La empresa de investigación Cedatos cumple 46 años de vida institucional y en conmemoración de su aniversario realizó un foro para analizar las condiciones históricas en las que se creó la empresa y cómo han cambiando a través del tiempo. Al panel estuvieron invitados René Ortiz, Ministro de Energía y Recursos Naturales no Renovables, y los analistas Verónica Artola, Gerente General del Banco Central; Santiago García, Presidente del Colegio de Economistas de Pichincha y Fabián Corral, académico y editorialista.
Polibio Córdova, moderador del foro, inició constatando que en los años setenta de creación de Cedatos, Ecuador dejó de ser país agrario y se convirtió en país industrial petrolero, bajo la conducción del gobierno de Guillermo Rodríguez Lara. En esos años el impacto de la producción petrolera se hizo sentir en el ingreso per capita que percibía Ecuador, duplicándose entre 1972 y 2020 de $2.348, hasta alcanzar los $5.137 dólares actuales. Hoy vivimos la situación económica más compleja de la historia del país. En lo político, los panelistas señalaron que Ecuador atraviesa una crisis institucional sin precedentes. El problema de fondo radica en la concepción de la política que genera “el descrédito del sistema».
En su análisis los panelistas contrastaron las condiciones pasadas y presentes del país desde los años setenta, cuando desde sus inicios la era petrolera incidió en el desarrollo industrial, económico y social del Ecuador. De cara a una eventual agotamiento industrial del petróleo, el país discute la trascendencia de la actividad hidrocarburífera. René Ortiz señaló que la industria del futuro será una combinación de producción petrolera con industrias de recursos naturales de energías limpias.
Fabian Corral en su intervención, se planteó algunas interrogantes: ¿Qué pasó al Ecuador petrolero empresarial, al país de los migrantes? Ese mundo feliz del petróleo contrasta con este país tan desalmado institucionalmente, un país que no tiene instituciones para hacer posible la vida en comunidad. El derecho de petición se ejerce por la vía institucional. En 2019 esa institución se ha barbarizado, ya no se formulan las peticiones sino por acción directa. Las instituciones hacen posible la democracia. ¿Vivimos democracia? ¿Hay legitimidad en el sistema político ecuatoriano? Las instituciones están en crisis en Ecuador. Un problema de fondo está en los estilos de hacer política. Existe una crisis de la legalidad. Se han multiplicado las normas, pero ¿son eficientes? El 85% de las normas no provienen de la potestad del legislativo sino de organismos burocráticos. En Ecuador se legisla por reglamentos. ¿Es este un Estado de derecho? No. Es un Estado de hecho. Estamos en una crisis de legalidad bajo una inestabilidad normativa. Es una legalidad acomodaticia. ¿Es eficiente el sistema jurídico, genera confianza? Todo país tiene élites que son la dirigencia. En Ecuador no hay élites dirigentes. Las élites dirigentes se han convertido en grupos de presión. ¿Vivimos un sistema democrático? Vivimos un cesarismo democrático para dotar de poder al César. Esto no se dice porque es políticamente incorrecto, prospera la mojigatería. Esto agrava la falta de credibilidad. Tenemos una vocación democrática sentimental. Debemos tener una vision objetiva del país, no pasillera, nostálgica.
Verónica Artola complementó diciendo que la situación económica es la más complicada que se tenga memoria. En 1933 caímos un 4,2%, 1999 caímos un 4,7%, 2010 caímos un 1,2%, en el 2020 caímos un 9,0%. En el 2021 esperamos crecer un 3,1%. Falta política pública para generar crecimiento social y necesitamos crecer un 5% anual. Es un escenario político complicado, los próximos años serán muy duros. La liquidez está bien en los bancos. El panorama político genera incertidumbre.
Polibio Córdova recordó que en sus investigaciones la ciudadanía responde que “se siente pesimista”; el principal de Cedatos cuestionó si es posible salir de la crisis. Santiago García respondió: Hay necesidad de un pacto social y cómo plantearlo en forma realista. Estamos desinstitucionalizados, por una parte falta institucionalidad y, por otra, participación ciudadana. Queremos crear perspectivas que nos saquen del pesimismo. La crisis es disruptiva por su amplitud y ésta se agrava con la pandemia. Nos preocupa la caída de un 9,0% y un crecimiento de 3,1% no nos deja conformes. Hasta el 2025 la economía seguirá teniendo un crecimiento mínimo. Tiene que haber un pacto social multinivel entre diferentes estratos de la sociedad. Tenemos que consensuar en torno a objetivos: recuperar la economía de inclusión y solidaria, superar la insostenibilidad fiscal, fortalecer red de protección social, efectivizar un proceso de transición ambiental. No hay sostenibilidad fiscal sin protección social. Hay que crear capacidades para que la sociedad responda, hay que proponer una agenda ciudadana de política económica con objetivos diversos.
El inventario nacional realizado por los panelistas en su visión descriptiva del país, no alude a las causas que generan estos aspectos de la realidad nacional. Dicho análisis no hace más que constatar la descomposición social que vive el país que, no obstante, tiene causas objetivas en el agotamiento de un sistema y en la falta de voluntad política de cambio de las élites dirigentes. Los analistas convocados por Cedatos no cuestionaron en manos de quién estaba el país, cuál era el modo de producción y acumulación económica y a quiénes beneficiaba durante todos estos años.
El mundo no solo hay que describirlo, cuando de lo que se trata es de cambiarlo, dice una verdad sociológica. Un clásico de la historiografía ecuatoriana indaga en las causas de los acontecimientos pasados y presentes, según visión de Agustín Cueva, “la hipótesis central que vertebra y alumbra la investigación es que la realidad ecuatoriana de los últimos tiempos y en sus distintas expresiones colectivas, puede explicarse sustancialmente como efecto combinado de la impotencia histórica del capitalismo en estas latitudes y del correlativo fracaso de sus formas concretas de instrumentación”. Cueva, constata que “las ilusiones burguesas de la estabilidad política se derrumbaron como un castillo de naipes y no cabía esperar que las cosas sucedieran de otra manera puesto que el paréntesis democrático de 1948 a 1960 tubo por fundamento una coyuntura económica favorable, mas no una transformación estructural que asegurara una estabilidad duradera”.
Mientras solo se tome el pulso al país enfermo, la necesidad de transformación social sigue siendo una asignatura pendiente, siempre postergada por las clases dirigentes criollas.