Al convertirse en el cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos, Joe Biden hizo borrón y cuenta nueva al intentar reivindicar y conciliar a su país con su pueblo y con el mundo. En una ceremonia rodeada de efectivos militares, policiales y de inteligencia armados, la amenazada democracia formal norteamericana inició una nueva etapa con un presidente que, inmediatamente después de jurar ante el mundo, revirtió las decisiones más antidemocráticas y belicosas de su antecesor.
Biden, luego de asumir el poder, firmó al menos quince órdenes ejecutivas que revierten medidas de la administración de Trump. Se trata de un vuelco en el mal manejo de la crisis del coronavirus en un país con 400.000 muertos y millones de infectados. El mandatario demócrata se comprometió a luchar contra el cambio climático, corregir la política migratoria del gobierno anterior concediendo la ciudadanía a 11 millones de ilegales, y garantizar la justicia racial y el respeto a las minorías. El presidente no dudó en caracterizar al signo de los tiempos que lo reciben como líder de la potencia norteamericana: “Que nos unamos para luchar contra los enemigos que nos esperan, la ira, el resentimiento, el odio, el extremismo, el desorden, la violencia, la enfermedad, el desempleo y la desesperanza”.
El nuevo mandatario en su discurso resumió sus mejores intenciones en parte esencial de su mensaje de asunción al poder, delineando las tareas pendientes de su administración: “Con unidad podemos hacer grandes cosas, cosas importantes. Podemos enmendar los errores, podemos dar buenos empleos a la gente, enseñar a nuestros hijos en colegios seguros. Podemos superar este virus mortal, recompensar el trabajo, reconstruir la clase media, asegurar la asistencia sanitaria para todos, garantizar la justicia racial y convertir de nuevo a Estados Unidos en la principal fuerza del bien en el mundo”. Las buenas intenciones de Biden se sellaron frente a las amenazas del momento: “Nos enfrentamos a un ataque a la democracia y a la verdad, a un virus atroz, a un aumento de la desigualdad, al aguijón de un racismo sistémico, a una crisis climática y al papel de Estados Unidos en el mundo”.
Si Joe Biden se ha distanciado de los designios antidemocráticos y fascistoides de Trump, y corrige las políticas internacionales guerreristas de sus propios antecesores demócratas, el mundo habrá entrado en una era más tolerante, con aires de convivencia pacífica y cooperación internacional.
A la humanidad nos toca permanecer vigilantes y activos frente a lo que va a sobrevivir de esta actual superación del trumpismo, que no es sino la erupción de las fuerzas profundas que contienen la textura verdadera, extrema, del capitalismo de hoy y sus proyectos de futuro.
Por lo pronto, corren buenos tiempos para la paz y la solidaridad mundial. Buenos tiempos para los migrantes latinoamericanos. Buenos tiempos para el cuidado ambiental del planeta. Buenos tiempos para las minorías étnicas de la región.
Tiempos de tolerancia e inclusión, de convivencia democrática en un mundo mal hecho, inhóspito y peligroso.