La noticia protagonizó el periodismo informativo del 2020 con hechos que muchas veces fueron difundidos sin mayor explicación investigativa. No obstante, el año pasado se caracterizó por hacer noticia esencialmente negativa.
El año inició con la novedad de que un nuevo virus en la ciudad china de Wuhan, estaba causando una enfermedad pulmonar y la muerte a personas que presumiblemente habían consumido carne en un mercado popular. Pronto la noticia fue un suceso planetario y en el mes de marzo la Organización Mundial de la Salud reconoce que el fantasma de una pandemia de coronavirus recorre el mundo.
El virus llega al Ecuador portado por una mujer procedente de España que reside en Babahoyo. La enfermedad se extiende rápidamente por la costa del país y en pocas semanas colapsan hospitales, funerarias y cementerios y los muertos se desploman en las calles y casas sin que nadie les de sepultura. Ecuador se convierte en el tercer país de America Latina en el número de contagios, en tanto la pandemia deja al descubierto un deficiente sistema de salud y la total incapacidad del Estado para manejar la crisis. Renuncia la ministra de salud de entonces, Catalina Andramuño, denunciando falta de recursos para esa cartera de Estado, mientras que desde ese ministerio se decía que la pandemia en el país estaba controlada. Ante la magnitud de la tragedia se decreta el confinamiento en el país y las principales urbes se convierten en ciudades fantasmas con las calles vacías de habitantes. Los aeropuertos son bloqueados para impedir el ingreso de gente proveniente de otros lugares.
La cuarentena decretada cierra empresas y negocios y reduce el consumo a elementales productos alimenticios y de aseo. La debacle económica no se hace esperar con una economía que respira mal y termina asfixiada. A eso se suma la caída internacional del precio del petróleo y la ruptura de dos oleoductos y un poliducto. La pérdida de 20 mil millones de dólares se contabilizan al término del año en empresas y negocios del país. El desempleo cae del 3,8 al 13,3% a nivel nacional, con más de medio millón de personas que perdieron su trabajo. La disconformidad social lleva a las calles a miles de trabajadores y empleados públicos que protagonizan jornadas de protesta por considerarse impagos y despedidos de sus puestos de trabajo.
El gobierno gestiona la renegociación de la deuda externa y lo hace con los acreedores internacionales. El régimen decide pagar 324 millones de dólares de capital e intereses de la deuda, para recibir 2.000 millones del Banco Mundial, FMI y China. El FMI aprueba en el mes de septiembre préstamos por 6.500 millones de dólares. La pandemia descubre al país cada vez más dependiente de los acreedores internacionales que, a cambio de dinero, exigen medidas que se expresan en la ley humanitaria decretada por el régimen y reformas a leyes laborales y tributarias que favorecen al sector empresarial en detrimento de los derechos de los trabajadores.
A la crisis económica nacional se suma la corrupción estatal y privada, en medio de una pandemia sin control que, en plena crisis, evidencia que en el sistema de salud pública operan mafias organizadas para la compra venta de insumos médicos con escandalosos sobreprecios. El ministro de Salud, J. C. Zevallos, llega a reconocer que en los 134 hospitales del país “existe un mal manejo” en la adquisición con sobreprecio de fundas para cadáveres, mascarillas de protección, pruebas de diagnóstico del coronavirus, entre otros insumos terapéuticos y kits de alimentos adquiridos, a través del tráfico de influencias por la delincuencia organizada que opera en el sistema nacional de salud y de la seguridad social del país. Actos de corrupción también son detectados en la Prefectura del Guayas en la adquisición de 7 mil mascarillas y 5 mil pruebas covid, por un monto de medio millón de dólares, con 123% de sobreprecio. El negociado involucra al ex prefecto Carlos Luis Morales del PSC, quien muere por infarto cardíaco en medio del juicio que lo sindica en los hechos denunciados. Los negocios de la Prefectura del Guayas realizados por los prefectos N. Lapenti y C. l. Morales ascienden a 100 millones de dólares.
Las prácticas corruptas involucran a la Asamblea Nacional en la que se denuncia la entrega de hospitales a cambio de votos en gestión coordinada entre legisladores oficialistas y funcionarios de gobierno. Pronto se conoce nombres de algunos implicados que hacen de la construcción de hospitales que no se construyen, un negociado, luego de la desaparición de 8 millones de dólares destinados a la edificación del hospital de la ciudad de Pedernales. La corrupción en el sistema de salud no concluye ahí. En pocas semanas se conoce la falsificación de 2.920 carnets de discapacidad entregados, fraudulentamente, a 291 asambleístas y funcionarios públicos, para la importación de 6 mil vehículos de alta gama liberados de impuestos entre el año 2018 y 2020. La Asamblea Nacional cae en el descrédito y las encuestas confirman un 2% de aprobación popular a la gestión de los legisladores.
En medio de este escenario nacional de crisis, corrupción e inestabilidad, se da inicio al proceso de los comicios presidenciales que tendrá lugar el 10 de febrero de este año. Ecuador asiste a un baratillo de ofertas de un inédito listado de 16 postulantes a la conducción del país. No se hacen esperar las contradicciones entre los organismos responsables del hecho eleccionario y las incoherencias de un sistema electoral sospechoso de parcialidad e incapacidad para la conducción transparente del proceso.
El país observa una profunda descomposición social que se expresa en niveles inéditos de violencia y delincuencia en las principales urbes, con inaceptables índices de femicidios y crímenes cometidos bajo la modalidad de sicariato entre bandas y mafias delincuenciales que se disputan el control territorial de las ciudades del país.
En el plano internacional, la información trae noticias que contrastan con la realidad ecuatoriana sumida en una crisis de desinstitucionalización, pesimismo nacional y falta de credibilidad en el sistema político y judicial. Países de la región emprenden nuevos rumbos con procesos de recuperación de gobiernos progresistas. Tal es el caso de Bolivia y Argentina que retornan al poder a fuerzas políticas de izquierda. Mientras tanto en Venezuela se libra una enconada batalla por el control del parlamento y en Chile una abrumadora mayoría popular pugna por enterrar la Constitución heredada de la dictadura pinochetista, en tanto, EE.UU asiste a la derrota electoral del presidente republicano en sus pretensiones de reelección.
El deporte disputa protagonismo a la política con información positiva del ciclismo ecuatoriano que logra notables triunfos en certámenes mundiales, y el boxeo que corona de campeón mundial a un pugilista criollo. En el fútbol vuelven las alegrías, con una tricolor que cumple un destacado papel en la primera fase de eliminatorias para el próximo campeonato mundial de balompié. La algarabía del deporte se confunde con la tristeza que provoca la muerte del mejor futbolista del mundo, Diego Maradona. El duelo se expande al universo de la música y del arte escénico que lamenta la desaparición de icónicos representantes como los cantautores Luis Eduardo Aute y Armando Manzanero, los actores Héctor Suarez y Sean Connery, la actriz Kelly Preston, el músico Eddie Van Halen.
Entre la realidad y la fantasía, el año 2020 nos enfrentó a la contradicción entre la realización de sueños posibles y a la frustración de anhelos postergados. Asignaturas pendientes para mejores días, porque no hay mal que por bien no venga, tampoco que dure cien años.