. Entre los jóvenes, un 13% está en la izquierda, 20% en el centro, 21% en la derecha y 30% en ninguna tendencia. Las mujeres, el 17% dice ser de izquierda, 17% de centro, 19% de derecha y un 40% de ninguna tendencia. Entre los hombres, el 20% manifiesta ser de izquierda, 21% de centro y 17% de la derecha. La encuesta reveló que el electorado quiere un candidato presidencial que demuestre “compromiso, honestidad, iniciativa y conocimientos. Un estadista sincero y creativo, que sea un ejemplo para el país”.
Con todas las variables expuestas, la conclusión a la que arribaron los panelistas es que no necesariamente el futuro del Ecuador está en manos de los electores, ni ellos lo deciden. Lo que supone, no existen condiciones para hacer prevalecer la voluntad popular en términos reales.