“Tu eres perla que surgiste del más grande ignoto mar y en jardín te convertiste”…en la “perla del Pacífico”. Este verso es parte de la idealización que Julio Jaramillo, en su romanticismo arrabalero, hizo de la ciudad de Guayaquil. La más hermosa canción apologética del romancero porteño no deja entrever el fracaso de una administración que oculta la parte visible de un modelo de organización social que no ha logrado contener la violencia y la delincuencia organizada en el puerto principal en tiempos de pandemia. Según datos estadísticos, 338 muertes violentas por asesinato se contabilizan este año en la llamada zona 8 de la ciudad, Guayaquil, Durán y Samborondón, con un aumento anual del 36% de la criminalidad. Las causas se relacionan con el narcotráfico, robo, asalto, sicariato por ajuste de cuentas y control territorial de las actividades ilícitas por bandas del crimen organizado, según informes policiales, que tiene lugar en las propias cárceles y las calles de la ciudad. La situación delictiva ha tocado fondo al punto que el Estado en pleno -ministerio de Gobierno, Alcaldía y cúpula policial- se ha reunido en la ciudad para buscar cómo hacer frente a una situación que se le salió de las manos.
Entre las medidas que decidieron las instituciones involucradas se plantea reforzar la respuesta policial dotando de vehículos, armas, cámaras de vigilancia y 500 efectivos a los cuerpos policiales locales. Llama la atención que en el conclave político policial reunido esta semana en Guayaquil, no se dijo una sola palabra acerca de las causas reales de la delincuencia que es un fenómeno esencialmente sociológico en nuestros países.
Emile Durkheim formula un enfoque sociológico señalando que el crimen no es ni una entidad jurídica ni una biopsicológica; sólo es criminal aquél que la conciencia colectiva de un grupo califica así. Una sociedad dominada por el valor concedido a la propiedad privada definirá como prototipo de criminal al ladrón, por ejemplo. El crimen ya no es un fenómeno de patología individual, sino un resultado social; pues sería la sociedad la que, a través de diversas fuentes, produciría criminalidad. Las causas del crimen se las debe buscar en ciertas condiciones de la dinámica o de la estructura social. Esas causas y sus formas de actuación se multiplicaron como consecuencia de la “desorganización social”. La criminalidad se focaliza en las zonas industriales y comerciales. En dichas zonas, se ubican poblaciones heterogéneas de inmigrantes, prima la desorganización social y se crea una cultura delincuente que se aprende y transmite. Son las características del área las que determinan la delincuencia. La desorganización social, como su propio nombre lo indica, correlaciona el delito con el estado de descomposición, abandono, crisis o transición de una sociedad. Albert Cohen, Richard Cloward y Lloyd Ohlin señalan que la delincuencia es la solución colectiva dada por los sujetos de “clase social baja” a una situación difícil en que las oportunidades de mejora, tanto económica como social a través de medios legítimos, están cerradas.
Guayaquil, según un perfil municipal es con 2,7 millones de habitantes la capital financiera del país, principal centro económico del Ecuador y uno de los puertos más importantes de la costa del Pacífico por donde sale el 70% de las exportaciones privadas del país e ingresa el 83% de las importaciones. La ciudad es sede del 39% de las 1000 compañías más importantes del Ecuador. De dicho grupo de empresas, las compañías guayaquileñas representan el 35% de activos, 37% de patrimonio y el 39% de los ingresos. Así mismo, el total de ventas de las empresas guayaquileñas representan el 36% de este grupo. La revista América Economía en una de sus ediciones, incluye en el ranking de las urbes de América a Guayaquil, destacándola en el primer puesto entre las ciudades que prestan mayores facilidades para emprender negocios. Los principales ingresos de los guayaquileños son el comercio formal e informal, los negocios, la agricultura y la acuicultura; el comercio de la gran mayoría de la población. Los productores de camarón, banano, cacao, café, y arroz se han beneficiado de la actividad económica privada. La inversión se concentra en un 68% en cinco sectores: agrícola, pesquero, manufacturero, comercial y construcción, según los datos del Banco Central. En esta especie de paraíso económico tiene lugar la criminalidad descontrolada en los cantones de Guayaquil, Duran y Samborondón que revela un incremento de la criminalidad del 16% en relación con años anteriores.
Un informe de la CAF contrasta con la visión idealizante del municipio guayaquileño que siempre calificó de “modelo exitoso” a la administración municipal de las últimas dos décadas en manos de los alcaldes León Febres Cordero, Jaime Nebot y Cynthia Viteri, respectivamente. El informe de la CAF sugiere que la creación de ficción es la clave para comprender a la ciudad de Guayaquil en tiempos de pandemia y delincuencia descontroladas. A inicios de la pandemia las noticias que circulaban a nivel mundial hablaban de una ciudad desbordada, sin la capacidad sanitaria ni funeraria para tratar a los enfermos ni enterrar a sus muertos, ahora se constata una urbe en manos de la delincuencia y el crimen organizado. En el informe de la CAF se advierte de la existencia de un aprovechamiento político de la pobreza en los barrios populares, a diferencia de lo que ocurre en los sectores regularizados de clase media: “Paradójicamente, como en otras ciudades de la región, la expansión de la ciudad irregular ocurre en forma cuasi organizada, generalmente por emprendedores que invaden propiedades privadas -con o sin acuerdo del propietario de la tierra- y con ello activan un mercado sumergido de la tierra urbana que se inicia con la ocupación ilegal de lotes sin servicios básicos de aguas, alcantarillado y drenaje. Una ciudad calurosa y traficada, con escasas áreas verdes, sin una atención integral de los servicios básicos y, en el caso de los barrios populares, con un aprovechamiento político de sus necesidades y, en consecuencia, con una satisfacción de ellas a cuentagotas”.
La ciudad que registra la mayor incidencia de pobreza en diciembre de 2019, según INEC, es Guayaquil: 11,2%. En el Guayaquil de los contrastes extremos, la CAF señala en su informe que el 20.70% de los hogares viven en hacinamiento. La forma en que se ha construido la ciudad permite que “para la mayoría, los servicios lleguen tarde, pero para los más pobres, llegarán tarde y mal”, y esa situación tiene su correlato en una situación de pobreza generalizada. En Guayaquil el 41.45% de los hogares tiene, al menos, una necesidad básica no satisfecha. En la pobreza está la clave para comprender la presencia de la delincuencia y la violencia producto de su descontrol. Mientras el Estado no asuma las verdaderas causas de los problemas sociales de Guayaquil, no se verán a corto plazo las soluciones urgentes de fondo. Este es el cóctel de razones por las que la perla del Pacífico seguirá siendo el Guayaquil de mis pesares.