El impacto de la pandemia es de tal magnitud que obliga a repensar el sentido de la cultura, su amplio alcance vital a toda actividad humana, más allá de la creación artística. Con esa percepción iniciamos el diálogo con Edgar Alan García, esmeraldeño, autor de una gran diversidad de textos como uno de los escritores más prolíficos del país, quien en cuarentena retomó postergadas lecturas, escribió relatos breves y puso fin a su nueva novela de mayor alcance. No obstante, cuando narra su experiencia durante el confinamiento obligado, E. A. García diferencia, oportunamente, el impacto en la cultura entendida como convivencia humana y de la gestión cultural como creación artística. Impacto que para el autor se traduce en la pérdida de “aquello que nos hace humanos: la capacidad de contacto activo, se vio fuertemente disminuida y como animales gregarios nos hemos distanciado, nos hemos vuelto sospechosos para otros o enemigos, incluso, en el sentido de que podríamos eventualmente contagiarnos de alguien”.
Y en ese impacto hay quienes son siempre más vulnerables…
El golpe ha sido realmente demoledor, pienso en los niños que son los que realmente están empezando a vivir, a compartir, que son los que aprenden en relación con sus compañeros, en un momento están confinados en sus casas y que no tienen un contacto con sus profesores y compañeros. Todo es insuficiente y muy peligroso, el aislamiento te lleva al miedo a reunirte, a salir, a manifestar tu parecer o descontento.
Y el descontento ha sido la tónica del sector cultural, con actores muy afectados por la crisis…
Enfocado en el tema que se considera cultura, el mundo artístico, obviamente que para las editoriales fue un parón inesperado, demoledor porque hay millones de libros embodegados que no están circulando y posiblemente no circularán. Al proponerse los libros digitales como una alternativa posiblemente el libro físico sufra una merma significativa. Eso afecta a las editoriales, a las imprentas, a los editores, a las librerías. El hecho de que ya no podamos ir a un concierto que ahora estemos viéndolos a través de la computadora, es realmente lamentable. Muchos proyectos se han detenido.
¿La pandemia influyó de algún modo en tu temática literaria?
No en realidad. Para mi fue un regalo, porque me dio tiempo para crear, para leer libros que estaban en lista de espera, para terminar una novela que tenía a medio hacer, para escribir otros textos que estaban esperando su momento. Al no tener esa urgencia de la vida cotidiana pude finalmente dedicarme hacer algo que realmente amo entrañablemente. No me he dedicado hacer textos sobre pandemia, hacer textos de coyuntura no es lo mío. Creo que la literatura puede hablar sobre todas las cosas en todos los momentos. Aun en las crisis más profundas la literatura ha sabido hablar de otras cosas, precisamente, no como una forma de escape ante la realidad terrible que se vive, sino como una forma de reencontrarse con lo más profundo de cada uno.
¿De qué va la novela que terminaste en cuarentena?
Uno de mis defectos es trabajar varios textos al mismo tiempo, estaba con una novela que aparentemente la había terminado, pero cuando me senté más tranquilamente vi que tenía mucho que ser enriquecido. Es una historia novelada sobre un personaje que todo el mundo cree conocer pero que en realidad tomamos fragmentos de él. Es Eloy Alfaro. Es un Eloy adolescente, el de las primeras batallas, de los primeros sueños, de las utopías, no desde un tema ideológico sino de contexto. Qué es lo que se come, qué es lo que se vive, qué es lo que se piensa, cuáles son las urgencias de su época, cómo era su padre. Era un padre conservador estaba en el lado de los que gritaban viva la religión. Tenía varios hijos con la madre de Eloy. Ese padre que debió haber influido mucho en el ánimo de este muchacho Eloy, que era muy travieso, muy inquieto, que traía muchos dolores de cabeza al pequeño pueblo de Montecristi. Le debió haber hablado de las guerras en campos de Navarra, de las estrategias guerrilleras. Este personaje paternal debió haber sido fundamental en la creación de un personaje como Don Eloy. Normalmente se presenta al padre de Alfaro como comerciante español, otros lo presentan como un republicano español, todo lo contrario. Eloy Alfaro fue criado por un padre católico, conservador, muy retrogrado, pero el muchacho es otro cuando se decanta hacia el radicalismo.
Esta novela, en cierto sentido, escapa al relato breve al que nos tienes acostumbrados…
Siempre me han catalogado, al principio me catalogaron de poeta por que gané bienales de poesía. Pero tenía otras inquietudes. Soy incapaz de quedarme en un solo tema.
¿A qué responde el texto breve en tu literatura?
Hace unos años, Abdón Ubidia me propuso que escribiéramos textos cortos. Conocía yo textos cortos de Borges, Cortázar, cuentos muy pequeñitos muy buenos, y hasta ese momento no me sentía inclinado hacia eso. Me gustan los retos y el reto era escribir lo más sintéticamente posible, abrí una página en Facebook y comencé a publicar microcuentos. Me emocioné tanto que llegue a publicar hasta siete cuentos diarios.
