Un vergonzoso espectáculo ofrece Ecuador al mundo, a instancias del Consejo Nacional Electoral, CNE, que ha permitido todo tipo de acciones atentatorias a la transparencia del proceso eleccionario.
Mal aprenden la audaz lección de Trump de denunciar un fraude, sin pruebas ni fundamentos. Maniobras propias de un perdedor que desbarata el tablero en complicidad con el árbitro que se deja impresionar sin autoridad. Consejeros electorales que aceptan la acusación fraudulenta e infectan un proceso con el oprobio de la trampa, no obstante que “no hay peor negocio que entre tramposos”.
Ilegal de ilegalidad absoluta, concluyen la connivencia organizada del siniestro plan acunado en un nido de la desvergüenza que oficia de autoridad electoral. Al turbio estilo de su mentor norteamericano, pretenden burlar la voluntad ciudadana y esconder la verdad en la opacidad de un proceso escarnecido.
Trapacerías de fiscales y burócratas que juegan con estiércol y en orquestada coprofilia lo esparcen sobre la conciencia nacional, para contaminar el nombre y la dignidad de sus adversarios políticos. Sin embargo, la ignominia cae por su peso y acusa la culpabilidad de los malhechores de la política. El CNE cruzó la raya de la legalidad y de la ética electoral para permitir sainetes que desdicen de la democracia y vulneran la voluntad del país en la esperanza de justicia social. ¿Para quién trabajan estos malos funcionarios, a quiénes rinden pleitesía en genuflexa conducta? ¿De qué chequera portentosa reciben migajas del poder?
¿De banqueros innobles que sacan oscuras cuentas para beneficiar voraces intereses? Con esa misma voracidad intentan regentar y esquilmar un país en crisis. Con impúdica falta de ética aparentan sacralizar manidos valores de “libertad y democracia”. Poco les importa forzar en extremo la paciencia del pueblo, exacerbar un enfrentamiento que desconocen, pero del cual se sirven, lucha clasista de protervos intereses.
Los pirómanos de la política juegan con fuego y han puesto al país al borde del enfrentamiento, acaso les interesa incendiar a la nación. Y en esa trama antidemocrática son aupados por la OEA, dudosa organización que reitera su vocación de ser “el prostíbulo de América”, como dijera Fidel Castro. Meretriz de la diplomacia por encargo, mercado de conciencias regionales regentado por un golpista a sueldo.
¡Cómo pueden haber asumido la responsabilidad de vigilar la democracia sujetos sin principios, cómo pudimos haber puesto al lobo a cuidar a las ovejas.
Frente a estos despropósitos, voceros de la Unión por la Esperanza, UNES, reaccionaron en conferencia de prensa para advertir al pueblo: “En el proceso democrático no debe quedar ninguna duda. Siempre apoyaremos la transparencia electoral para que eso confirme y ratifique que la voluntad popular va a ser respetada, hasta las últimas consecuencias. Nuestro movimiento y nuestros candidatos siempre estarán dispuestos a apoyar iniciativas que vayan en la dirección de la voluntad popular expresada en las urnas y se le respete. Es obligación que todos los actores y todos los partidos políticos estemos presente en el proceso de recuento de los votos. No es un tema de dos personas o dos candidatos. Debemos estar presente todos y todas. No permitiremos ninguna acción que en el marco de la democracia y del recuento de los votos, se pretenda afectar la inmensa voluntad de la votación alcanzada de la alianza 1-5 que nos permitió un amplio triunfo popular”.
Ante la vergüenza electoral, vigilancia popular.