Ha vuelto a sonar de moda la agrupación de música regional mexicana Bronco en un novelón que empezó a transmitir un canal de televisión local. Bronco es un grupo originario de la ciudad de Apodaca, Nuevo León, México, que tuvo sus inicios en los años setenta. Cultores de baladas, rancheras y huapangos se dice que no hay mexicano que no sepa cantar una canción de Bronco. Son melodías populares, arraigadas a sectores humildes, interpretadas como el pueblo suele sentir el amor y vivir la política con pasión, traiciones y olvido, al estilo sufridor. Bronco ha tenido una historia de claroscuros, rechazado en sus inicios por su origen nada aniñado, por su forma campechana de pararse en el escenario con dos guitarras, un bajo, batería y teclados para interpretar sentimientos y cantarlos sin poses, con la naturalidad singular que tiene el pueblo. La ocasión que obtuvieron un premio de la industria musical latinoamericana se les negó la recepción del galardón, porque no fotografiaban bien frente a las cámaras. Luego la tragedia que rodeó su historia con la muerte del baterista y del productor musical en accidentes, los hundió en la crisis que terminó en la disolución del grupo, hasta volver a reencontrarse sobre las tablas del escenario en el último quinquenio.
Aunque el grupo mantuvo una presencia indeleble en la memoria colectica de sus fans, muchos de sus seguidores prefieren no dejar evidencia de sus afectos escondidos por la agrupación, como esos amores prohibidos, como el voto oculto y vergonzante en la política. Será porque sus letras simples y directas, de acordes románticos y rítmicos con dejos de irónica melancolía, remiten a sensaciones emocionales sin poses, y cantan al amor y al desamor, casi hurgando culpables, como en la política. Sin embargo los integrantes del grupo Bronco llenan teatros, coliseos y estadios, lo que no hacen los políticos en la actualidad.
Canciones del grupo como Que no quede huella o Pastillas de amnesia, aluden a la urgencia de olvido en el amor y, por qué no, en la política. Oscuras pasiones, dolorosas traiciones, despropósitos que empañan ambos sentimientos, son amortiguados en sus melodías. Porque es preferible entonces que no quede huella que no, que no…o que pastillas de amnesia, doctor, ¿dónde encuentro? para olvidar el lado oscuro de las pasiones humanas. Ya habían descubierto griegos y romanos que uno de los castigos por rehusar a participar con pasión en la política es el de ser gobernados por gente inferior a uno. Como ahora, que estamos dirigidos por rufianes y mediocres.
El grupo Bronco enseña en su mensaje musical la necesidad de ser auténtico con uno mismo y con los demás, tanto en el amor y, por qué no, en la política. La demagogia de ambos sentimientos a nada bueno conduce, sino a la pérdida de la fe en el género humano, que es el peor escenario a que nos puede llevar el amor y la política.
El novelón que está al aire en un canal de televisión nacional muestra a un grupo Bronco renovado en sus integrantes y en su repertorio. Canciones que nos recuerdan siempre que el sentimiento amoroso, a veces enceguecedor como la ideología, es una niebla que lo envuelve todo. Obnubila el pensamiento y no nos deja distinguir el denominador comun de ambos sentires. Si hacer el amor puede ser un acto político, hacer política también puede ser un acto de amor. El amor, según Marx, permite al hombre y la mujer elevarse a ser humano, y por qué no la política. Dintinción imprescindible en aquella actitud de generosa entrega o lucha sin tregua, tantas veces necesaria que en el amor empodera y en política se ostenta el poder.