El día comenzó con una noticia de alto impacto mediático. En una calle de la ciudad de Guayaquil era asesinado a balazos el presentador de televisión y actor Efraín Ruales, del staff de Ecuavisa. Ruales, que se desempeñaba como presentador de un espacio de variedades de ese canal, fue interceptado por sujetos que lo acribillaron con cuatro impactos mientras conducía su vehículo particular. Primeras versiones policiales descartaron el móvil delincuencial de robo y se inclinaron por la hipótesis de que se trató de una acción de sicarios movilizados en un vehículo alta gama y una moto. Con el crimen de E. Ruales son ya 47 asesinatos cometidos, violentamente, bajo la modalidad de sicariato en la ciudad de Guayaquil en menos de un mes.
Como toda circunstancia de naturaleza violenta y que, además, involucra a un personaje público, la muerte de Ruales está rodeada de prolegómenos que acompañan al hecho pero que, sugieren como punta de un iceberg, la existencia de una situación de mayor trascendencia y profundidad.
Según la cobertura de prensa, en el lugar de los hechos esta mañana se hizo presente el fiscal Francisco Neira en el momento de que unidades de investigación policial retiraban el cuerpo del occiso. Versiones de prensa afirmaron que Ruales debía rendir esta tarde declaraciones ante la Fiscalía en el caso de compra venta de insumos médicos con sobreprecio en los hospitales del IESS, versión que luego fue desmentida por un canal de televisión. Lo cierto es que al sitio de los hechos se presentó una mujer que dijo ser sobrina de Ruales, gritaba contra la corrupción y que su tío debía presentarse esta tarde a declarar.
En el caso en referencia está involucrado Daniel Salcedo, hoy preso y condenado por la justicia. Precisamente, en el contexto de los hechos de corrupción en el área de la salud, Ruales había emitido aclaraciones en redes sociales negando la presunta relación con Salcedo y su participación como supuesto testaferro que habría adquirido un inmueble pagado con dinero ilícito y tenido participación en las empresas Raymi Production, Pulpo Production, Raymi Enterprise e Investment Corp. “Es una falsa, perversa, malévola noticia”, dijo en esa oportunidad Ruales en sus redes sociales, rechazando el rumor que lo involucraba con Salcedo. Daniel Salcedo, miembro e hijo de un pastor de una iglesia evangélica e intérprete de música religiosa en la banda Jasak, fue vinculado con los hermanos Bucaram y la presentadora de televisión Gabriela Pazmiño en el caso de corrupción en el Hospital del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) Los Ceibos.
Perfil humano
Un perfil humano de Efraín Ruales indica que era un joven destacado en el ámbito profesional del ambiente televisivo de Guayaquil, en programas de variedades y como actor en diversos espacios de entretenimiento. Sus compañeros destacan la calidad humana y sentido de espiritualidad que lo acompañaba como miembro de una iglesia evangélica, y su constante preocupación por los demás como “guía espiritual”. Ruales era también músico y participó como bajista en las bandas Equilivre y Rokket. Como personaje de televisión, fue reconocido con el Premio al Mejor Presentador por el ITV de Guayaquil en el 2018.
Más allá de los entretelones, el asesinato de Efraín Ruales sugiere que el país es presa fácil del crimen organizado que opera asociado con execrables actos de corrupción en diversos ámbitos de la vida nacional. El hecho de que Ruales fuera asesinado a pocas horas de rendir declaraciones a la fiscalía, en uno de los casos más bullados de corrupción hospitalaria, es un elemento que se debe considerar. En que condición Ruales debía declarar, qué tenía que decir y a favor de quién. ¿Tiene visos de realidad el hecho de que Ruales fue acribillado por sicarios que quisieron silenciarlo? Son preguntas que forman parte del caso que deben ser aclaradas por la investigación policial.
El crimen de Efraín Ruales pone de relieve el hecho de que el país estaría a merced de la delincuencia y de su instrumento, el sicariato. Esto no solo refleja la descomposición de la sociedad ecuatoriana sino la pérdida del rol del Estado como instancia rectora de la vida nacional. Rol que se ha visto debilitado por diversos intentos de disminuir el poder estatal y su injerencia en la sociedad.
Mas allá de la medida paliativa de prohibir la circulación de dos personas en moto durante el día, esto no se cumple, y pese a la asignación de 500 nuevos policías para la ciudad de Guayaquil, y los constantes operativos callejeros, la violencia en el puerto principal no disminuye. La delincuencia organizada rebasa la acción policial en el cometimiento de delitos diariamente. Frente a esta realidad, se advierte la presencia de un poder al margen de la ley en condiciones de operar en la sociedad e imponerse en el país. ¿Quién gobierna en Ecuador, qué poder actúa por sobre el poder? ¿En qué ámbitos de la vida nacional estaría enquistado ese poder? Similar situación sucedió en Colombia en décadas pasadas, cuando los carteles del narco tráfico llegaron a dominar al país en todos los niveles con violencia y dinero, «plata o plomo» era la consigna del crimen organizado.
A las puertas de un nuevo gobierno la sociedad se pregunta quién tendrá capacidad de imponer orden en Ecuador. El futuro gobierno no la tiene fácil, la sociedad demanda seguridad como un elemental derecho ciudadano. Se trata de un problema que no tiene soluciones policiales o judiciales aisladas. Es un tema estructural de cómo se organiza la sociedad y cuál es el rol del Estado en esa organización como ente regulador y rector de la vida nacional. En definitiva, es un tema de poder y contrapoder.