Por Guido Díaz Navarrete
Huasicama es el indio que limpia y sirve en la casa del amo terrateniente. Fue educado en la iglesia y luego en la escuela para que aprenda a atender y a servir al patrón en todas las tareas que el demande. Su labor ocupaba todo su tiempo y si era necesario también el de su mujer, el de sus hijos, el de sus parientes y hasta de sus amigos.
No era esclavo, pero como si lo fuera, recibía exigencias y castigos extremos y no recibía sueldo sino favores; regalos o pequeños privilegios en correspondencia a la sumisión y disposición que demostraba.
El Huasicama era indio, pero que había alcanzado el máximo nivel de su escala social, no superado por el que le ofrecía la iglesia, ni por el que podía llegar a tener en la administración pública, en la policía o en el ejército. Tampoco siendo artesano sería más que un huasicama; por eso estaba dispuesto a todo; hasta a la traición a su gente. El ya no era indio, era un Huasicama y para mantenerse debía estar más cerca del patrón que de su sangre, que de su historia.
En el periodo colonial y en la República, hasta mediados del siglo XX, ser huasicama, era una profesión demandada no solo en las casas de haciendas sino en las de la ciudad, a las cuales llegaban las hijas y los hijos de campesinos que los entregaban para que les crie la familia del patrón, les enseñe buenas costumbres y si eran muy bondadosos, para que les den escuela. Esos niños se transformaban en los criados y criadas que con el tiempo llegaban a ser casi miembros de la familia, a los que se les enseñaba a hablar, vestirse y comportarse como sus patrones. Se les enseñaba también a olvidar…
Así era. Yo creí que así era, pero no… todavía sigue siendo, todavía hay huasicamas y criados que están dispuestos a traicionar a su gente a cambio de privilegios que les ofrecen los herederos de las fortunas que sus padres o abuelos les ayudaron a construir, a pesar de la lucha por recobrar su dignidad que ofrecieron Fernando Daquilema, Tránsito Amaguaña, Dolores Cacuango y muchos más, porque hasta hoy, la saga de la dominación de almas y cuerpos continúa… curas, encomenderos, hacendados y patronos siguen formando huasicamas, para que ellos también, como siervos, políticos o autoridades, mantengan esa tradición… ese folklore.