El que la hace la paga, dijo el pueblo y pasó factura -a quienes muchos consideran sus verdugos sociales-, convencido de que no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. Los resultados electorales son el ajuste de cuentas popular con un sistema establecido y legitimado por un gobierno que desde el primer día montó un contubernio para eliminar a su antecesor, el correismo.
La historia la hacen los pueblos y esa historia consigna la voluntad popular en los comicios del 7 de febrero, determinando la nueva correlación de fuerzas políticas en la Asamblea Nacional: UNES 27,9%, Pachakutik 19,2%, Izquierda Democrática 13,3 %. CREO 10,0% y PSC 8,4%. Según el CNE, el nuevo mapa electoral del país muestra ganadora a la coalición Unión por la Esperanza en El Oro, Guayas, Santa Elena, Los Ríos, Esmeraldas, Manabí, Santo Domingo e Imbabura. En tanto, Pachakutik gana en Azuay, Loja, Cañar, Bolívar, Chimborazo, Tungurahua, Cotopaxi, Orellana, Napo, Pastaza, Sucumbíos, Morona Santiago y Zamora Chinchipe. CREO lo hace en Pichincha y Galápagos y la ID en Carchi.
La pregunta de rigor que el país se hace: ¿quiénes ganan y quiénes pierden la contienda electoral? La respuesta salta a la vista en el país sudamericano, gana la democracia. Perdieron quienes nos quieren gobernar en la república del silencio, el país del olvido. De no ser por la voluntad y decisión de hombres y mujeres que no se resignan a claudicar frente a la felonía e ignominia políticas.
Moreno y sus políticas discapacitadas para gobernar en sintonía con el pueblo, perturbaron la conciencia nacional con la compra de adláteres que se jugaron en la “consulta popular” de 2018 que legitimó, utilizando la voluntad manipulada del pueblo, a ejecutores del “trabajo sucio” en el CPCCS. Funcionarios afines encargados de sacralizar jueces, fiscales, contralores, medios informativos, obsecuentes opinadores, encuestadores embusteros, pelagatos odiadores y un largo etcétera que forma parte de la componenda orquestada durante cuatro años de complicidad.
Son derrotados ministros de Gobierno y la represión policial, ministros huidizos que ocultaron información, cómplices de la corrupción en hospitales y pasillos ministeriales. Son derrotados economistas bailarines que, jugando alegremente con las cifras, entregaron el país a los acreedores internacionales. La derrota también toca a un periodismo mercenario, pseudo informativo, de opinión odiadora en entrevistas amañadas. Toca a encuestadoras de falsos sondeos y embusteros registros de opinión pública.
El pueblo, víctima del drama pandémico, pasó la cuenta a quienes desprotegieron su vida y su seguridad, desinformaron y dejaron morir en las calles en plena crisis sanitaria. Uno de los deudores es, sin duda, el fallido “modelo exitoso” guayaquileño y sus alcaldías enquistadas durante años en el poder de una ciudad abrumada por el continuismo político.
Es hora de que el pueblo extienda una factura, con la ley en la mano, a los que deben estar en la cárcel y a quienes deben regresar a sus guaridas, sin perdón ni olvido, sin indiferencia ni venganza.
La historia la hacen los pueblos, es hora de hacer borrón y cuenta nueva en esta historia. Ajuste necesario de cuentas que nos devuelva la fe en instituciones depositarias de justicia popular en manos de quien nos represente en el poder.