La gastronomía y la política suelen exigir similares ingredientes para que los resultados puedan ser satisfactorios, dejar un buen sabor de boca y no resultar tóxicos. Un espacio de televisión con formato de reality -Master Chef- ha mostrado en el menú estelar de un canal local, cómo ciertas reacciones humanas se guisan bajo presiones inesperadas.
Master Chef es una franquicia de competencia de cocina creado por Franc Roddam en 1990, y ya cumple treinta años al aire con participantes amateurs de la cocina que deben poner a prueba sus habilidades culinarias y humanas. Igual que en la política, las reacciones de los protagonistas muestran inteligencias y emociones que son parte de la contextura del género humano.
El espacio televisivo en cuestión mostró a cocineros aficionados exhibir sabiduría en cocina criolla y cultura de gastronomía internacional, a través del tratamiento de productos ancestrales e ingredientes gourmets. Dejaron aflorar su espíritu competitivo y manejo de estrategias. Mostraron templanza en momentos de apremio y carácter para sobrellevar la presión de la competencia. En instantes claves, emergió el lado emocional en equilibrio con la racionalidad que se necesita para no desbordarse. Siempre actuaron pensando en el destino final de los productos que estaban aderezando.
La competencia les exigió autenticidad, nobleza de espíritu, liderazgo individual y sentido de equipo. Al fin del certamen los participantes reconocieron que el concurso cambió sus vidas y los convirtió en mejores seres humanos, además influyó en las audiencias con un mensaje válido: superar los desafíos en un mundo asediado por situaciones límite que exigen capacidad de sobrevivencia y rasgos de humanidad.
Como la gastronomía, la política enseña lecciones aun con ingredientes disimiles. Valorar lo propio, sin olvidar el contexto foráneo. Hacer que las cosas sucedan en beneficio de muchos. Que la defección es una moneda que desvaloriza. Que mostrar lealtad con aquello que se ama y consecuencia con aquello que se cree, siempre humaniza. Que el resultado es lo que al fin de cuentas, cuenta. Que no es la meta, sino el camino recorrido lo que trasciende como experiencia de vida.
Se esperaría que a los espectadores de Master Chef, el reality haya servido de ejemplo analógico para dejar un buen sabor de boca en la política. Los ingredientes humanos competitivos en Master Chef acaso sirvan a los aficionados a la cocina y a la política para convertirnos en master políticos en la competencia electoral.