Chile es el primer país del mundo que usa cotidianamente un lenguaje figurativo con expresiones propias de un dialecto local, comparativo con el mundo de los animales. Las zoometáforas chilenas son múltiples: por ejemplo para referirse a un hombre chileno, usan la palabra gallo, y una niña o niño pequeño es una cabra o cabro chico. Aficionados al buen humor, los chilenos para decir que lo han pasado bien o se han gozado de algo dicen, lo pasé caballo. Hablar cabezas de pescado, es decir tonterías. Andar pato, no tener dinero; tener mala pata, tener mala suerte. Colipato, homosexual. Irse al chancho, exagerar. Darse una mano de gato, maquillarse. Hacer una vaca, reunir dinero en una colecta. Vaca, mala gente. Malas pulgas, mal genio. Pajarón, despistado. Condorito, personaje típico chileno. Condoro, equivocación. Patiperro, trotamundos.
Y esta jerga zoológica no está ausente en la política. El analista chileno Manuel Cavieses Donoso, usó la expresión la madre del cordero, para referirse al meollo del asunto político de Chile, país que se encuentra en proceso de redactar una nueva Constitución en una Convención Constitucional, elegida para el efecto. Con esa zoometáfora, Cavieses tituló su artículo La madre del cordero constitucional, en el que devela una realidad oculta de la política en el país.
Cavieses dice que el lenguaje político es hoy elusivo y orillero, hipócrita mejor dicho. Las intenciones verdaderas van ocultas “debajo del poncho”. El político profesional desprecia el discurso ideológico, emplea las técnicas engañosas del marketing y del management. Esa es la regla de oro de la política en tiempos de neoliberalismo. Por eso “la madre del cordero” de la Convención Constitucional permanece en las sombras, constata el analista; según su argumento, los partidos del sistema han tejido una espesa red de trampas, reglamentos, quórums y otras zarandajas que subordinan la soberanía popular a la voluntad del neoliberalismo en Chile. Para que el pueblo escriba la nueva Constitución ahora se requiere un quórum de dos tercios de la Convención, y de esa manera el poder ciudadano originario será cercenado y las facultades de sus miembros quedarán reducidas, porque una mayoría del 66% pesará menos si la reacción controla el 34% de los votos. Un asunto fácil para una derecha que bordea el 40% electoral en los últimos 30 años, según manifiesta Cavieses. En sus análisis constata que los partidos del sistema han impuesto la discriminación a los escaños de los pueblos originarios, mapuches, minoría étnica de Chile y han recurrido a viejas tretas para obstaculizar las candidaturas independientes. La derecha de ese modo intenta imponer una tutoría y administración para prefabricar una Constitución que será la versión remozada de la que impuso la dictadura militar pinochetista en 1980. La “madre del cordero” en esta maniobra es la protección de la economía de mercado. Un sistema económico que es el corazón neoliberal de los partidos tributarios que lo defenderán con celos fanáticos y diversas argucias.
El neoliberalismo no solo es una doctrina económica para hacer más ricos a los ricos y empobrecer aún más a los pobres. Es toda una “cultura” de dominación oligárquica que solo será barrida por una revolución cultural. El sistema político chileno ha creado 25 partidos a su imagen y semejanza, en una costumbre criolla de recibir recursos, privilegios y honores, a cambio de leales servicios. De ese modo una casta política sobrevive incluso en medio del desprestigio en que hoy se encuentra. Existe una absoluta simbiosis económica y política en Chile -señala Cavieses-, cortar su cordón umbilical significaría la muerte de ambos. Esa es la razón que impide la formación de una lista única de candidatos a la Convención. Los partidos convencionales se adueñaron de la Convención y con eso hacen imposible superar los 2/3 de quórum que permita a la democracia hacer posible lo que se prometió cambiar. Una lista única de candidatos a la Convención habría permitido convertirla en una Asamblea Constituyente con todos los poderes que le son propios, concluye Cavieses. Los partidos de centro, llamados socialdemócratas, y aquellos que se declaran anti neoliberales, cambiaron de sintonía asimilados por el sistema y, de ese modo, renuncian a la movilización de masas para imponer presión política, la única estrategia unitaria y democrática para sepultar la Constitución de la dictadura.
Cavieses concluye su análisis, señalando: A menos de un mes de la inscripción de candidatos a la Convención, el campo popular se encuentra sumido en el sopor de Navidad y Año Nuevo. Temporada de vacaciones y delirium consumista, de los cercos que impone el Covid-19 a la libertad de movimiento y de reunión. Y de la intoxicación de las conciencias con el jarabe ideológico de los matinales y de los papagayos de la política. Lo que ocurrirá en abril –cuando se elijan los convencionales- es previsible. La abstención volverá por sus fueros al comprobar el pueblo que los partidos del sistema se han adueñado de la Convención y que nada cambiará. ¿Y de ahí en adelante? Se armará la de San Quintín porque la paciencia de un pueblo tan maltratado y tantas veces engañado tiene un límite, como advirtió la rebelión del 18 de octubre. Sólo la rebeldía conseguirá los cambios sociales y políticos que el sistema y la casta política se niegan a ceder.
Ahí está la madre del cordero, por eso la gallada chilena podría ser de nuevo traicionada por la clase política que, una vez más, se fue al chancho en mantener la herencia constitucional de la dictadura, en un país con mala pata, que reclama un cambio profundo y no tan solo una mano de gato.