Parece una broma de mal gusto, pero no lo es. Un desquiciado mandatario estadounidense, Donald Trump, da sus últimos manotazos de ahogado y declara a Cuba “un estado patrocinador de terrorismo”. El presidente saliente de la potencia del norte, ha reiterado recientemente su posición de incluir a Cuba en una “lista de países terroristas” que exporta violencia, medida que impuso ya en 1982 y que Obama suspendió en el 2015. La decisión implica que Estados Unidos puede desencadenar sanciones que incluyen “restricciones a la ayuda exterior de EE.UU; prohibición de las exportaciones y ventas de defensa; ciertos controles sobre las exportaciones de artículos; y diversas restricciones financieras y de otro tipo”, según el Departamento de Estado. Lo anterior se suma a los años de la administración Trump, durante los cuales ha incrementado la persecución financiera y atacado duramente a Cuba con todo tipo de sanciones, recrudeciendo el embargo hasta extremos inéditos.
La medida de Trump ha sido enérgicamente rechazada por el gobierno cubano que, en versión de su diplomacia, constituye “un acto soberbio de un Gobierno desprestigiado, deshonesto y en bancarrota moral”, según expresó ayer el Ministerio cubano de Relaciones Exteriores. Para la Cancillería de la isla, la calificación es “fraudulenta”, “cínica”, “oportunista” y “carente de motivación”, y considera que su verdadero objetivo es “imponer obstáculos adicionales a cualquier perspectiva de recuperación en las relaciones bilaterales entre Cuba y los Estados Unidos”.
La medida del gobierno norteamericano es considerada por diversos países de la comunidad internacional como un “instrumento de difamación para aplicar medidas económicas coercitivas contra naciones que se resistan a doblegarse a los caprichos del imperialismo estadounidense”. Las posturas de disidencia de diversos estados europeos y asiáticos con el gobierno de los EE.UU, y de rechazo a los últimos coletazos que Trump en el poder, así lo indican. El desprestigio de los Estados Unidos como potencia capitalista es fruto de las políticas internacionales agresivas de Trump que ha manejado a esa nación como si se tratase de una empresa monopólica.
Diversos analistas consideran que la medida de calificar a Cuba de terrorista es un acto de propaganda de la Casa Blanca y constituye un despropósito de la politica internacional de esa casa de gobierno. Carlos Alzugaray, experto en relaciones Cuba-EE UU y exembajador de Cuba ante la Unión Europea, considera que esta última medida de Trump contra Cuba tiene “objetivos domésticos: complacer a cierto sector del electorado y seguir revirtiendo las políticas del presidente Obama”. Durante cuatro años de gobierno de Trump el tema apenas se tocó y ahora, a menos de 10 días del final del mandato, se toma la medida sin contar con los procedimientos reglamentados y sin que previamente se haya hecho ninguna investigación. Alzugaray considera que se trata de “ponerle los mayores obstáculos” a cualquier intento de Biden para retomar el camino de la normalización con Cuba: “Sin el menor recato ni probidad política, Trump y el vicepresidente Pompeo toman una medida que seguramente Biden tendrá que revisar, y que de hecho desprestigia aún más una lista que los más importantes especialistas consideran que se ha usado con fines políticos y que no contribuye en nada a la lucha contra el terrorismo”. Según Alzugaray, lo que ha hecho Trump es tan “irresponsable”, que “Joe Biden y los demócratas, ahora que tienen el control del Ejecutivo y de las dos Cámaras, deberían rectificar esta decisión y poner las relaciones con Cuba en el lugar en que deben estar de acuerdo a los intereses nacionales norteamericanos: camino de la normalización”. No obstante, el analista considera que “para que no se repitan estas situaciones en el futuro, quizás sea necesario hacer una especie de reset y, en ese camino, eliminar también el bloqueo unilateral y extraterritorial, que la comunidad internacional ya viene insistiendo desde 1992 que es ilegal”.
