La lectura, esa íntima batalla como titula uno de sus libros Iván Éguëz, da pábulo para decir que es una batalla placentera o por el placer contra los vacíos de una vida sin los resplandores del pensamiento y sentimientos de escritores recomendados. El encuentro con el libro, la lectura, como dice el mismo Égüez, es una “unión libre entre un texto y quien lo lee”. Unión que supera el acto solitario de escribir, que la lectura vuelve solidario.
Valga esta apertura para una reflexión sobre el gesto de leer según el criterio de lectores asiduos. En época de pandemia la lectura valga también de efectiva vacuna contra el hastío del encierro y, por qué no, contra el fastidio que provoca salir a la calle bajo la amenaza de un virus.
En un país habituado a no leer, pensar una campaña que motive a la lectura parece otra quijotada de las tantas que hace falta en el país para dejar de ser lo que es. Siendo la lectura un acto íntimo suena hasta sospechoso que una campaña pretenda hacer que la intimidad de la lectura surja en encuentros coloquiales, colectivos, y se formen comunidades en torno al libro o los libros. Será que ese encuentro íntimo, casi clandestino, dependerá mucho del estado del ánimo para receptar la riqueza que provee un libro abierto.
El acto existencial de leer es abordado por revista Rocinante en su edición de febrero en referencia a textos publicados en su colección Luna de Papel, y que se pueden adquirir en línea en librería Rocinante. Para ello se vale de la percepción de escritores-lectores que disciernen misterios de este amor, diríamos, incestuoso por los libros. Afecto transgresor, porque un libro trae esa carga inaudita que rompe esquemas mentales, cuando no remueve cimientos ontológicos de un ser humano. Incestuoso, cuando el libro es una suerte de hermano mayor, sino el progenitor que enseña un derrotero vital.
Desde una retahíla de apreciaciones literarias que dan cuenta de esa relacion escritor lector, aprovechamos luces encendidas que dejan entrever claves esenciales del acto de leer. Entre otras, la epopeya de Nélida Piñón a quien los libros prorrogaban la existencia e impedían caer en las redes de lo banal, no obstante que nunca recibió verdades y certidumbres, porque según confiesa, intuía que las palabras salían del horno de la mentira que revestía las acciones humanas. Sin embargo, la lectora exigía que esos libros de infancia y juventud le proporcionaran una dosis mínima de delirio en una libertad que repudiaba estigmas y condenas. Amante de la lengua, Nélida se lanza al encuentro con esa materia sonora que sirve a la literatura e incluye sabiduría en su expresión que excede la agonía humana, según confiesa. La literatura es su campo en medio de delicias y maldiciones, le acerca a una perfección, escribiente y lectora, creyente que el mito yace bajo el abrigo del tejado de los sueños.
También la literatura, cual desafío al amor, la solidaridad e inventiva artística, significa para la autora cubana de libros para niños, Alga Marina Elizagaray, nuevos retos para el mejoramiento humano. No es tan cierto que los niños y jóvenes no quieran leer, afirma en cambio el académico colombiano Fabio Jurado, quien desmenuza en los textos escolares esa parte fragmentaria de obras literarias vistas con visión utilitarista e incompleta, enmarcada en análisis memoristas, infértiles y aburridos. Jurado se regocija cuando para el lector joven resulta nada más fértil que mirarse en sus semejantes, es decir, en esos personajes de papel de historias que develan la cotidianeidad escolar, donde la fuerza de la costumbre impide, a veces, ver el otro lado de la luna, según registra Rocinante.
Qué decir de Alquimia de escribir, el compendio de Roberto Rubiano que recoge fragmentos de autores clásicos y otros más recientes, en páginas que enseñan a leer de otra manera, refiere el autor. Una bitácora en el trayecto de la lectura recomendada para profesores y estudiantes que sirve de guía en técnicas narrativas, inspiración, géneros, estilos, publicación y crítica, escrita de puño y letra por autores consagrados.
En dos ensayos sobre Eugenio Espejo, uno de Federico González Suárez, y otro de Carlos Paladines, se sugiere que para juzgar los méritos literarios de un escritor será necesario conocer a fondo el contexto social e histórico donde vivió el escritor. Paladines se detiene en el análisis de la cosmovisión ilustrada del pensamiento de Espejo donde cobran real dimensión recomendaciones, metodologías y textos sobre la lectura, la escritura y el habla. La visión de Espejo en una teoría de la lectura a la que alude el texto, requiere ser reconstruida en la actualidad, concluye el autor.
