Una de las muletillas propagandísticas más repetidas por el candidato Guillermo Lasso y replicada por opinadores que le secundan, es que esta vez Ecuador elige entre el correísmo y el anticorreísmo, y que sus publicistas de campaña traducen como totalitarismo versus democracia. El candidato banquero lo dijo claro: “La única forma de enfrentar al totalitarismo, es con democracia”. El representante de la derecha cuando habla de totalitarismo alude al estilo político de Rafael Correa acusado de arrogancia, el ataque a sus detractores, desprecio por el diálogo que lo hizo prescindir de sectores sociales que pudieron ser un potencial apoyo a su gobierno, (sindicalistas, indigenistas, periodismo tradicional, juventud, ecologistas, feminismo, etc.).
Dicha dicotomía nacional es falsa y responde, nada más, a una manipulación propagandística. En ausencia de postulados ideológicos la candidatura de la derecha apela a esquemas publicitarios que reducen la realidad a la polarización de un falso extremismo. La derecha ecuatoriana carente de formación ideológica clara es, como describe un amigo, “una burguesía ignorante” y pragmática. No existe en la derecha ecuatoriana una cultura política entronizada en principios del pensamiento europeo clásico, -la política francesa, la economía inglesa o la filosofía alemana- sus ideas provienen de su instinto de clase. La elite social ecuatoriana es una “clase social” marcada por el pragmatismo ramplón. Sin formación cultural, sin instrucción académica, sin lecturas de cultura general, su visión de país responde a un instinto que le insta a defender viejas riquezas provenientes de herencias originadas en el despojo terrateniente colonial. Las magníficas haciendas huasipungueras son el botín de abuelos heredado por nietos, propiedades cacaoteras y bananeras en la costa y agrícolas ganaderas en la sierra, que luego se convierten en entidades bancarias cuando la rústica burguesía agraria criolla se inaugura como incipiente burguesía financiera.
Un amigo costeño hace un diagnóstico cultural de las clases pudientes ecuatorianas, y escribe señalando que “la burguesía ecuatoriana es la más ignorante de América Latina y la oligarquía latinoamericana no es tampoco una clase social que haya demostrado tener muchas luces en la historia”. Santiago Roldós, en un artículo sobre la cultura en la ciudad de Guayaquil ratifica este criterio, y señala que la élite guayaquileña nunca produjo pensamiento, el pensamiento de Guayaquil es el pensamiento del Club de la Unión. Carlos Julio Arosemena era el único que entraba a la biblioteca del Club de la Unión y la ciudad de Guayaquil durante la colonia nunca tuvo una universidad. Y “eso es trágico”, comenta mi amigo. Ciertas expresiones políticas que provienen del pensamiento socialdemócrata europeo, y que tienen lugar en el país, son vistas por las oligarquías criollas como consignas “comunistas”, sin serlo. El pensamiento fanático de la derecha criolla, en su falta de luces, las califica de “comunistas y terroristas”, en una posición con la cual no hay cómo debatir porque carece de valores. A falta de un ideario, la derecha económica ecuatoriana reproduce paradigmas de sus viejos antepasados plutocráticos.
La plutocracia ecuatoriana
La práctica plutocrática de la bancocracia ecuatoriana ha sido consignada por estudios del historiador Juan Paz y Miño, y en referencia a lo que se conoce como la Revolución Juliana, Paz y Miño señala en sus escritos: “Un golpe de Estado producido el 9 de julio de 1925 por la joven oficialidad del Ejército, dio inicio al ciclo de los gobiernos julianos: la primera Junta Provisional, la segunda Junta y la presidencia de Isidro Ayora (1926-1931). Fue la primera vez que el Estado fiscalizó a la corrupta banca privada de la época, la sancionó y, con ayuda de la Misión Kemmerer, creó el Banco Central (BCE) como única entidad emisora de billetes, acabando así con los negociados que hasta entonces hizo la banca privada con la sobre emisión monetaria y el endeudamiento al fisco; adicionalmente se creó la Superintendencia de Bancos. También fue la primera vez que se creó el sistema nacional de impuestos directos, mediante la introducción del impuesto a la renta, en 1928, y del impuesto a las utilidades del capital; pero también se acabó con los rematistas de impuestos o agentes privados que los cobraban a nombre del Estado y que hizo posible las fortunas fraudulentas, y se estableció un régimen impositivo proteccionista para impulsar la industria nacional. Finalmente, se introdujo la nueva institucionalización social en el país, mediante la creación del Ministerio de Previsión Social y Trabajo, la Caja de Pensiones (antecesora del IESS), las Direcciones nacional y provinciales de Salud, la reforma educativa en todos los niveles, así como una flamante legislación laboral guiada por el principio pro-operario, el contrato individual, el colectivo, la sindicalización, el derecho a la huelga, la jornada diaria y semanal máximas, el pago de horas extras, las indemnizaciones por despidos (…) Los julianos sentaron las bases para la superación del sistema oligárquico tradicional. Sobre todo, fue una reacción contra las poderosas oligarquías, particularmente de la bancaria, que habían mantenido sujeto al Estado como instrumento de sus intereses”.
La historia ha avanzado y hoy el país se encuentra en la disyuntiva: por qué votar, qué proyecto de país elegir. Dejando atrás la falsa alternativa entre totalitarismo y democracia, las alternativas son un modelo de país del proyecto empresarial neoliberal caracterizado por políticas de inseguridad social, flexibilidad laboral sin derechos sociales, contratos a tiempo parcial sin estabilidad ni indemnización en caso de despido intempestivo. Un país eternamente endeudado al chulco internacional y los organismos multilaterales fondomonetaristas, con deudas impagables y fuga de la riqueza producida en el país hacia paraísos económicos extranjeros. Un país dolarizado convertido en paraíso de negocios ilícitos y lavado de narcodinero, escenario de disputas violentas por el control de sus mercados. Un país con los servicios básicos -salud, educación, luz, agua, seguridad, conectividad- privatizados y sin fácil acceso para los menos favorecidos. El país de la pluto bancocracia que representa Guillermo Lasso. O votamos por un país opuesto a todo aquello. El país propuesto por el reformismo progresista con un Estado garantista opuesto al neoliberalismo económico y en capacidad de producir excedentes que se reviertan en servicios estatales. El país de la justicia social bajo un régimen reformista que ponga en práctica politicas publicas en beneficio de las mayorías populares.
¿Por qué votar? Decida el pueblo llano y hágalo con instinto de clase en procura de un gobierno que, al menos, garantice un modo de vida que dé lugar a una sobrevivencia popular digna.