La prestancia política suele tener como valores agregados a la ética y la estética. No obstante su índole polémica, la política requiere de compostura para que sea buena y hermosa su práctica. Pero en la brega de la campaña electoral ciertos actores políticos parecen perder el garbo y emerge lo malo y lo feo en las composturas de ciertos practicantes de opinión y funcionarios de organismos de control.
En una nota editorial del periódico oficialista El Telégrafo, el opinador de marras destila mala leche y escribe: “Si acaso Arauz gana las elecciones en Ecuador, la abrumadora crisis económica resultante del dispendio y de la corrupción del correato, agravada por el levantamiento indígena de octubre de 2019 y la pandemia de covid 19, haría que el gobierno de Arauz fracase estrepitosamente. Correa, al ver los resultados, se desmarcaría del gobierno para procurar sostener su imagen. Para entonces, será muy tarde y el correato habrá sucumbido”. El opinador en pasionario verbo deja entrever su extravío profesional, disfrazado de periodismo de opinión, su opinión es la de un activista con poses de agorero golpista: “Contrariamente a muchos que piensan que el destino del Ecuador sería el de Venezuela y que la revolución ciudadana se quedaría en el poder por décadas, yo pienso que los ecuatorianos somos más rebeldes, que nuestras Fuerzas Armadas no se venderían y que la eliminación de la dolarización y el aumento de la miseria no serían tolerados. Si el fracaso de Arauz hunde al correísmo, es aceptable pasar el mal rato”.
De la palabra al hecho hay poco trecho. En el intento por impedir de última hora el “mal rato correista”, Fiscalía y Contraloría intentan obstruir la segunda vuelta electoral con interferencias al proceso en marcha, según manifestó el ex Presidente del Consejo Nacional Electoral, Omar Simon: “Los anuncios de la Fiscalía y la Contraloría sobre auditar los sistemas informáticos representan una interferencia en el proceso electoral. Estas acciones son exclusivas del Consejo Nacional Electoral. En efecto, ninguna auditoria se podría realizar salvo aquellas dispuestas por el propio Tribunal Contencioso Electoral. Ni la fiscalía ni la contraloría tienen funciones específicas en esto”. La Presidenta del CNE, Diana Atamaint, al respecto, manifestó: “El CNE seguirá actuando como manda la Constitución y haremos respetar la voluntad del pueblo expresada en las urnas. El Calendario Electoral que nos conduce a la segunda vuelta electoral no se cambia. Democracia cueste lo que cueste”.
La falta de compostura y el descontrol de quienes fungen como autoridades de control los hace aparecer indisimulados actores de la política. No es la primera vez que el contralor, Pablo Celi, incurre en una interferencia del proceso electoral, contraviniendo el artículo 16 del Código de la Democracia que señala: “Ninguna autoridad extraña a la autoridad electoral podrá intervenir directa o indirectamente en el desarrollo de los procesos electorales ni en el funcionamiento de los órganos electorales”.
Ambas acciones, de hecho y de palabra, desprovistas de prestancia dejan ver lo malo y lo feo de la política sin ética ni estética, y son parte de una campaña sucia, sin garbo, que abusa de las libertades civiles y hace mal uso de la democracia que el pueblo debe defender, cueste lo que cueste.
Quedamos escuchando a Montalvo, quien al hablar de la libertad de imprenta, nos dice que la libertad de pensamiento es indispensable para que exista la libertad política y que las dos dan lugar a la libertad civil. Pero quien no las respete sería despótico, ciego, bárbaro y selvático: “Los hombres no serán felices sino cuando se tengan todos por hermanos y dejen de oprimirse y destruirse unos a otros”. Las naciones divididas “caminan a su ruina, visto que está en la naturaleza de las cosas que no puedan vivir juntos enemigos irreconciliables”.