Joe García, ex secretario de Energía de la administración Obama, que recientemente organizó el envío desde Miami de ayuda sanitaria a la isla para enfrentar la pandemia, considera la medida “el último grito del ahogado”, y manifestó: “Esto no tiene que ver con Cuba, ni con el terrorismo ni siquiera con la seguridad nacional. Esto tiene que ver con el odio visceral de un gobernante que fue arrollado en la elección por Joe Biden”. García, recordó que el presidente electo ya “ha dicho que examinará todas estas decisiones tomadas en un acto de desesperación final por un Gobierno que ha perdido toda legitimidad, y que pretende dañar a la nueva administración”.
Cuba solidaria
La medida del gobierno de Trump difiere con la política oficial cubana, reconocida internacionalmente, de rechazo al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, en particular el terrorismo de Estado. Y contrasta, evidentemente, con la política solidaria de Cuba hacia el mundo, país que exporta médicos para combatir diversas enfermedades en varios países en desarrollo, en especial en los últimos tiempos en que brigadas sanitarias cubanas se sitúan en la primera línea de lucha internacional contra el Covid-19.
El verdadero rostro de Trump
Trump no solo será recordado como el presidente norteamericano más beligerante de la historia de ese país, sino además como un terrorista de Estado que instigó a la rebelión contra el sistema democrático de EE.UU. Sin embargo, no sorprende la actitud de Trump, ni recién inaugura un sistema democrático fallido. Estados Unidos ha sido el país del sueño americano paradisíaco para las élites y “ciudadanos de primera clase”, y el infierno para millones de migrantes asiáticos, latinos, islámicos entre otros. Al “american way of life” se le cayó la careta y hoy muestra su verdadera faz capitalista. El pais excluyente, racista e insolidario que vive bajo la ley de la selva instigado al odio por un mandatario sin valores cívicos ni a la altura de un presidente de una nación que pretende liderar el mundo.
Trump termina su mandato repudiado por millones de demócratas en todo el planeta y, aun así, mantiene un cinismo proverbial. El doble discurso embustero presidencial se mantiene obsesivo en acciones racistas, xenófobas y antidemocráticas. Trump es expresión de la descomposición de un país cuyo sistema político democrático formal, entró en crisis en la fase capitalista monopólica que dio paso a la era neoliberal caracterizada por lo que se conoce como “capitalismo salvaje”. Con doble discurso, Trump, mientras critica a las empresas estadounidenses que hacen negocios con China, su propia historia comercial está llena de acuerdos financieros en el extranjero, y algunos han involucrado al estado chino. Los impuestos del presidente Trump revelan detalles sobre sus propias actividades en el país asiático, y manejo de cuentas bancarias previamente desconocidas. China es una de las naciones extranjeras -las otras son Gran Bretaña e Irlanda-, donde Trump mantiene una cuenta bancaria secreta, según un análisis de los registros fiscales del presidente que fueron obtenidos por The New York Times. Esas cuentas extranjeras no aparecen entre los datos financieros hechos públicos por Trump, donde debe enumerar los activos personales, porque se mantienen bajo nombres corporativos. El agonizante mandatario es rechazado por instituciones bancarias con las cuales mantiene millonarias deudas. Signature Bank, institución a la que Trump perteneció da la espalda al magnate y cierra su cuenta y la de algunos senadores republicanos que lo apoyan.
El rechazo internacional al mandatario se sigue incrementando. Trump ha sido censurado por todas las redes sociales -Facebook, Instagram, Twiitter y YouTube- que se han visto en la necesidad de cerrar sus cuentas para impedir que continúe emitiendo odiosos mensajes terroristas en contra de sus adversarios e incitando a la violencia en los Estados Unidos.
Con la transmisión del mando presidencial estadounidense el próximo 20 de enero, se espera que la situación de un vuelco. Biden anunció que retomará la política de acercamiento a Cuba implementada por Obama, y por él cuando era vicepresidente. El mundo exige que se levante la maraña de medidas y sanciones impuestas por su antecesor a la isla -que van desde la restricción de las remesas, la prohibición de vuelos directos y de los cruceros, el cierre del Consulado o la eliminación del llamado people to people, la categoría que empleaban la mayoría de los norteamericanos para viajar a la nación caribeña.
No existe otro camino racional de armónica convivencia pacifica entre los pueblos del mundo.