¿Hay realismo mágico en tus textos, cuál es tu género…?
Una de las inquietudes que yo tenía era saber cuál es mi estilo. Un día descubrí que eso era lo de menos. Yo podía tener esa capacidad para experimentar con diversos géneros, es lo que llaman capacidad de creación literaria.
¿Eres rebelde también a los ismos, a que te encasillen?
A estas alturas sería como poner una camisa de fuerza de la que siempre he huido. Una de las cosas que me gustó de la literatura infantil es que no había límites, digamos. Al principio me autolimitaba, pero luego dije: al carajo todo, simplemente voy a escribir lo que me nazca. Tengo cuentos impregnados de lo real maravilloso, de realismo mágico, pero es lo que vive el pueblo en la cotidianidad, es lo real.
¿La tradición de transmisión oral se pierde o se está haciendo más textual en Ecuador?
La tradición oral jamás se va a perder porque tenemos un gusto por las historias, que se manifiesta también en los chismes, donde siempre hay un tonto, un malo etc., al contar un chisme estás recorriendo los caminos de la tradición oral.
Las nuevas tecnologías impactan sobre lo oral y cambian los hábitos, ahora vemos todo en una pantalla, oímos todo en un celular. ¿La oralidad está siendo amenazada por la tecnología?
En ese sentido sí, y el hecho de que nuestras sociedades se vuelvan cada vez más urbanas hace que se pierda el contexto selvático, montañoso donde han persistido durante siglos tradiciones, cuentos y formas de pensar la vida. Por otro lado, las versiones oficiales, lo racional, hace que se vayan imponiendo por sobre la magia de los relatos populares. En Esmeraldas durante mucho tiempo se pensó en una serpiente de siete cabezas que parecía una montaña, pero que era una serpiente que vomitaba agua por las siete bocas y los ríos se crecían y los mares se enturbiaban, y esa era la forma de explicarse el fenómeno del Niño. Luego llegó el profesor a dar una explicación científica. Lo racional, lo pedagógico atenta contra ese sentido de lo humano.
¿Y esa es la parte más sospechosa de la educación…?
Por eso mismo me pareció vital rescatar leyendas, historias en las que ese mundo mágico es rescatado. Hay un momento para todo. Para ponernos muy racionales y echar mano a lo científico, pero hay otro momento que necesitamos echar mano de la magia, del universo absolutamente maravilloso de los pueblos milenarios.
Esa racionalidad de la modernidad, en todo caso, no dio respuestas existenciales y parece que las repuestas esenciales están en el arte que reivindique la magia de lo imposible en lo posible…
Qué bueno que lo pongas sobre la mesa. Cuanto más investigan los científicos, sobre todo los que están especializados en la física cuántica, más se dan cuenta de que lo que nos queda son paradojas, grandes preguntas sin respuestas. Creo que la razón engendra monstruos. Hasta cuando recordamos estamos inventando, ahí hay una contribución de la imaginación para redondear la anécdota o el recuerdo.
De vuelva a la prosaica realidad. ¿Qué temas culturales quedaron pendientes para el 2021, qué parte de la deuda cultural hay que pagar este año?
Creo que hay que hacer todo lo posible porque los estudiantes que vuelvan a clase no usen mascarilla, es un desafió extremo, pero necesario. Creo que no debemos abandonar el contacto con la vida, con los otros. Creo que el Estado debería retomar la ayuda al sector cultural de manera masiva y más significativa para que los beneficiarios se vean motivados.
El candidato presidencial del progresismo fue Ministro de Cultura. ¿Qué propuesta cultural le harías?.
Lastimosamente la comprensión de la cultura como un aspecto cotidiano, más allá de las ideologías y de la actividad artística, es algo que escapa a la mayoría de personas, incluso dentro de la llamada intelectualidad, no se diga dentro de los políticos. Me gustaría saber si él tiene conciencia de que el Estado debe invertir no solamente en los actores culturales, eventos, proyectos de tipo cultural, sino también estar contra valores en que el individualismo, la deshumanización, ha calado hondo que la delincuencia no solamente es un problema anómalo, sino más bien funcional donde tiene que triunfar el más fuerte. El problema es global y requiere una solución global. Por tanto la pregunta es si él entiende cuál es el desafío. Es un desafío que tiene que ver con la ética. Una ética que contrarreste al discurso de los medios, las modas, y que tiene que ser una prioridad del Estado. Antes vivimos la satisfacción de la solidaridad, era una mentalidad precapitalista, nos sentíamos conectados como comunidad. Después vino el capitalismo, nos redujo y nos individualizó. Por eso es importante tener claridad sobre qué es realmente la cultura, cual es su verdadero potencial, sino vamos a dar palos de ciego de aquí a la eternidad.