La agencia informativa EFE indagó en la opinión de cinco cientistas sociales las razones por las cuales Diego Armando Maradona se convirtió en el ídolo popular venerado en vida y en la muerte por argentinos, latinoamericanos y admiradores en el mundo entero. Y esa veneración que incluye a todos los sectores sociales se proyecta hacia un futuro como un fenómeno interminable.
Las razones sociológicas tienen un denominador común en el que coinciden los investigadores: la idolatría social a Maradona trasciende el ámbito del deporte y se entroniza en motivaciones ideológicas, sociales y políticas con las cuales nos identificamos los seres humanos, y que se expresan en su conciencia de clase, su locuacidad para manifestar polémicos puntos de vista, su capacidad histriónica para actuar como protagonista en diversas circunstancias, su lucha contra los poderes establecidos y su origen humilde que siempre reconoció y elevó a la altura de autoestima. Esas motivaciones hacen parte del imaginario colectivo de los latinoamericanos, con las cuales nos identificamos para reafirmar nuestra condición regional en el mundo.
Maradona es popular más allá de lo masivo, que trasciende la fama siempre transitoria. Su nombre y figura están profundamente arraigadas a lo que somos y no fuimos, a lo que aspiramos ser. El docente Diego Murzi, señala que “lo popular está vinculado al pueblo. Gardel o Perón son ídolos populares, pero carecen de la capacidad de interpelar a un público tan amplio y a una cantidad tan grande de gente como sí lo hace Maradona».
Hay Maradona para todos, porque el ídolo tiene mil caras identificables. Todos podemos armar nuestro propio Maradona, según nuestra identidad. El discurso de Diego tiene una multivalencia permanente, diversos significados. Para algunos Maradona es Argentina, para otros Boca, para grandes mayorías el mejor futbolista de la historia, y para muchos, el contestatario al poder, el personaje revolucionario. Maradona elevó a su país a un nivel de relevancia mundial, como ningún otro y nos posicionó a los sudakas despreciados por un racismo trasnochado, como habitantes orgullosos de una región que lo vio nacer. Una condición equivalente al “todo se puede” siendo latinoamericano.
Maradona protagoniza una representación social latinoamericana. Según Aulin Tomio, psicóloga, a la muerte de Maradona “la gente no llora a una persona sino a un ídolo”. Su representatividad está consensuada socialmente. La figura de Maradona penetró profundamente en la aceptación popular continental, porque rompe con los estereotipos que nos aprisionan ideológicamente a los latinoamericanos. “Su figura da esperanzas a millones de personas”, señala Tomio. Esta representación es tan poderosa a nivel de identificación masiva que “no se rompe a pesar de todas las acciones negativas” que rodean la figura de Maradona y que es caldo de cultivo para la crítica desde el poder.
Para el sociólogo Sergio Pignuoli, investigador científico, la idolatría que genera Maradona «posee una profundidad y una duración que la vuelve incomparable con todas las demás». Y las razones van más allá de la disciplina deportiva, puesto que ninguno de los otros ídolos argentinos del fútbol, recibió un sentimiento similar. El amor sin condiciones que le profesamos a Maradona tiene elementos que trascienden el deporte y están asociados con la esfera pública, con la política y con la historia”. Su carrera deportiva duró veinte años, pero su carrera como figura pública se prolonga ininterrumpidamente más de cuatro décadas. Su carrera futbolística fue un momento dentro de la historia de su figura. El ídolo popular se cimenta en el ídolo deportivo, pero no se agota en él. Las causas se encuentran en los rasgos de su personalidad: su rebeldía, su humildad, su verborragia contestataria y picaresca y su sensibilidad ante las injusticias, señala el sociólogo.
Para los argentinos Maradona es un referente nacional. Adriano Peirone, académico director de la Facultad Libre de Rosario señaló que «el amor popular hacia Maradona desborda de sentidos, motivos y significados». Su muerte se convierte en la necesidad de un ritual, precisamente, por la infinidad de significados que cada argentino supo inscribir en su figura. Desde hace cuatro décadas “Diego se inmiscuye en el imaginario popular, lo perfora, desafía y escribe”. Peirone señaló que en Italia Maradona se identificó con los excluidos y marginados del sur. «Maradona es amado por el pueblo porque su recorrido desde lo más bajo hasta lo supuestamente más alto lo hizo sin esconder su picardía. Una vez ahí, codeándose con ‘la crema’, no festejó su mérito sino que expuso las miserias del poder y se rio de ellas. Nos llevó a todos con él sin dejarnos afuera de la fiesta».
Maradona es un ser libre y contradictorio. Para la antropóloga Guadalupe García “uno puede verse reflejado en la historia de Diego y reconocerse, no de una manera idílica, sino en sus miserias, en sus contradicciones. Uno puede reconocer en su trayectoria biográfica y social una historia donde uno mismo puede sentirse. Una de las cosas que lo hace tan poderoso tiene que ver con su capacidad para inmiscuirse y atravesar la vida cotidiana». Maradona es visto como un símbolo de recuperación, de fortaleza y de lucha. Su conducta “llenó nuestras vidas de alegría, de emociones variadas, como desconcierto o sufrimiento. Uno pudo vivir con él. Uno no lo veía de lejos, objetivado, sino que uno podía reconocerse”. Diego es libertad. Con una pelota hacía lo que se le ocurría, era totalmente libre gracias a su talento y destreza física. “Esa misma libertad es la que tuvo en vida. No fueron siempre acertadas sus decisiones, pero esa libertad es algo que conmueve”, afirma García.
La figura pública de Maradona es propiedad de cuatro generaciones de argentinos y latinoamericanos de todos los sectores sociales. La forma del ídolo se amolda a cada apropiación que el pueblo hace de él: es un diamante en el barro que reivindicaba su origen en los años setenta, un rockstar en los ochenta, un ícono global en los noventa y un socialista del siglo XXI. El amor por Diego no fue uno, sino muchos. Sin embargo, son los sectores populares quienes más sienten su partida, porque según Pignuoli, se debe a que “Maradona logró que esos sectores tuvieran un referente mundial admirable capaz de acumular poder sin abandonar la insolencia, la humildad y el orgullo de pertenecer a los sectores socioeconómicos y políticamente más marginados”.
Por eso hay Maradona para todos y para rato.