Aunque se vista de seda mona misma queda, dice el pueblo alertando que los impostores jamás pasarán por auténticos, porque el traje no hace al monje. El cambio de look que muestra el candidato Guillermo Lasso haciendo contorsiones en Tik Tok para aparentar la juventud que no tiene es patético, “da ternura”, como dijo una millennials condoliéndose de un anciano dispuesto a cualquier cosa ridícula por pretender un voto juvenil.
Los asesores de Lasso, según analistas, no conocen a la juventud y le recomiendan «disfrazarse de Joker», como si la juventud aceptara un remedo de payaso. Señalan que el mensaje debe tocar la emoción, mientras que el discurso debe decir cómo voy a cumplir lo que prometo en el mensaje. El voto es finalmente emocional. Y el electorado se ve reflejado en el candidato cuando éste proyecta sus intereses, es lo que llaman el efecto espejo. Por eso los publicistas de Lasso quieren que el candidato mueva emociones juveniles, populares, ambientalistas, feministas y le aconsejan cambiar de contenido y forma de su campaña.
Un banquero muere banquero
La autenticidad exige ser o no ser y Lasso es banquero y morirá banquero. Lasso, dicen los analistas, se equivoca al cambiar de look porque abandona su mensaje original. No se le ve auténtico al candidato de la derecha, concluyen. Lasso es banquero y sigue siendo banquero con ropa de colores de moda, zapatillas tenis, chaquetas cuadriculadas y un lenguaje impostado para decir que incluirá las demandas juveniles ecologistas y feministas en sus planes políticos. Significa que el publicista cree que el pueblo es borrego, que no piensa y que se puede doblegar su voluntad con falsedades. Un banquero es incapaz de dar soluciones a los problemas sociales de un país, al colectivo de ciudadanos que requiere empleo, crédito para sus emprendimientos, porque la función de un banquero es hacer dinero y capitalizar más dinero con el dinero ajeno de sus depositantes.
Encuestas señalan que el oficio de banquero acaso sea el más sospechoso, y la historia de los bancos ecuatorianos justifica la sospecha de ser un oficio innoble a los ojos del ciudadano común. Un banquero puede ser una «buena persona», pero su oficio lo convierte en usurero acaparador de riqueza sin importarle el destino de los otros seres humanos. Su función es enriquecerse especulando con necesidades ajenas, su instinto es la acumulación de dinero. No hay banquero libre de sospechas. Eso es lo que trata de camuflar Lasso con sus coloridas ropas que no logran ocultar el gris del dinero que lo convierte en refractario del pueblo, porque la duda es si ese dinero fue acumulado de día o en la oscuridad de la noche. Pretender ser un “hombre de trabajo” es otra falsedad, un banquero no es un ser productivo, no produce nada, es un agiotista que solo especula con la riqueza producida por sus depositantes en beneficio propio.
Lasso disfrazado de informal millennials aparenta ser un ricachón que va a un partido de golf en un club privado ¿Qué tiene que ver aquel con la juventud rebelde o con el pueblo llano? Los millennials reclaman autenticidad, que se les diga la verdad. Los jóvenes que dicen ser apolíticos se enorgullecen de serlo, porque desconfían de los políticos profesionales sinónimo de corruptos, retardatarios, mentirosos. La juventud es auténtica, no hace concesiones a nadie, tiene su propio sentido de la realidad porque se siente dueña del mundo. El pueblo es lúcido y detecta la mentira, para payasos ya tenemos a los políticos faranduleros que bailan en las tarimas, que cantan baladas, que ciclean por las calles, que aparecen en la tele basura fingiendo humor para divertir al pueblo.
El pueblo no acepta discursos amañados que fingen representar sus intereses, exige que un candidato sea real, uno de los propios, no solo que diga estar con los pobres, que prometa incluir sus demandas en sus planes políticos sin que se moje el poncho en el terreno de la vida real de los humildes. Un banquero jamás podrá hacerlo. No basta con prometer en su propaganda de campaña que incluirá los derechos populares, juveniles, ambientalistas o feministas. Una cosa es incluirlos, otra cosa es aceptarlos, creer en ellos. Expertos dicen que este desdoblamiento impostor de Lasso le puede hacer perder al menos la mitad del voto conseguido en primera vuelta, porque abandona los intereses de sus votantes naturales. Los publicistas que le aconsejan hacerlo creen que es posible pasar una Coca Cola por chicha de Jora. La mejor decisión que debería tomar es cambiar de equipo asesor, dicen los analistas.
Todo en el entorno de Lasso es inauténtico para el pueblo llano, su discurso, su vestimenta, sus aliados que dejan un país destrozado y que él ofrece mejorar en sus planes de gobierno. Falsa es la ley enviada por Lenin Moreno a la Asamblea Nacional, con la que pretende amarrar las manos al Banco Central bajo el supuesto de defender la dolarización. La verdad es que es una ley que busca incorporar a los pasivos del Banco Central los pasivos del sector financiero privado y obliga a que sea el Estado el que respalde esos pasivos, o deudas, privados con recursos públicos de la reserva internacional. El candidato banquero es tan falso como su aliado en el poder. Por esa razón la Comisión de Ética de Alianza País, inició un proceso disciplinario a Lenin Moreno por incumplimiento del plan de gobierno con el que ganó las elecciones.
Es falso que un banquero crea en los jóvenes y sus emprendimientos, falso que crea en la justicia de género de la mujer y sus derechos reproductivos; un banquero del opus dei será siempre opuesto al aborto legal como prerrogativa de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. Falso que crea en los derechos ambientalistas en defensa de la naturaleza; un banquero seguirá siendo tan extractivista si de eso depende el dinero que atesora en la bóveda de su banco. Falso de moneda falsa. Un banquero candidato impostor, por lo mismo, nunca será presidente de su país.
Si la demagogia es ofrecer lo falso, la impostura es fingir lo verdadero. Esa es la fórmula para perder una elección.