Estamos finalizando un año en el que la muerte se hizo cotidiana, próxima, posible, sin embargo no deja de sorprender que por reiterada ocasión la noticia refiera a que la principal causa de muerte entre los adolescentes y jóvenes, es el suicidio. Esta tendencia se viene presentando en las estadísticas de los últimos años. Un estudio realizado en el mes de mayo de 2019 por el Observatorio Social del Ecuador indica que en 2016 se suicidaron 192 jóvenes con edades registradas entre 12 y 17 años. De los 192 suicidios ocurridos en 2016, 83 fueron de mujeres y 109 de hombres. En esta cifra se advierte un cambio de tendencia, ya que desde 1997 hasta 2007 el suicidio en mujeres adolescentes ocupaba el primer lugar. Las provincias con mayor incidencia varían según los años registrados, pero se mantienen liderando un funesto ranking Pichincha, Guayas, Azuay, Galápagos, Cotopaxi, Zamora Chinchipe y Cañar. En el país tres provincias sobrepasan el promedio nacional 10 por cada cien mil habitantes. En Galápagos con 25,54%, en Zamora Chinchipe 20.7% y Cañar al 17%. Liderando con el 26% de los adolescentes son indígenas y en segundo lugar están los mestizos, con un 21%.
Según datos del Instituto de Estadísticas y Censos (INEC), el año pasado 108 adolescentes se suicidaron; por cada uno que murió, 40 lo intentaron. Entre las principales causas se registran el bullying, las separaciones afectivas y las malas calificaciones escolares. El suicidio en los niños esconde abusos sexuales físicos y emocionales, embarazos no deseados, aislamiento y rechazo social. La soledad de la migración, el bullying escolar y redes sociales, entre otros factores. La modalidad de suicidio varía, pero predominan autolesiones en el cuerpo, principalmente cortes en las muñecas, vientre y piernas. Ecuador ha registrado 220 suicidios y 429 intentos desde el inicio de la crisis sanitaria por covid-19 hasta este 3 de noviembre, según un informe del servicio integrado de seguridad ECU-911.
El suicidio es un homicidio tímido, dijo un autor no recordado en este momento. ¿Insinuó acaso que es un acto de cobardía? Todavía persiste la polémica acerca del estatus intelectual del suicidio, ¿es una decisión de seres profundos, de pensadores incomprendidos? El suicidio obtiene categoría literaria y hasta estética, diversos artistas, músicos y escritores, entre otros, han optado por poner fin a su vida en un acto que aparece dignificante ante el infortunio existencial.
La edad infeliz.
El autor francés Paul Nizan, dejó escrito un preámbulo suicida en el diagnóstico poético de una edad, en su inolvidable obra Aden, Arabia. El libro comienza con una frase estremecedora: Yo tenía veinte años, no permitiré que nadie diga que es la edad más hermosa de esta vida. Todo amenaza a un joven con la destrucción, el amor, las ideas, la entrada al mundo de los adultos.
Nizan proporciona las claves para comprender las motivaciones que tiene un adolescente para quitarse la vida que se resumen en una sola situación: la entrada al mundo de los adultos. El joven se suicida por ser adolescente, es decir adolecer de muchas cosas vitales para su realización, o acaso por dejar de serlo y convertirse en adulto. La entrada a un mundo en el que predomina la existencia y negación de viejos que olvidaron sus años verdes y crean un escenario incierto. Un mundo hecho a imagen y semejanza de quien ya no tiene sueños en la vida. Una sociedad sin ideales que niega oportunidades a los jóvenes. Una cultura que marca el fracaso y la frustración personal como medida de todas las cosas. Y en ese limbo, el sin sentido se impone en el amor juvenil, los estudios impuestos, las falsas metas exitistas. La juventud se convierte en un dato, cuyas cifras nadie valora sino como mercancía devaluada. La fe rota en verdades postizas, la obnubilación por causas efímeras y misterios persistentes.
Para un joven, la entrada al mundo de los adultos, es la entrada al reino de la incerteza, similar a un juego de espejos. No obstante, aquello es relativo, para cierta juventud privilegiada los rituales se mantienen: graduarse, contraer matrimonio, heredar un puesto en la empresa de papá, ascender en la escala social, cambiar de automóvil, viajar, etc. En cambio para la juventud corriente significa renunciar al sentido lúdico de la vida y asumir prematuras responsabilidades familiares y sociales que frustran los anhelos de libertad. La perdida del amor, o no ser correspondido en elementales sentimientos, la renuncia a sueños acuñados en íntima soledad. He ahí una de las tantas circunstancias que puede conducir a un joven por el camino del suicidio. La lucha que enfrenta un adolescente es la lucha por y contra un mundo ficticio, aparente. El verdadero mundo es más hostil que el espejismo que nos muestra cierta literatura embustera que soslaya el aislamiento, la soledad de un joven frente a la incomprensión de los adultos.
Nizan tenía amarga razón, veinte años no son nada en la realidad a medias de una juventud inconclusa que no permite decir que es la edad más hermosa de esta vida.