Un sociólogo amigo cuando hablaba de Ecuador se refería a que el nuestro es un país sentimental y agrario. Recuperando su vocación agraria, diremos que el país se constituyó desde sus albores ancestrales en el campo, con labores en la producción de alimentos para la sobrevivencia de sus habitantes. Actividad humana alterna a la caza y la pesca que nunca dejó de ocupar un lugar primordial en la convivencia comunitaria del país.
Sin embargo, una visión panorámica a la realidad del agro en su etapa republicana, revela a un país con problemas graves que han impedido históricamente el desarrollo de la agricultura. Entre los principales frenos al progreso agrario destacan mercados poco transparentes y con largas cadenas de intermediación, difícil acceso al crédito formal, engorroso, a destiempo y con altas tasas de interés, falta de asistencia técnica especializada, limitado acceso al riego, uso ineficiente del agua, deterioro acelerado de la fertilidad de los suelos y de la calidad del agua, riesgos y cambio climáticos cada vez más extremos.
Este diagnóstico plantea desafíos concretos para trasformar al Ecuador en un país con un sector agrícola “competitivo, incluyente, y sostenible, con productos de calidad y valor agregado posicionados en el mercado nacional e internacional, generador de riqueza y empleo, que contribuya a la soberanía alimentaria y al desarrollo rural territorial participativo”, según señala el plan de gobierno del binomio Arauz Rabascall.
En una visión promisoria para el 2030 el plan propone “construir sobre lo construido”, realizando avances en vialidad, hacer represas multipropósito y redistribuir tierras estatales. “Reconstruir lo construido”, recuperando la institucionalidad pública, regular las importaciones y fortalecer la banca pública. “Corregir los errores”, la falta de apoyo a la asociatividad y cooperativismo, empoderamiento de los productores, y del sistema de extensión rural de cantidad, crédito ágil y oportuno. “Continuar lo que se había iniciado”, apoyo al riego tecnificado, investigación en la producción agro-ecológica en espacios de concertación de las cadenas. Brindar especial prioridad a la agricultura familiar campesina y a la producción agroecológica de productos diferenciados y de calidad.
El plan reconoce cuatro ejes movilizadores para construir la ruralidad del futuro, desde los territorios y con los territorios: Ruralidad integral y territorial para lograr servicios especializados, mecanización, poda, fumigación, viveros, etc. Futuro inspirador para jóvenes y mujeres, asegurándoles educación técnica, acceso preferencial a la tierra y al riego, tecnología virtual, agricultura de precisión (riego tecnificado, drones, automatización), enseñanza de idiomas, agroturismo, y así lograr reducción de la migración campo ciudad. Productos sanos y sostenibles, trazabilidad que permita seguimiento al proceso de evolución de los productos en cada una de sus etapas. Agro-ecología con énfasis en agricultura orgánica, recuperación de suelos para mejorar la salud de los hombres y mujeres del campo gracias a una menor contaminación. Cooperativismo y asociatividad que fomente una cultura cooperativista y solidaria, así como la profesionalización, promoción e intercambio con mayor inclusión agraria.
En esa líneas de acción el plan se propone 10 políticas transversales para recuperar el agro ecuatoriano.
1 Tecnología. Fomentar uso de semillas e insumos certificados, el mejoramiento genético y la mecanización del campo.
2 Asociatividad y Cooperativismo. Desarrollar capacidades humanas y de gestión con incentivos económicos y fiscales, e integración de la cadena con agregación de valor en beneficio de los asociados.
3 Mercados. Regulación para productos estratégicos y sensibles. Fomento de exportaciones y sustitución de importaciones. Impulso a negocios inclusivos.
4 Crédito. Ágil, oportuno y a la medida del cultivo, con tasas de interés preferencial (5%). Creación de fondos de garantía.
5 Asistencia técnica. Acompañamiento permanente y multidisciplinario de calidad con operadoras locales de servicios.
6 Acceso a la tierra. Creación de un Fondo de Tierra, otorgando créditos en condiciones especiales para compra de tierras dedicado a jóvenes. Reforma a la ley de Comunas para facilitar acceso a crédito a comuneros sin títulos de propiedad individual. Revertir uso de tierras improductivas. Desincentivar procesos de arrendamientos de tierras de propietarios ausentistas a pequeños productores.
7 Seguridad y autoestima. Impulso al Seguro Agrícola, aplicación de mecanismos de fijación de precios a futuro. Revalorización del oficio de agricultor.
8 Riego. Valorización de grandes obras. Construcción de canales segundario y terciarios. Incentivos al riego tecnificado eficiente. Reestructuración de la institucionalidad (SENAGUA, EPA, Gobiernos Provinciales, MAG, etc.)
9 Fertilidad de suelo. Introducción de rotación de cultivos. Control de agroquímicos de etiquetas rojas. Fomento de laboratorios de suelos y análisis. Producción de bio-insumos.
10 Información. Regulación para los productos estratégicos y sensibles. Fomento de exportaciones y sustitución de importaciones.
El proyecto se plantea estimular un desarrollo rural diversificado, a través del Agroturismo, turismo comunitario y de aventura, desarrollo de servicios especializados en ciudades intermedias, agroindustria y desarrollo artesanal. Para ello se plantea el compromiso de apostar al agro y a la agroindustria, lo que se traduce en prioridad política y, por lo tanto, a nivel presupuestario de apoyo al desarrollo de organizaciones de servicios y empresas de propiedad colectiva y apertura comercial razonada y condicionada a la protección de ciertos productos sensibles tales como maíz, arroz, leche, carne de pollo y cerdos, etc.
De cara al cambio de presidente, la implementación de políticas agrarias con sentido social representa una inmejorable oportunidad para que Ecuador supere el estigma de ser un país sentimental e idealizante del campo, y se proponga recuperar su vocación agraria para hacer de la agricultura el eje central de su desarrollo.