Francisco Delgado en Mirada dentro, palabra fuera, muestra la importancia cultural de leer y cómo presentar proyectos de lectura o mediación que “tienden puentes y pueden construir destinos”, y abren ventanas para que otros puedan disfrutar de paisajes de los que el mediador ya ha disfrutado. Dicha labor no es más ni menos que arrullarnos “al calor del texto y vislumbrar los interiores de un paraíso textual al que podemos acceder cuando nos hayamos convertido en buenos lectores”.
En Palabra (im)presa, Alfonso Monsalve esboza una panorámica de la historia cultural en cinco momentos: el desarrollo de un lenguaje y sistemas de comunicación mediante la palabra; el hallazgo de la escritura; la concepción del libro; el invento de la imprenta; y el descubrimiento del código binario. Esta visión abarcadora permite a Monsalve concluir en que “la posibilidad de comunicación entre todos los hombres ha transformado nuestro mundo deformándolo, pero nos permite transformarlo reformándolo”. Es menester recuperar esta herramienta revolucionaria de las manos de usurpadores, señala el autor.
El cubano Waldo González en un resplandor del acto de leer en la compilación La lectura ese resplandor, muestra voces plurales de diversos autores. En el prefacio, Iván Égüez, advierte que el libro interesará a maestros y mediadores, pero también al lector que no tiene tiempo de subir al árbol y tomar todos los frutos, eligiendo de la cesta los mejores.
Juan Carlos Arteaga inicia su libro Lectura y escritura de lo obsceno con una provocación: “No existen ni buenos ni malos en el amor, solamente sobrevivientes”. En sus páginas insinúa ejercicios de lectura o creaciones literarias provocadas por lecturas apasionadas de autores clásicos desde Durrell a García Márquez, transitando por Kafka y Nabokov, entre otros. El libro ensaya una respuesta a la cuestión que se pone en escena en una obra literaria y cómo se relaciona aquello con el mundo del exterior, de lo no dicho pero sugerido, y que sobrecoge.
En una invitación a la lectura, la dominicana cubana Camila Henríquez Ureña insinúa un recorrido por la senda de la lectura, sugiriendo claves para disfrutar el arte de leer diversos géneros literarios, bajo la premisa de hacerlo con sensibilidad e inteligencia. La autora refiere la influencia que ejerce el público sobre el escritor con una opinión basada en la afición y el cultivo inteligente de la lectura. En el conjunto de ensayos bajo el título Lecturas tatuadas, letras, plástica, música, su autor Jorge Velasco Mackenzie muestra referentes elegidos en una reflexión sentida y aguda sobre diversas temáticas: la narrativa histórica, la literatura ecuatoriana en las obras de Medardo Ángel Silva, Hugo Mayo, Miguel Donoso Pareja. Así también apreciaciones del autor sobre artistas plásticos latinoamericanos. Velasco Mackenzie sugiere “cómo ser leyente, un signómano sin cura”, amante de lecturas difíciles.
También el menú de la colección Luna de Papel incluye un Diccionario Lesper con un puñado de textos que buscan atizar la polémica acerca del arte contemporáneo. Su autora Avelina Lesper propone, irónicamente, un diccionario anti consulta con el fin de desacralizar el arte a los ojos de curadores y comisarios del arte. Con pertinencia, Abdón Ubidia recuerda en el prólogo del diccionario “ha llegado la hora de denunciar la miseria del arte propiciado por los grandes centros de poder del arte mundial. Estamos ya cansados de paredes hechas con grasa de liposucción, de cadáveres plastificados de bienales y concursos que premian sabanas ensangrentadas, cartones mugrosos o lámparas viejas. Ha llegado la hora de decir, por fin: ¡el rey está desnudo””.
Finalmente, tomando en cuenta que la lectura es una frontera invisible como reza el título del cubano Enrique Pérez Díaz se sugiere una guía para profesores y mediadores de lectura. La lectura, frontera invisible, es un libro que ofrece el sustento teórico y las referencias necesarias para acompañar a niños y jóvenes en su incursión en el universo de la literatura, como lectores presentes del futuro.
Magníficas claves de lecturas en pandemia durante noches de Luna de Papel.