La semana que concluye el estado ecuatoriano enfrentó una nueva audiencia en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, esta vez relacionada con las desapariciones forzadas perpetradas por agentes policiales en los años noventa. En la audiencia que tuvo lugar el 28 de enero se ventiló el caso de César Gustavo Garzón, escritor desaparecido en noviembre de 1990, sin que hasta el momento se conozca su paradero. Al cabo de treinta años, y como resultado de la diligencia, el estado ecuatoriano reconoció su responsabilidad política y judicial en la desaparición de joven escritor..
La desaparición de Garzón se constituye en uno de los casos emblemáticos de violación a los derechos humanos de la etapa democrática de país, y junto a la circunstancia de la desaparición de los hermanos Restrepo, es la segunda oportunidad en que un gobierno es juzgado internacionalmente por hechos que se enmarcan en crímenes de Estado.
Una reseña del escritor César Gustavo Garzón señala que con 32 años de edad realizaba la tesis de grado para el doctorado en letras en la Universidad Católica. Garzón había comenzado a escribir sus primeros cuentos en las aulas del Colegio Montúfar donde cursó la secundaria, y al cabo de unos años publicó Libro de posta (1983); Quito: del arrabal a la paradoja (1985); Ensayo: Coplas populares del Azuay (1987) y estaba en la imprenta su obra: Brutal como el rasgar de un fósforo (1991).
El 9 de noviembre de 1990 en horas de la noche salió de su domicilio junto a unos amigos en Quito, y ya no regresó. La noche de su desaparición, Garzón compartía con Martha Palacios, Liliana Vascones y Alfredo Pérez Bermúdez en una discoteca del barrio La Mariscal. Fue la última vez que se lo vio, y luego sus familiares y amigos lo buscaron en hospitales y en la morgue, sin resultados. Sus compañeros se preguntan por qué no lo acompañaron hasta su casa, cuando existía la presunción de que la policía vigilaba a César Gustavo por sus actividades políticas y culturales. En esos años -gobierno de Rodrigo Borja- operaba la unidad policial clandestina denominada Servicio de Inteligencia Criminal de Pichincha, SIC 10, creada por el ex presidente León Febres Cordero para eliminar a los grupos subversivos Alfaro Vive Carajo y Montoneras Patria Libre.
En 1985, César Gustavo Garzón, había sido detenido por su vinculación con Montoneras Patria Libre. Años más tarde, doña Clorinda Guzmán, su madre, encontró una carta de su hijo en la que decía que pensar diferente o buscar un mundo de igualdad lo llevaría a dos cosas: ser asesinado o desaparecido. En el texto escribe: “las ganas de luchar las saqué de mi padre y las fuerzas para no claudicar ante las cosas difíciles de mi madre, pero lo más más valioso que me dieron fue su cariño”. En esa misiva, Garzón anticipaba su trágico final y alertaba a sus padres: “continuar la lucha porque esas son las mejores lágrimas que podrán derramar por mí”.
Cuatro años después, en agosto de 1989, Gustavo junto a Marcos Checa, fue nuevamente detenidos por el SIC -10, en la ciudad de Quito. La policía, aseguró que ambos se reconocieron miembros del movimiento Montoneras Patria Libre. Garzón y su compañero fue arrestado en un vehículo en el que encontró una pistola Browning 9 mm, un revólver Smith Weston calibre 38 y literatura subversiva. Gustavo fue encerrado en los calabozos del SIC-10, ubicado en la calle Montúfar y Manabí, en ese lugar fue torturado junto a su compañero y luego aislado. Un año después, el 7 de septiembre de 1990, fue liberado. Dos meses después, Gustavo Garzón desapareció.
El caso fue documentado en un informe de la Comisión de la Verdad, de 2010, como una desaparición forzada cometida por la Policía Nacional y existirían elementos suficientes para concluir que César Gustavo Garzón Guzmán habría sido privado de libertad por agentes estatales.
Conforme lo expuesto, el Estado ecuatoriano aceptó, treinta años después, que “se ha configurado una desaparición forzada y en consecuencia reconoce su responsabilidad internacional por la violación a los derechos (…) en relación a la familia del señor Garzón, el Estado ecuatoriano reconoce sus responsabilidades», se afirmó en los alegatos finales.
La desaparición del escritor César Gustavo Garzón, ensombrese a la cultura del país en la pérdida de una de sus promisorias expresiones literarias, truncada absurdamente por la intolerancia de un estado que regenta una sociedad carente de justicia social, causa por la que luchó Gustavo Garzón.
Ahora solo nos queda la memoria, persistente en la conciencia colectiva de este país. La memoria, insumisa, debe permanecer siempre viva, porque cuando la sociedad olvida, está condenada a repetir la historia.